La pintura de Rodríguez Olazábal, los orígenes de la divinidad

El artista de La Habana refleja en la muestra ‘Travesía’, de la galería Saro León, su visión sobre las religiones caribeñas a través del rito hacia la fertilidad de la mujer

Uno de los dos grandes lienzos de la muestra ‘Travesía’ que se expone en la galería Saro León.

Uno de los dos grandes lienzos de la muestra ‘Travesía’ que se expone en la galería Saro León. / LP / DLP

La representación del origen real de los cultos, bailes o rituales de las religiones y creencias caribeñas tienen en el creador cubano Santiago Rodríguez Olazábal a uno de sus máximos exponentes a nivel mundial en estos momento. Considerado como uno de los cinco artistas más importantes de su país actualmente, su obra siempre ha sido expuesta con frecuencia en Canarias, principalmente en el galería Saro León, que acoge en estos momentos su cuarta muestra en los últimos diez años titulada Travesía. Un total de 21 obras en una muestra integrada por dos pinturas sobre lienzos con elementos de la instalación y 19 dibujos en blanco y negro y con una aureola oscura y enigmática que el espectador debe descifrar. 

La muestra, que se inauguró el pasado 22 de junio, y que se mantendrá abierta al público hasta el 15 de septiembre, puede ser visitada de lunes a viernes, entre las 11.00 y 14.00 horas y de 18.00 a 21.00 horas. «Realmente Olazábal realiza una revisión de toda la cultura religiosa africana, pero más profunda que la santería, que la propia espiritualidad, en una obra muy sutil aunque de convicciones muy contundentes y de enorme profundidad», señala desde el principio la propia Saro León

En esta ocasión, el artista dedica su trabajo a la mujer y a su fertilidad, «a la madre tierra», en definitiva, con todos los dibujos basados en la capacidad femenina de crear vida representada principalmente en dos cuadros enormes que ocupan una gran parte de la sala y protagonizada por dos mujeres inmensas. Una de ellas destaca por concluir con un cordón umbilical que sale de sus brazos y piernas. Y la otra por un cuerno que surge de la tierra. Alrededor de ellos se articulan el resto de sus obras que reflejan todo tipo de metáforas humanas en movimientos y cuya contemplación tiene mucho que ver con la experiencia de introducirse en la espiritualidad de un ritual Orisha.

Continuidad

«Su obra tiene una continuidad desde sus inicios», señala la galerísta. «Siempre versa sobre la santería cubana fijándose desde sus ancestros africanos, y pone el acento en la travesía que ha llevado sus principios religioso, que va de África a Canarias, de Canarias a Cuba, de Cuba a Canarias y nuevamente de Canarias a África». Es una exposición que, como todas las anteriores, Olazábal ha realizado expresamente para la galería grancanaria. La obra de Olazábal surgió a la luz pública en 1983, inmersa en una fuerte concepción religiosa. Por un camino aparentemente paralelo a las grandes novedades que trajeron los años 80 en Cuba, este artista derivó claramente de una genealogía más vinculada a la línea de dos contemporáneos suyos. Uno podría ser Juan Roberto Diago que heredó las tradiciones artesanales africanas hasta convertirlas en una tradición moderna occidental. Una obra que refleja su interés por el legado de la cultura africana traída por los esclavos a Cuba, y cómo ésta se presenta en la sociedad cubana de hoy. Y el otro es, nada menos que Manuel Mendive, que explora el mundo afrocubano y el sentir caribeño a través de obras que reflexionan sobre el discurso auténtico del otro mediante combinaciones de colores y de texturas, leyendas deconstruidas y reflejadas en narraciones pictóricas. Al igual que el propio Olazábal, el origen de la búsqueda creativa de Mendive se inserta en descubrir el misterio de la creación a partir de la energía propia que emana de los orishas del panteón Yorubá.

El artista de La Habana fue educado en el culto de la Regla de Osha desde la infancia y su iniciación en el sacerdocio de la diosa Oshún le marcó profundamente. Su obra. Por tanto, es similar a los pintores religiosos medievales, donde todas las formulaciones artísticas fueron connotativas de la cristiandad. Esa acción tan interna desde la cultura Yorubá, la que hace de Olazábal un pintor críptico, enigmático, poderosamente imaginativo, y alejado de efectos narrativos y descriptivos, muy comunes en quienes abordan la mitología de la santería en la pintura.

Aunque todo esto lo aleje de otros artistas contemporáneos que fueron acercándose paulatinamente a los cultos afrocubanos hay otros tres autores que también muestran líneas paralelas con su obra. Uno de ellos es José Bedia, que se especializa en el estilo de la pintura abstracta pero que tienen un fuerte enfoque en la espiritualidad y en las culturas primitivas mostrando el conflicto entre máquinas y la naturaleza. Otro es Ricardo Rodríguez Brey, un artista conceptual, escultor, y dibujante que aborda la naturaleza americana vista desde sus determinaciones históricas y culturales. Y un tercero podría ser Juan Francisco Elso Padilla, cuyo trabajo tiene un carácter más bien fundacional, por cuanto inauguró derroteros de poética inéditos en el contexto nacional. Por tanto, la vinculación de Olazábal con los renovadores de la pintura de su país de los ochenta como con los principales retratistas de los cultos caribeños lo convierten en una esencia misma del arte cubano.