Literatura

La literatura de los desplazados: autores migrantes más allá de la etiqueta

Casa América acoge en su sede a Lucía Hellín, autora de 'La literatura de los desplazados: Autores ectópicos y migración', junto a los escritores Jaime Rodríguez, Florencia del Campo y Karima Ziali

Escribir desde el desplazamiento.

Escribir desde el desplazamiento. / Casa América

Martina Andrés

Martina Andrés

Huir de las etiquetas, al igual que ponerlas, es, dentro de su contradicción, algo intrínseco al ser humano. La etiqueta simplifica, limita y, en ocasiones, ahoga; también ayuda a clasificar, a definir patrones, a saber cuál es el campo de actuación en el que uno se puede mover. A veces, las etiquetas crean rechazo, pero son necesarias para entender la realidad que nos rodea que, de otra forma, sería inabarcable. Así ocurre con las relaciones y también con cualquier campo del saber, en el que teorizar y clasificar se vuelve necesario pero, ¿para qué?

«Necesitamos las categorías para poder pensar, en la universidad, en la investigación y en la vida diaria, pero siempre hay que pensar en la tensión entre poder señalar una realidad y pensarla y estar creándola al imponerle una categoría», reivindica Lucía Hellín, autora de La literatura de los desplazados: Autores ectópicos y migración, que el pasado jueves estuvo en la sede de Casa América ―en una charla organizada desde esta institución junto a Casa África― debatiendo sobre este tema junto a los escritores Jaime Rodríguez, Florencia del Campo y Karima Ziali.

En concreto, Hellín puso sobre la mesa el hecho de que «no se puede negar que hay un tipo de literatura con unos rasgos particulares que tienen que ver con el desplazamiento», pero que esta etiqueta o categoría tiene que ser permeable y flexible, pudiendo tener un uso político dependiendo del contexto y la intención. «Hay que señalar esta literatura, darle voz, darle espacio, pero hay que tener mucho cuidado de que eso no sirva, como dice la teórica holandesa Mineke [Schipper], para impedir que entre en lo cánones centrales», puntualiza la Doctora en Teoría Literaria y Literatura Comparada.

Una definición como punto de partida

La literatura de los desplazados es un concepto al que Hellín llega a través de la idea de literatura ectópica del profesor Tomás Albaladejo. En líneas similares a las de este investigador, Hellín la define como una «literatura escrita fuera de lugar» que ofrece «una nueva mirada sobre el espacio desde el que los autores están escribiendo, porque no han naturalizado o normalizado algunos elementos y tienen posiciones más críticas que ayudan a mirar con nuevos ojos las problemáticas de ese nuevo espacio», puntualiza.

Por su parte, el poeta saharo-español Bahia Mahmud Awah, que ha experimentado el desplazamiento desde los catorce años «producto de un proceso de descolonización no acabado» en el Sáhara Occidental, define esta literatura como «un fenómeno viejo y nuevo», como «un género transfronterizo» que acaba llevando inevitablemente a otras dos etiquetas: las del norte y el sur global. «Al escribir en español pensando en la tierra de origen y en su cultura, implica que estamos aportando un género que atrapa la atención del lector occidental y esto es el poder con el que estamos creando y aportando alguna nueva modalidad en una literatura 'hispana' que antes era unilateral en sus prestaciones lingüísticas», añade el poeta.

Lengua madre

En una línea similar y haciendo también referencia al lenguaje, la escritora argentina Florencia del Campo señala la importancia de la cuestión de «la lengua madre» a la hora de analizar la literatura del desplazamiento: «La lengua que uso cuando escribo es la mayor marca de mi desplazamiento, no porque elija palabras argentinas en contra de palabras españolas, es por ese tratar de inventar una nueva lengua, que es lo que tiene que hacer la literatura», reflexiona.

Además de «inventar una nueva lengua», otra característica que aparece con frecuencia en este tipo de literatura es la presencia de sentimientos comunes como la nostalgia, el desarraigo o la culpa, este último muy presente para el escritor peruano afincado en Madrid, Jaime Rodríguez: «Migrar, salir de tu lugar de origen, por las razones que sea, ya sea a la fuerza, o voluntariamente, siempre genera cierto tipo de culpa. En muchos sentidos, por ejemplo la que te da el estar alejado de tu familia, pero también la culpa de no participar físicamente de las vicisitudes políticas o sociales de tu propio país», explica el autor de Solo quedamos nosotros.

Del desarraigo habla el escritor e investigador antirracista Yeison F. García, nacido en Colombia y asentado en Madrid: «En mi poemario Derecho de admisión, que nace con la idea de poder tener un diálogo con las hijas, los hijos e hijes de familias migrantes que migraron en la infancia, hay un sujeto entre dos mundos: el del país de origen de sus padres, y el de ellos mismos por haber nacido allí. Te sientes parte de esta ciudad, pero a la vez no del todo, porque la ciudad constantemente te está diciendo que no eres de aquí», describe.

Las diferencias

A pesar de los rasgos comunes que comparten mucho de los autores y autoras que escriben desde fuera de su país de origen o el país de origen de su familia, es importante resaltar las diferencias presentes en las distintas experiencias, sobre todo en lo que al término desplazamiento se refiere. Así lo señala Rodríguez, ya que «en la etiqueta del desplazamiento caben muchas cosas».

«Hay distintos tipos de desplazamientos, de migraciones, es distinta la experiencia de cada persona que migra. Hay personas que pierden la vida en el Mediterráneo tratando de buscar una forma de subsistencia y paradójicamente mueren y Europa vuelve los ojos. Es distinta esa experiencia a la de una persona como yo, que viene en avión a España para un curso de universidad y se termina quedando. Somos conscientes de que los desplazamientos son muchos y muy diversos, y que la mayoría se dan de manera trágica», añade el escritor y poeta.

El español, "nuestra lengua"

La escritora española de origen marroquí Karima Ziali, que llegó a Cataluña con tres años, también pone sobre la mesa estas diferencias, asemejando su experiencia a la de otras autoras como Najat el Hachmi: «Nuestra vivencia y forma de entender el desplazamiento, no tiene nada que ver con la de Jaime [Rodríguez], que llegó de adulto a España, acarreando otras experiencias de vida. Venimos creciendo en el contexto español y la hemos hecho nuestra identidad. No es que hagamos uso de la lengua, es que el español es nuestra lengua. No nos vemos desde fuera».

Por estas diferencias, es necesaria la flexibilidad dentro de la categoría de la literatura del desplazamiento. «¿Por qué no hablamos solo de literatura?», se plantea Del Campo. «Siempre necesitamos el adjetivo que sigue: literatura de mujeres, literatura queer...», añade la escritora argentina, que, por un lado, abraza la categoría de literatura del desplazamiento pero, por otro, se rebela ante ella a través de lo que describe como «colocarse en un puente»: «Estas etiquetas o catalogaciones las necesita el mercado. Por un lado te rebelas y por otro te dejas instrumentalizar. Es una oscilación, un ir y venir entre la pelea y el acomodamiento. Y precisamente esto es una metáfora de lo que es ser migrante. Es estar viniendo, de un extremo a otro, que acomoda, incomoda, vivir transitando como en un puente», concluye.