Entrevista |

Santiago Gil: «Los mejores argumentos se convierten en las peores historias»

El escritor de Guía, Santiago Gil, profundiza en los ingredientes que dan forma a su nueva novela 'Los días de Guayedra'

El autor de la novela 'Los días de Guayedra', Santiago Gil

El autor de la novela 'Los días de Guayedra', Santiago Gil / lp/dlp

Adentro del corazón de Vegueta, una placa en las paredes de una pequeña plaza indica el lugar donde se fundó la ciudad. Al amparo del Guiniguada, los conquistadores castellanos hallaron en 1478 un lugar de refugio. Este es el puente que conecta directamente con el escritor Santiago Gil, vecino del casco antiguo y canario original de Guía hasta la médula, conserva este enclave como lugar de calma y sosiego. Gil reflexiona en esta entrevista sobre la conexión entre canariedad y su nueva novela, Los días de Guayedra.

Su novela, Los días de Guayedra, es una reflexión acerca de la identidad canaria, pero también un manifiesto reivindicativo hacia los nacionalismos, ¿por qué la elección de estas temáticas? ¿La preocupación le surge a través de su faceta como periodista?

La novela al final se convierte en una reflexión del espacio que habitamos. Yo creo que la sensación que tengo como canario es justamente la de ser ciudadano del mundo. Defiendo mucho la visión de canario de Domingo Pérez Minic, que fue un histórico de la Gaceta del Arte. Él hablaba de que nosotros, cuando nos asomamos a la orilla, no sentimos claustrofobia, en contra de lo que la gente piensa, sino sentimos ansias de libertad. Realmente mi concepto de isla es un concepto de salida al mundo. En Canarias, el cruce de culturas, de razas y de historia, quiero que se sitúe desde el punto de vista de los personajes. Entre ellos Tenesor Semidán, que es la última voz de la época de la conquista, hace 500 años. Para mí es un referente, una persona pactista e inteligente, que durante años fue tratado como traidor.

El autor de la novela 'Los días de Guayedra', Santiago Gil

El autor de la novela 'Los días de Guayedra', Santiago Gil / Daniel Mordzinski

Darle una perspectiva más humana a su figura…

Fue un rey derrotado, como puede ser derrotado cualquiera de nosotros en cualquier momento. Solo tienes que ponerte en su lugar. A mí Tenesor me interesa mucho pero no quería quedarme solo en ese plano de la historia. Detrás de él han sucedido acontecimientos que nos trabajan a nosotros. Está la Ilustración, los ingleses, la migración a Cuba y Venezuela… Ese referente es el que desemboca en nosotros. Cool Beans [para el lector, el establecimiento de café especialidad en el que ha tenido lugar esta entrevista] es un ejemplo de lo que es Canarias para mí. ¿Qué es Cool Beans? Un espacio donde confluyen diferentes nacionalidades con toda naturalidad. Entonces, desde el punto de vista de la novela, en la que, además, quité muchas páginas, he tratado de acercarme a una identidad canaria con esa mirada totalmente universal.

¿Por qué quitó páginas?

Porque la novela la escribí hace seis años. Yo las historias intento dejarlas reposar por lo menos tres años. Cuando acabas de terminar te parece una maravilla. Luego la dejas reposar un año, te olvidas de ella, escribes otras cosas y vuelves a leerla. Entonces ves si realmente el paso del tiempo no te cegó, y te permites recortar mucho más. El proceso de corrección es un proceso de poda. De hecho, tuve la suerte de que contar con un editor, que es Mercurio, y su director Jorge Liria, además de un editor literario. Este es un profesor de literatura que ha escrito mucho, Victoriano Santana Sancurco. La escritura con Victoriano ayudó, por ejemplo, a poner voces en lugar de partes, y me plantea por ejemplo quitar el epílogo.

A partir de la página 40, si no sientes la música que emana de una historia, la novela está muerta»

Santiago Gil

— Escritor y periodista

Cuando termina de escribir un libro explica sentirse en un momento cumbre, ¿en alguna ocasión ha lidiado con el famoso síndrome del impostor? ¿Como profesor de talleres, aporta mecanismos a los alumnos para sobrellevar este sentimiento?

Yo vengo del periodismo, entonces soy bastante disciplinado. Escribo día a día, página a página, como decía Steinberg, ¿no? Soy escritor, sé a dónde voy a ir, pero no sé cómo voy a llegar. A medida que fluye el texto, cuando conecta, como digo yo, el estómago, el corazón y la cabeza, ahí es cuando no es impostado. Hace años podía sumar páginas, pero ahora con casi 57 años, si no me aporta el texto empiezo una historia nueva. Si no siento la música... porque es una música, escribir es dar con el tono o no. Entonces, suele pasar que los mejores argumentos se convierten en las peores historias. Sin embargo, el pequeño detalle, se convierte en una gran historia porque lo has armado con la seducción, el ritmo, la fuerza, la música necesaria para crear desde la nada algo, y darle la importancia a través de la propia novela. A medida que escribes, descubres que si la música no suena a partir de la página 40, muere una novela. Si tú estás forzándola, la novela está muerta. Si la novela no fluye, la novela está muerta.

¿Por qué cree que posee tanta facilidad para escribir novelas?

Tuve la suerte de empezar a publicar tarde. A escribir me inicié con 18, pero la primera novela fue a los 21, estudiando periodismo en Madrid. No vine a publicar hasta los 36, imagínate. En medio tuve la inmensa suerte de pasar por el periodismo muchos años, sobre todo por el escrito, en este caso el Diario de Las Palmas. Eso hizo que durante cinco años no escribiera ficción. Prácticamente leía una tercera parte de lo que había leído y lo que leo hoy, pero no hacía más que escribir, no hacía más que enfrentarme a la página en blanco. Antes de estudiar periodismo, estudié derecho. Un día decido dejar la carrera de derecho con primero y segundo aprobado, y me voy a Londres. La vida te da suerte. Tú tomas decisiones en momentos determinados cuando nadie apuesta por ti, cuando no eres nada y cuando además no sabes escribir. Quiero decir, el proceso narrativo es un proceso que vas a encontrar después. El hecho de empezar a publicar con 36 hizo que yo escribiera unas cinco novelas antes de publicar la primera. Tuve esa inmensa suerte. Los años baldíos es una novela que tiene muchas correcciones porque estuvo parada, y habrá otras novelas previas que no saldrán nunca.

¿Cómo define su identidad como escritor?

Si tuviera que definirme, me defino como escritor hispanoamericano. Ni canario ni español, hispanoamericano, porque para mí la patria es la lengua que manejo. Eso evita cualquier tentación diferencial. Yo abogo por que el idioma en este caso sea justamente un nexo de unión. Canarias se escribió con una buena parte de América, pero también miramos a África y a la Península.

Mi gran herida como canario es el destrozo de los paisajes. Guayedra es el único intacto»

Santiago Gil

— Escritor y periodista

¿Cómo sabe cuando una novela es de buena calidad?

Si tú no has volado alto en la escritura, quien lea no va a volar alto. También aprendes que no le vas a gustar a todo el mundo. Al principio te preocupa mucho pensar: «Dios mío, ha dicho que no gusta mi novela». Evidentemente te gusta gustar, como decía García Márquez, «Escribimos para que nos quieran de alguna manera», pero también descubres que lo que escribes va a llegar unas personas y otras no. Lo que sí intento, o por lo menos yo creo que lo he conseguido, es que el lector o la lectora que me lea no sea el cercano, sino que le pueda gustar a un lector en Estados Unidos, en Londres, en Madrid o en Buenos Aires. O sea, que no sea una conexión por cercanía, sino que sea una conexión por lo literario.

¿Qué mecanismos de enseñanza emplea en los talleres?

Insisto mucho que no se puede enseñar a escribir. Enseño a crear. Yo aporto lo que yo he aprendido, solamente. Que es lo que yo he aprendido de otros escritores leyendo. Solo se puede aprender a escribir leyendo, y luego aprender a crear, que es lo que te diferencia. Lo que realmente aporta es lo que eres tú como ser humano. Cervantes decía, lo que se sabe sentir se sabe escribir. Si tú no has sentido previamente, no vas a poder escribir. Y eso lo vas a transmitir cuando escribes. Yo particularmente de mis ocho últimos libros, sobre todo las novelas, las defiendo todas. La poesía no.

Santiago Gil, en una imagen de archivo

Santiago Gil, en una imagen de archivo / José Carlos Guerra

No es lo mismo la poesía que la novela. Ni tampoco como madura en el tiempo, ¿no?

Yo lo digo siempre. Empecé por la poesía. De la poesía, pasé a la novela, después al periodismo y vuelvo muchas veces a la poesía, pero esta última no viaja contigo en el tiempo. Porque en la poesía si soy yo. La poesía es muy personal. En la poesía si me muestro. En la novela soy yo en otro personaje, muy escondido. Y además mi personaje tiene que tener vida más allá de mí. Yo tengo más de 100 personajes creados. Soy todos, sí. Soy el malvado, el santo, la mujer, el niño, el anciano… porque uno tiene que saber ser el otro cuando escribe en primera o en tercera persona contarlo en tercera persona. Yo soy Tenesor en esta novela.

También es la protagonista cuando emigra a Londres, o cuando se entristece por la edificación del Puerto de las Nieves.

Soy la protagonista, claro. Es mi vida. Volví a Mercurio, que no publicaba en la editorial desde hace años, porque sacó hace años La costa de los ausentes. Una novela mía que se sitúa en el norte, donde la protagonista Nieves Rivero es una mujer que aparece al principio de la novela. No hay que leer este libro necesariamente, porque Nieves soy yo, el personaje más parecido a mí. ¿Por qué Nieves? Porque se mueve en mis paisajes, viaja a las ciudades en las que yo viví y vive una vida parecida a la mía sobre todo en la juventud, adolescencia y formación universitaria. Hasta los años ochenta, Nieves soy yo.

Ha escrito en otras ocasiones sobre Guayedra, en Una isla contada. Antología para recorrer Gran Canaria, ¿diría que el misticismo de este último reducto prehispánico le remueve la creatividad?

Piensa que yo el primer poema lo escribo allí. A mí desde niño, Tamadaba y Faneque era el paisaje que me emocionó. Y después tengo la herida del muelle. Yo me crié en esa zona de Agaete, era un paraíso. Lo que era mi paraíso está tapado por hormigón, por ruido. Entonces yo lo que es mi espacio, el Puerto de las Nieves, lo perdí. Pero en Guayedra encuentro el mismo paisaje que el que veía con 15 y 16 años. Es como buscar mi lugar en el mundo. Mi gran herida como canario es el destrozo del paisaje de mi infancia, tanto en Guía como en Agaete, como en Gáldar y en Arucas. La falta de respeto absoluta a la memoria, que es lo que no verán los que vengan 300 años después de nosotros. El escenario de Guayedrá está tal cual estuvo hace 500 años. Para tener identidad, primero defendamos nuestro patrimonio principal, que es el paisaje.