Literatura

Canariedades

El libro, que cuenta con trece artículos de diversos autores aborda diversos temas como la identidad, el habla o las grietas que dividen a la sociedad de las Islas

Canariedades

Canariedades / LP/DLP

Javier Doreste

Javier Doreste

Hablar de este volumen es complicado. Consta de trece artículos, un excelente prólogo, una meticulosa introducción y dos textos literarios. Dejemos estos últimos junto con el prólogo y la introducción y centrémonos en los trece artículos. Son de distintos especialistas: antropólogos, filósofos, filólogos… y giran en torno a la búsqueda y definición de la identidad canaria.

La variedad de puntos de vista y, sobre todo, las diferentes formas de abordar la requerida identidad, convierten al libro en imprescindible para aquellos que se interrogan sobre nuestro pueblo. ¿Qué somos? Lo mejor es que está abierto en sus conclusiones. No opta por ninguna respuesta sino que ofrece varias según sea la posición de cada uno de los autores. No lo hace de manera acrítica, buena muestra es el destacado trabajo de Roberto Gil, diseccionando y discutiendo con autores incluidos en el libro. De ahí la vivacidad que se mantiene a lo largo de sus páginas. Contribuyen a esa vivacidad textos como el de Mariano Santa Ana o la destacada reflexión sobre las islas como utopía del doctor Daniel Barreto. Utopía o más bien anhelo de una vida mejor, más plena, que no puede renunciar para ello ni al paisaje ni a la interacción con nosotros mismos, las victimas silenciadas de dónde venimos, ni a la solidaridad con las que nos vienen. Pues si de identidad se trata, siempre se define esta en relación al otro. Nótese bien que no decimos frente, sino en relación. La carga política del texto es plena.

Se hace difícil elegir cuál de los trece trabajos debe figurar en el breve espacio de estas notas. El de la profesora Paula Fernández tiene el indudable mérito de resumir de manera acertada y certera, perdónese la iteración, las teorías sobre la poesía canaria, extensibles a toda la literatura canaria, desde que comenzó el debate. Y si figura en este libro es porque la poesía, la literatura toda, se construye con el lenguaje. Y si algo nos define a los canarios es precisamente el lenguaje, nuestra habla. Lo mismo puede aplicarse al trabajo de Iván Vega sobre la Glotofobia, llamando la atención sobre las distintas agresiones que sufre el habla canaria en la actualidad y el descuido con el que las administraciones autonómicas operan ante ello.

Sobre el silencio mentado por Barreto trata Pablo Estévez. El silencio de los guanches dominados, esclavizados, silencio que se une al de los esclavos negros y moriscos, tan ignorados hasta las investigaciones del profesor Lobo y reivindicados por Claire Laguian en su artículo. Sobre estas memorias olvidadas o silenciadas escriben Rubén Sosa y Larisa Pérez mientras que José Miguel Perera aborda el asunto de la pedagogía como liberación centrándose en la figura del psicólogo social Manuel Alemán y la influencia de Paulo Freire en las escuelas de las islas.

Liberación que solo puede lograrse con la autoafirmación del dominado frente al dominante. Por ello es preciso abordar la identidad de los canarios, como acto de afirmación de los de abajo frente a los de arriba. Roberto Gil entra de lleno en la problemática de la identidad, denuncia la hegemónica, la de las élites que más se parece al regionalismo cultural del franquismo, una identidad de «coros y danzas», utilizada para mantener los privilegios económicos de dicha élite.

Polemiza con alguno de los autores que figuran en el libro, más cercano, a mí parecer, a los planteamientos de Stuart Hall: identidad ¿para qué? Señalando que centrarse en los ancestros, sean amazigh o africanos, o en la criollización canaria o el mestizaje, es un proceso de blanqueamiento de Canarias y una forma inconsciente de esconder las profundas grietas que dividen la sociedad de las islas: grietas de clase, de sexo, de género. Pues, con acierto, defiende que todos somos además de canarios algo más. Y ese ser algo más, hombre, obrero, mujer, trans, etc. no puede ser subsumido, borrado, ignorado, en la supuesta identidad como pueblo que hay que construir. Plural, abierta, nunca cerrada del todo.

De esa construcción y del éxito de las clases dirigentes canarias para eliminar el conflicto identitario, trata el trabajo de José Miguel Martín. Una clase dirigente que abandona de hecho el nacionalismo, huye del conflicto ideológico e identitario con la metrópoli, y se centra en la defensa de su Régimen Económico Fiscal, las ayudas y las subvenciones, las políticas compensatorias como región Ultra periférica, Zonas Especiales, etc. que convierten a las islas en lo que Santa Ana llamó en una ocasión “vergel de belleza fiscal”.

Señala Martín que no se puede hablar de partidos nacionalistas cuando nos referimos a Coalición Canaria o Nueva Canarias, hermanos hasta el otro día, como quién dice. Se trataría más bien de partidos regionalistas, centrados en la defensa, repite, de los intereses de las élites que de la construcción de los canarios como pueblo dueño de sus destinos. Lo que acaba de afirmarse con la posición de los dirigentes de Coalición Canaria ante el asunto de la amnistía catalana. Fieles escuderos de la metrópoli, sin entrar nosotros, ahora, en esa cuestión.

Cierra el volumen, con extraña simetría, un interesantísimo artículo de Silvia Zelaya sobre inmigración e identidad. Recuerden que sobre el mismo tema nos hablaba Barreto en el primero de los ensayos aquí compilados. Zelaya insiste en la necesidad de mantener una concepción de la identidad abierta, capaz de acoger sin victimismo ni racismo a los inmigrantes. Alza su voz contra la actual política de inmigración española y europea que convierte a las islas en un callejón sin salida, excepto las deportaciones forzadas.

Reclama políticas más justas para los que vienen, que no los silencien las autoridades y acciones enfocadas a combatir los elementos de racismo que están surgiendo en las islas, alentados por motivos políticos muchas veces y que empiezan a calar entre nosotros. Es el olvido de la memoria que nos dice que nuestros ancestros vinieron como inmigrantes y en casi todas las familias hay parientes que emigraron. Texas, Méjico, Uruguay, Luisiana, Cuba, Venezuela, territorios a los que a durante siglos han emigrado los canarios forzados por el hambre y la necesidad. Como forzados por el hambre, la guerra y la necesidad, nos llegan a nosotros. Zelaya pide que no olvidemos que parte de nuestra identidad es el hecho de la migración y que debería hacernos más solidarios en los tiempos actuales.

Sé que el resumen de estos trece ensayos es injusto e incompleto. Todos ellos se merecen una exposición más detallada. Pero nuestra intención es la de llamar la atención sobre este libro e insistir que los temas que trata nos conciernen a todos de alguna u otra manera. Se convierte por ello, no solo en un libro necesario para que empecemos a preguntarnos que somos los canarios, sino en un libro de rigurosa actualidad.

El asunto de la identidad canaria vuelve a estar sobre la mesa. Orientarnos en el laberinto de las distintas voces y teorías es lo que han perseguido los compiladores. Su mérito está en la amplitud de miras con la que abordan la tarea y la honestidad intelectual que les permite agrupar distintas y diferentes voces sin condenar o censurar ninguna. Libro abierto y con esa mentalidad de apertura debe ser leído. Libro que nos recuerda las palabras de la doctora Carmen Alayón en su discurso de ingreso en la Academia Canaria de la Lengua: «El edificio de lo canario no tiene una sola columna, (…) tantas como aportes culturales han arraigado entre nosotros». Y no nos queda otro remedio, o somos eso, sin exclusiones ni mitificaciones, o nos veremos reducidos a ser solo una parte de lo que nos correspondería.