Teatro

El sueño de la tribu moderna

Internos del Centro Penitenciario Las Palmas I representan en Sevilla una obra sobre el inconsciente y la sabiduría de los pueblos indígenas

Un momento de la representación de ‘Atrapasueños’ en la Sala Insular de Teatro.

Un momento de la representación de ‘Atrapasueños’ en la Sala Insular de Teatro. / LP / DLP

Un grupo de internos del Centro Penitenciario Las Palmas I, bajo la dirección de la Asociación Hestia, representa hoy en Sevilla la obra ‘Atrapasueños’ dentro de la sexta edición de Ético: Encuentro de Teatro de Inclusión y Comunitario. El educador social, Graziano Pellegrino, explica los detalles de la obra. 

Las tribus antiguas veían en los sueños peligros inminentes o advertencias importantes que había que tener en cuenta para no sufrir algún percance o infortunio. Y esa sabiduría, que es común en muchos pueblos aborígenes de la Tierra, es la base de la nueva obra de teatro que los internos del Centro Penitenciario Las Palmas I, bajo la dirección de la Asociación Hestia, y con el apoyo de la Fundación Canaria de las Artes Escénicas y de la Música de Gran Canaria y de la Fundación Mapfre Canarias, han puesto en funcionamiento con el nombre de Atrapasueños

Un total de doce actores, incluidos exinternos y voluntarios de la asociación, bajo la dirección del educador social y director de la obra y dramaturgia, Graziano Pellegrino, en un proyecto que ya estrenaron el pasado mes de noviembre en la Sala Insular de Teatro, pero que también representarán hoy sábado, a las 21.00 horas, en el Centro Internacional de Investigación Teatral TNT de Sevilla, dentro de la sexta edición de Ético: Encuentro de Teatro de Inclusión y Comunitario. 

La obra se ha creado de forma colectiva a partir de esos sueños nocturnos que los internos del taller de teatro social compartieron en grupo a lo largo del 2023. «Durante uno de los talleres, un interno habló de lo que había soñado la noche anterior un suceso especialmente raro y conmigo estaba una terapeuta que está especializada en desvelar sus significados», explica Pellegrino. «Comenzamos a hablar de cuál podría ser el sentido. A partir de ahí empezamos a trabajar el tema de los sueños durante diez meses. Luego, de estos relatos surgieron los monólogos y las coreografías que se crearon de forma colectiva», añade a continuación. El guion se fue enriqueciendo con las memorias de los Jesuitas franceses sobre los indígenas hurones de Canadá y del norte de América que, como el resto de las tribus de la zona, daban mucha importancia al sueño.

«Nos reuníamos una vez a la semana, formábamos un círculo y cada uno contaba lo que había soñado y buscábamos una explicación colectiva», recuerda el director. Mayormente, eran pesadillas bastante aterradoras en las que aparecían demonios o figuras monstruosas que estaban conectados con traumas de sus vidas. Otras veces aparecía un familiar que había fallecido para apoyarlos en esta etapa difícil de sus vidas y darles consejos sobre cómo tenían que hacer las cosas. 

Conflicto

«Se producía lo que hemos llamado el conflicto del camello porque la mayoría de ellos vendían droga», recuerda Pellegrino. «Uno soñó que llegaba en barco a la Isla, pero no sabía qué tipo de sustancia transportaba, y cuando descubre que eran niños se siente culpable», añade. «Luego se marcha y ve que entre esos niños está su sobrina con lo que vuelve hacia atrás, la compra y se la devuelve a su hermana. Luego, en la interpretación, vimos que él sentía que con la venta de drogas estaba destrozando muchas vidas inocentes, pero solo se dio cuenta de esto cuando alguien de su familia sufrió esas consecuencias», explica.

Los actores forman como una tribu moderna que, al igual que los antepasados indígenas, también están como en una reserva en la que tienen que hacer caso a lo que dice el sueño. «Muchos tienen sueños premonitorios», señala el director. «Varios de ellos reconocieron que habían soñado que iban a entrar en prisión o que un amigo que falleció había hecho un viaje patera». Y aquí viene a colación una de las frases que recogieron los Jesuítas en sus escritos: ‘quien no hace caso al sueño es culpable de gran crimen’.

La figura de Nietzsche también resulta importante, ya que en esta tribu hay como un chamán que es Zaratrusta. «Para ellos el superhombre, es el deseo de tener una vida buena, ganar mucho dinero, resolverlo todo rápido, etc.». Este narrador les anima a buscar un mejor sentido a esos sueños porque la tribu encuentra un sentido más superficial. 

Posteriormente, el narrador prepara un ritual chamánico donde realiza una interpretación freudiana de esas imágenes oníricas, relacionado con que hay una parte inconsciente, que es lo que el sueño realmente propone, y una parte consciente que busca darle un sentido a todo. La escenografía es fiel a las características del llamado teatro pobre, con un atrezzo muy austero. Los actores aparecen vestidos de blanco, con una camiseta con diseños medio indios, y actúan bajo una enorme red que es el atrapasueños al que se refiere el título. Los únicos elementos que les acompañan son sábanas, y almohadas. 

La obra termina con una pregunta directa al público ¿es posible que se cumpla un sueño colectivo?. «Se trata de la posibilidad de que la humanidad entera pueda soñar sobre un mundo sin guerra o injusticias», añade el director.