Un edificio de cinco plantas de la calle Sagasta y con vistas al mar, en pleno epicentro de la mítica playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria, acogía el retiro tranquilo de un gurú de la farmacología. "Yo soy médico deportivo y doctor en medicina. Eso quiero que me ponga", aclaró el pasado 19 de septiembre, cuando LA PROVINCIA le ofreció hacer un artículo de opinión sobre la Vuelta Ciclista España. "Entrevistas no. Cuando acabe todo (la Operación Puerto) hablaré", dijo en medio de la redacción, a la que acudió en compañía de su hija pequeña, por la que se desvive, aquel domingo reciente.

Hacía sólo un año que residía en la nueva vivienda tras separarse de su esposa, la ex atleta Cristina Pérez, y abandonar el chalé de la pareja ubicado en la zona más húmeda (y cara) de la Isla, Santa Brígida. Eufemiano Fuentes (Las Palmas de Gran Canaria, 1955), se ganaba la vida como médico de cabecera de un ambulatorio de barrio. "Cobro dos mil y pico euros, pero vivo tranquilo", explicaba. Hasta que el pasado jueves, poco después de las ocho de la mañana, la Guardia Civil volvió a tocar a su puerta. Nacía así la Operación Galgo, otro ataque contra el dopaje en el atletismo que ha puesto patas arriba el deporte español y ha centrifugado las iras de la prensa extranjera, esa que aún perseguía a Eufemiano por Canarias: "De vez en cuando, cuando salgo de la consulta, me encuentro con dos periodistas alemanes que me llevan persiguiendo desde que estalló la Operación Puerto", confesó en la redacción.

Bajo la denominación de especialista en ayudas ergogénicas, Eufemiano Fuentes se hizo un hueco desde muy joven en el deporte español. Nada más acabar la carrera de medicina en Navarra, especialidad de Ginecología, entabló relación con Manuel Pascua Piqueras (también detenido el jueves) que lo acogió como médico de la Residencia Blume, el centro de alto rendimiento del deporte español. Pascua Piqueras lo conoció hace muchos años, en la década de los setenta, cuando el chaval canario se aficionó por el atletismo en su etapa de estudiante. No era una estrella ni prometía serlo, a pesar de que algún campeonato de España universitario adorna sus vitrinas en soledad.

Tras acabar sus estudios, el que está considerado el mejor entrenador de corredores de la historia lo metió de lleno en la Real Federación Española de Atletismo (RFEA). Ahí entabló contacto con Guillermo Laich, otro galeno, argentino, de la mano del que creció el doctor Eufemiano Fuentes. Fue Laich quien lo enseñó a convertir en campeones a deportistas prometedores. Como la que fue su esposa hasta hace un año, Cristina Pérez, a la que conoció en la Residencia Blume de Madrid.

Procedente de una de las familias más pudientes de Gran Canaria de mitad de siglo pasado (su tío, del mismo nombre, era el famoso industrial tabaquero desaparecido en los setenta cuyo cuerpo asesinado apareció, supuestamente, en un pozo de aguas negras), el joven doctor nunca tuvo problemas para situar su residencia en Madrid, a pesar de que su sueldo por entonces era más que discreto.

Cristina Pérez se convirtió en una de las mejores atletas del país, con récords de España en varias modalidades de velocidad y hasta un tercer puesto en el Campeonato de Europa de 400 metros lisos celebrado en Francia. Era el año 1987 y la atleta canaria, de la mano de su marido, despuntaba.

Pero fue precisamente ese fatídico año cuando el dopaje comenzó a asociarse a Eufemiano Fuentes, tras un positivo de Cristina Pérez que la Federación se vio obligada a anular por un defecto de forma en la toma de las muestras de orina. Y Eufemiano desapareció del atletismo (al menos eso se creía hasta el jueves) para adentrarse en el apasionante mundo del ciclismo, donde el deportista lleva el cuerpo al límite y el lugar en el que ya había hecho algunas incursiones un par de años antes, de la mano de otro de los detenidos el pasado jueves: Luis Pascua Piqueras, hermano de Manuel.

Como médico de este deporte adquirió fama internacional y se asoció a los mejores ciclistas del momento, como Pedro Delgado o Marino Lejarreta. Comenzó entonces la leyenda: "En lo que realmente es bueno Eufemiano es en sustancias enmascaradoras. Las dopantes las conocen todos los médicos", aseguró ayer alguien que le sigue los pasos desde hace dos décadas.

Sustancias enmascaradoras. Aquellas que ocultan en los análisis esas otras sustancias consideradas dopantes y prohibidas en el deporte. "La EPO, tan de moda últimamente, la conoce Eufemiano desde hace más de diez años", explica la misma fuente.

Trabajó como médico de la ONCE, junto al mítico Manolo Saiz (imputado en la Operación Puerto) y luego recaló en el Kelme, donde los más prestigiosos ciclistas pasaron por sus manos: Roberto Heras, Fernando Escartín, Óscar Sevilla o el mítico escalador colombiano Santiago Botero. Y ahí llegó también su hermana, Yolanda Fuentes, igualmente médico de profesión y otra de las detenidas el jueves en la Operación Galgo. También está imputada en la Operación Puerto. En una entrevista con LA PROVINCIA, en 2006, soltaba uno de esos titulares de primera página: "No nos engañemos, señores, nadie sube el Tourmalet con unos filetitos y una ensalada", dijo entonces.

En 2001, con la UD Las Palmas en Primera División, el entrenador croata Sergio Kresic tenía una gran preocupación por la recuperación de sus futbolistas, cansados de tanto viaje entre Canarias y la Península cada fin de semana. Redactó un informe al consejo de administración en el que pedía un "especialista en ayudas ergogénicas"; el nombre del médico, Eufemiano Fuentes. En uno de los partidos más importantes que disputó la UD aquella temporada, en Vallecas frente al Rayo, estalló la polémica: un periodista radiofónico lanzó en antena que había visto a Eufemiano inyectar algo a los jugadores amarillos. El club tuvo que dar explicaciones por media España. Pero no pasó nada más.

Siempre bien relacionado, otro de los íntimos amigos de Fuentes es Walter Viru, el médico chileno imputado en la tercera de las investigaciones antidoping de España, la Operación Grial.

Todo eran sospechas y rumores hasta 2006. El 23 de mayo, Eufemiano Fuentes se convierte en Astérix y estalla la Operación Puerto. Lo detiene la Guardia Civil junto a ciclistas de renombre internacional y aparecen como por arte de magia envases de EPO, hormonas del crecimiento, anabolizantes y bolsas de sangre celosamente guardadas en neveras y con las iniciales de un sinfín de ciclistas escritas a rotulador. Dicen que también había sangre de futbolistas, pero no se ha podido probar nada al respecto. Astérix es el nombre con el que lo citaban en las conversaciones telefónicas.

Tras ser puesto en libertad, Eufemiano Fuentes se retira a su tierra natal en busca de tranquilidad mientras observa cómo el caso se cierra en falso y se reabre por orden de la Audiencia Provincial de Madrid, que ahora le busca fecha para juicio. Tras separarse de Cristina Pérez y pasar consulta diaria en el ambulatorio de Altavista, "todos creíamos que lo había dejado", afirma alguien que conoce su historial al dedillo. Hasta que el pasado jueves la Guardia Civil volvió a tocar a la puerta de su casa, bajo el precioso sol de la playa de Las Canteras como testigo. Un sudor frío volvió a recorrer la frente del deporte español.