Un nuevo golpe en la moral amarilla. Las botas pesan y la Unión Deportiva se encuentra contra las cuerdas. Ayer en el estadio Alfredo Di Stéfano de Valdebebas repitió errores del pasado para perder ante un Real Madrid Castilla al que le bastaron con tres zarpazos de calidad para quedarse con el botín de los tres puntos. La temporada avanza y el navío amarillo aún no ha salido del puerto. El proyecto de Sergio Lobera se tambalea y el objetivo del play-off se aleja cada vez más.

Muy poco, casi nada, ofreció ayer la UD en la primera parte de un partido en el que se jugaba la vida. Entró a la batalla dormida y encajó un gol cuando no habían pasado ni tres minutos de duelo. El delantero madridista Borja remató a placer, sin oposición, en el corazón del área y la frágil moral amarilla quedó ya herida de muerte. Fue una acción elemental; un pase a la banda, un centro al área y un remate franco al que nada pudo hacer el meta Alejandro. De nuevo a la UD le tocaba remar en la adversidad y con la corriente en contra. Ni siquiera el regalo en el despeje del arquero madridista Jesús sobre un balón fácil, tres minutos después, que supo aprovechar a placer David García para firmar el empate, sirvió para reflotar el ánimo. De nuevo surgieron las dudas, la falta de personalidad, la ausencia de carácter y la pasividad defensiva. Se dejó jugar y el Castilla aceptó la invitación para convertir el duelo en un constante uno contra uno; la suerte que más dominan.

Una y otra vez Las Palmas era desbordada. Tanto el centro del campo, con un Vicente desaparecido y un Hernán superado, como por las bandas que se convirtieron eran auténticas autopistas, para pesadilla de Corrales y Pignol, en la exhibición de velocidad y talento de jugadores como Mosquera, Borja, Lucas y sobre todo Jesé, el jugador grancanario que ahora triunfa en el filial blanco y que nadie supo ver cuando de niño regalaba regates en campos como los de La Ballena. Precisamente el 10 con acento canario pudo romper la igualdad en el minuto 8 de partido con un remate potente que por fortuna para Alejandro, cuando éste estaba ya batido, se estrelló en el larguero. Este fue el segundo golpe de suerte para el conjunto de Lobera, que se encontró de nuevo ante la oportunidad de obrar el milagro de la resurrección, pero la UD había perdido toda iniciativa y el control en el centro del campo. Los niños del Madrid disfrutaban con libertad, buscando una y otra vez el pase entre líneas y el desborde. Mientras tanto, los amarillos sudaban tras ellos para perder, después, sus contadas ocasiones por precipitación. La UD había perdido su sello. No había pausa. Solo una huida alocada hacia delante que moría, una y otra vez, sin suerte.

El Castilla estaba convencido en su papel protagonista al encontrarse en su situación soñada. El gol iba a llegar tarde o temprano, por eso cuando, a la media hora de partido, la UD cometió una falta al borde del área, el graderío de Valdebebas, repartido casi a partes iguales entre madridistas y grancanarios, rompió en un presentimiento. Era el escenario perfecto para el talonador madridista: el balón, a cuatro metros de la frontal; Jesé que se perfila, al más puro estilo Cristiano Ronaldo; empujones en la barrera; esta se abre por el lado de Hernán y Macky y el disparo potente y cruzado se cuela de manera incontestable en la portería de la UD. El sufrido Alejandro quedó sin reacción y recogió el cuero de la red cuando Jesé celebraba sin fiesta el tanto mientras con las manos pedía perdón a la afición insular.

La UD era un muñeco de trapo en manos de la cantera blanca. Malos pases, imprecisiones, errores en los controles, malos gestos y las miradas clavadas en el suelo. El jugador grancanario del Madrid pudo matar el partido a pocos segundos del final del primer tiempo en una contra de su equipo. Tras el saque de una falta de la UD, los blancos volaron al contraataque sin que en el repliegue Nauzet pudiera frenar con falta a su rival. Jesé apareció para doblar a un compañero, encaró a Alejandro y disparó para acabar con toda ilusión amarilla pero, por suerte, una más en el día de ayer, el balón se marchó desviado.

Tras el descanso la UD sí mejoró. Por fin despertó de su letargo de 45 minutos y con fuerza y seguridad empezó a jugar en campo rival. Por primera vez los de amarillo retuvieron el cuero, jugaron con sentido y pausa y buscaron a sus alas, hasta el momento desparecidas. Era ésta la actitud con la que debió haber iniciado el partido. Vitolo resurgió y la entrada de Momo revolucionó el partido. Poco a poco la UD fue sumando créditos cuando, en el minuto 65, en la continuación de una jugada que nació en el saque de esquina, Momo y Vitolo se encontraron en la banda derecha. El primero le sirvió una pared al segundo y éste, Víctor Machín Vitolo, marcaba con una vaselina sobre la salida del portero. La UD había demostrado que podía. Había empatado, pero con esto no hizo sino despertar a la bestia goleadora del Real Madrid Castilla. Lo que para unos había sido un odisea para los blancos fue un pase por el campo. De nuevo en carrera y al contragolpe, por la banda de Corrales, los de Toril resolvieron a placer. Llegada al área, pase atrás y gol de Lucas. Así de fácil.

El duelo terminó de definirse como correcalles. La UD sumó nuevas oportunidades y los locales no supieron resolver a la contra. Con esto, Las Palmas tuvo el empate en las botas de Guerrero, sin suerte en el remate y en el lanzamiento de una falta de Momo.