Jose Mourinho, el entrenador del Real Madrid, presume, con razón, de ser el único técnico que ha triunfado en las ligas más importantes de Europa: Inglaterra, Italia y España por el orden en las que participó tras su aparición en Portugal. Es un políglota que habla el idioma que precise para su trabajo. Como no ha estado en Alemania no necesita hablar alemán. Ni para dirigirse a los jugadores o a los periodistas ni para afrontar con posibilidades de éxito sus duelos con equipos alemanes.

El año pasado cuando el Madrid había tomado la autopista de la Décima, la Copa de Europa, por supuesto, un Bayern de Múnich más templado que su rival, lo quitó de en medio. La semifinal europea fue una de esas decepciones que duelen en el alma merengue y que no borró el título de Liga.

Ahora se ha vuelto a estrellar contra un equipo alemán, el Borussia Dortmount, que ganó al Madrid en su campo y que a punto estuvo de hacerlo en el Bernabéu de no haber sido por la inspiración de Ozil capaz de transformar en el último suspiro de un partido casi perdido un libre directo con la sutileza que nunca tiene Cristiano Ronaldo, que debe de llevar un siglo sin hacer gol en un saque de falta. El equipo alemán, con una plantilla muy alejada del prestigio de la que tiene a sus órdenes el malhumorado portugués, supo en los dos partidos de la Liga de Campeones desactivar a un Madrid que sólo tiene a Xabi Alonso para fabricar fútbol, algo que parece importarle poco a Mourinho, empeñado en los balones largos, la velocidad endiablada y la puntería de los rematadores. Neutralizado Xabi Alonso, el ataque blanco queda sin apenas respuesta como se ha visto en los duelos recientes con el campeón alemán y como quedó claro en las semifinales de la pasada edición de la Liga de campeones.

La fórmula de Mourinho suele dar frutos en los encuentros de la bipolar Liga española cuando los equipos de menor nivel que los dos alemanes dejan espacios y huecos para que el ataque blanco se luzca. Pero en cuanto aparecen rivales que imprimen orden en su juego y tienen jugadores que no paran de corren en un loable afán solidario, la falta de juego del Madrid es patente. Un clásico como Amancio lo ha denunciado tras el empate del martes en el Bernabéu: "El Madrid tiene muchos violinistas arriba, pero Xabi Alonso se queda solo más atrás y no puede con todo", puntualizó cuando fue preguntado sobre su ex equipo. A Modric, el último fichaje del entrenador portugués, no se le vio y ya comienza a ser cuestionado por un amplio sector de la afición que mide a sus jugadores por su papel en los grandes partidos. Modric no pudo con el partido como Mourinho no puede con los equipos alemanes que le ganan siempre en orden y en capacidad de mover el balón más allá de mandarlo en largo para que corran Cristiano Ronaldo o Di María. Mourinho empieza a necesitar clases de alemán.