Objetivo, que el Gran Canaria Arena se convierta en una bombonera para el encuentro de mañana viernes (20.30 horas) ante el Hapoel Jerusalén. Tras la amplia derrota del pasado martes en suelo israelí, la victoria del Herbalife en el segundo encuentro de la serie de cuartos de final resulta imprescindible para que el cuadro amarillo siga vivo en la Eurocup. Un triunfo supondría el regreso de la eliminatoria a Tierra Santa para dilucidar el tercer y definitivo choque, previsto para la semana que viene.
La plantilla del Granca se muestra segura de que, una vez más, su fiel afición estará ahí para animarlos cuando necesitan a la marea amarilla como sexto hombre. Su apoyo será fundamental para sobreponerse ante una situación límite, como ya ocurrido varias veces en lo que llevamos de temporada.
La hinchada del cuadro grancanario confía en que nuevamente su equipo vuelva a resurgir después de una adversidad, como ya ocurriera en el inicio de la Liga Endesa, después de un 0-4 en las primeras jornadas, y en la propia Eurocup, donde en la segunda fase de la competición -el Top 16- hubo que remontar un 0-2 con un último partido decisivo ante el Montakit Fuenlabrada en el coliseo de Siete Palmas.
Por la trascendencia que tiene el encuentro de mañana y por el potencial del rival, se presagia una gran entrada en el Gran Canaria Arena. Según fuentes del club, hasta ayer ya se habían contabilizado más 6.000 entradas vendidas para el duelo trascendental contra el Hapoel Jerusalén. Unos 5.000 fueron los abonados que retiraron su billete en el plazo establecido. Se espera que entre hoy y mañana el ritmo de ventas se incremente y el pabellón se vista de gala.
Y es que en las dos últimas temporadas la Eurocup ha deparado noches mágicas en el recinto deportivo de Siete Palmas. Anecdóticamente, éstas no terminaron bien para el conjunto amarillo, al que se resistió el objetivo en el anterior formato de la competición -a partido de ida y vuelta-.
En la campaña 2014-15, cuando el Granca de Aíto García Reneses se jugaba el título frente al Khimki de Moscú, caía en su feudo por un resultado (66-91) que prácticamente le alejaba del que hubiese sido un histórico entorchado continental. En el siguiente curso, en un partido agónico, el cuadro claretiano se quedó a las puertas de una nueva final al quedar eliminado por el Galatasaray, a la postre campeón. En la vuelta de semis, tras prórroga, se quedaba a dos puntos de la gesta.