Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Iballa Ruano, ayer, posa antes de entrar a surfear en el norte de Gran Canaria, con El Roque, al fondo.JOSÉ PÉREZ CURBELO

Distinciones Gala Gran Canaria Isla Europea del Deporte

"El mar es mi oficina y voy a ella con gusto todos los días"

"Me toca subirme sola a recoger el premio, pero este nuevo reconocimiento es también de Daida", afirma Iballa Ruano, campeona del mundo en olas PWA 2017

Si le digo que enumere todos su palmarés del tirón, ¿sabría contestar?

Mmm... No [se ríe]. Ayer [el viernes para el lector], me entró la duda de si eran nueve o diez veces Campeona del Mundo. Lo que sí sé es que entre mi hermana Daida y yo sumamos 27 Campeonatos del Mundo. Daida 18 veces y yo 9, creo.

Dicho así parece hasta fácil.

Para mí lo más impresionante es que desde el año 1999, que conseguimos el primer título mundial, hasta el 2017, o ha sido Daida o ha sido Iballa campeona del mundo. Y si no, pues ha sido segunda o tercera. Me quedo con eso, con que hemos compartido podio los últimos 20 años casi. Es un deporte muy difícil en el que no es fácil estar siempre arriba porque vienen chicas empujando muy fuerte. Ha sido y es un honor compartir podio con mi hermana tantas veces, me quedo con esa sensación. La gente está acostumbrada a vernos ganar, pero no es nada fácil. Porque no es solo el Mundial sino todo lo que conlleva la temporada.

Parece que da igual cuando lo leas: 'Iballa o Daida Ruano, campeona del mundo'. Es que cae año tras año el titular.

Exacto. Es una pena que se acostumbren porque no sé si quedarán muchos más. Lo llevamos con mucho orgullo y solo podemos seguir luchando por lo que nos gusta y seguir en nuestro deporte que es lo que más nos gusta.

Detrás de ese titular, ¿qué hay año tras año?

Una familia y unos amigos orgullosos y mucha motivación. Hace unos años estuvimos a punto de dejarlo todo porque perdimos a uno de los patrocinadores de ropa. Pero llegó Anfi y gracias a ellos pudimos seguir arriba.

Cuando acabemos la entrevista [se realizó ayer en El Pagador] se meterá a entrenar en el agua, pero ¿recuerda la primera vez?

Sí claro, eso no se puede olvidar. Fue a través de un amigo turista italiano que nos dejó probar su material para la modalidad de olas, directamente. Ese sería el paso número 20, pero nos lo saltamos. Fue imposible navegar, pero fue nuestro primer contacto con el deporte. Teníamos 17 años. Ese mismo año, un vecino de la playa de Pozo Izquierdo iba a tirar una tabla de iniciación y nos la regaló. Entre eso y mástiles y velas que nos iban regalando algunos turistas que venían a surfear, recolectamos material y formamos nuestro primer aparejo. Aprendimos por nuestra cuenta. Éramos yo, mi hermana, y otros dos amigos de la playa, Julio y José. Íbamos haciendo turnos, aprendimos todos juntos.

¿Había cultura de surf en casa?

No. Nuestro padre nos regaló algún 'bugui' de Kalise de corcho. Nos gustaba saltar contra la ola que reventaba en la avenida y partimos algún 'bugui' así. De ahí salió nuestra afición al bodyboard, después al surf y, finalmente, al windsurf, que fue una experiencia increíble. Fue una pena no conocerlo antes, pero lo cogimos muy rápido. A los dos años de iniciarnos en el deporte empezamos a competir a nivel mundial.

Tras tantos años, ¿la relación con el mar sigue siendo tan especial como la primera vez?

Sí. Todas las noches me voy a la cama viendo el Windguru [web con previsiones de vientos y mareas] para plantear mi día siguiente. Es un estilo de vida. Hago lo que me gusta. El mar es mi oficina y voy todos los días con gusto.

¿Cuándo se dan cuenta de que el windsurf se puede convertir en su vida?

Recuerdo un momento. Era el segundo año de universidad para nosotras. Ahí empezamos con algunos patrocinadores. Yo hacía Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y tenía que ir hablando con cada profesor para ver si me ayudaban a cambiar exámenes y demás porque tenía que viajar para competir. Era muy presencial y necesitaba la ayuda para combinar las dos carreras, la deportiva y la universitaria. Me acuerdo que uno de los profesores, que después entró en política, no me dejó ni hablarle cuando me acerqué a él porque ya sabía lo que le iba a preguntar. Me dijo: 'Iballa, si conmigo no vienes a clase, no vas a aprobar'. Creo que ese fue el paso que me hizo volver a mi casa y decirle a mi madre que iba a dejar la carrera. No sé si fue gracias a él o por culpa de él, pero dejé la carrera y me volqué con la deportiva. Fue un choque para mis padres sobre todo. Ellos nos ayudaron muchísimo. Más adelante, Daida, gracias a ser deportista profesional, pudo entrar en fisioterapia, que la acabó hace dos años y medio. Yo me dediqué a hacer cursos y demás. Además del stand up paddle [surf con remo] que es mi nueva carrera.

¿Le queda ese 'y si...'?

Sabía lo que quería. Es verdad que tengo esa espinita clavada. Me he dedicado a hacer cursos y demás [es técnico de surf en nivel 2, una titulación que es difícil de obtener]. Te quedas rascada sobre todo viendo cómo ahora hay más ayudas a los deportistas, con proyectos como el de la UCAM. Fue una pena que no hubiera ayudas así en Canarias. Lo intenté. Ahora estoy agradecida con aquello porque si no hubiera podido dedicar este tiempo al deporte. Igual de la otra forma lo hubiera dejado y sería hoy profesora en un instituto o estaría en una tienda de deportes. No lo sé, pero que aquello fue un paso definitivo es seguro.

Si tuviera que escoger un recuerdo, ¿cuál sería?

Hay muchísimos, pero la primera vez que ganas el Mundial es especial porque fue una sensación increíble. Si lo pienso estar ahí cada año es un sueño hecho realidad, lleno de recuerdos especiales y bonitos. También cuando empecé con el stand up paddle, con esa nueva ilusión, con ese juguete nuevo, con ese cosquilleo de no poder dormir la noche antes... Estar siempre en relación con el mar es increíble para mí.

¿Cómo se mantiene esa pasión por competir?

Como tengo el título de entrenadora de surf por la Federación Española he aprendido bastante para organizarme mis propios entrenamientos. La motivación y la ilusión en el agua es lo más importante para estar así.

¿Tanto pesa eso último?

Es que estoy hablando aquí contigo y se me van los ojos a las olas de detrás [se ríe]. No sé, no es solo un deporte es un estilo de vida. No me puedo levantar por la mañana ver olas y no tirarme. Tengo algo dentro que me dice que tengo que estar ahí porque todos los días se aprende algo nuevo.

¿Le sirvió el paddle surf para tener ese ánimo?

Sí, sobre todo porque empezó para matar las horas cuando no hacía viento y ahora aprovecho más las mareas. Siempre he estado haciendo surf, pero ahora me ha dado otro punto más. He conocido países que pensaba que nunca iba a conocer, estoy en la selección española, soy la capitana del equipo... Es un pasada estar tan relacionada con la Federación de Surf, con un deporte que va a ser olímpico y que cada vez está más profesionalizado. El windsurf sobre las olas es más individual, no es el olímpico. Y eso no quiere decir que no seamos menos profesionales, porque lo somos, cada uno a su manera. Pero en la selección de paddle surf tenemos un entrenador, un cuerpo técnico increíble. Además del apoyo de la Federación de Surf. En todos estos años, la de Vela nunca nos ha felicitado por ser campeonas del mundo, aunque nunca me ha importado.

¿Nunca ha tenido un momento de bajón en su carrera que le haya hecho desistir?

Cuando te lesionas lo piensas o cuando Daida pasó por su enfermedad [sufrió y venció a un cáncer en 2011]. También cuando te deja un patrocinador porque sin ellos no puedes costearte los viajes. Pero todavía no ha llegado la hora de dejarlo. Hay mucho que hacer. Por ejemplo, una campeona del mundo de windsurf no gana ni un cuarto de lo que gana un campeón masculino, que incluso vive en la misma Isla y tiene los mismos patrocinadores de material que nosotras. Tampoco tenemos la misma presencia en la prensa especializada. Son cosas que se notan. Tenemos que mirar cada céntimo para saber qué podemos hacer y que no. Te planteas muchas veces dejarlo, pero estamos en nuestro mejor momento deportivo.

Acaba de nombrar a su hermana Daida, ¿qué significa para usted ella?

¿Daida? Es mi otro yo. Ser hermanas y gemelas y haberlo compartido todo desde pequeñas es muy diferente y especial. Nadie vivió en la familia lo que le pasó como lo viví yo. Fue como si me estuviera pasando a mí también. Lo guay, que todo salió bien y aquí estamos las dos disfrutando.

¿Siempre ha ido todo tan bien entre ustedes dos? ¿Son tan radiantes siempre?

¡No, no! A ver, a veces nos hemos peleado como buenas hermanas. La misma ropa, el mismo deporte. Casi que se harta la una de la otra, pero no puedo vivir sin ella. Es una relación especial compartir tantísimas cosas con ella.

¿Ves relevo generacional en el windsurf?

Sí, pero como comenté antes es el pez que se muerde la cola. Las chicas se inician, viajan, ven cómo está el tema y, con 19 o 20 años lo dejan. Ven que se tienen que dedicar a otra cosa. Es muy duro ver eso, porque es más difícil para las mujeres que para los hombres. Se ve aún. Hemos visto a muchas jóvenes venir y marcharse.

Recogerá el Premio Jesús Telo como mejor deportista del 2017 de Gran Canaria. ¿Se siente valorada y querida en casa?

Sí. El año pasado fuimos a la primera edición de este evento conjunto con el Cabildo como organizadoras. Este año me toca subirme sola, pero este premio es de las dos, no es solo mío. Estoy muy contenta de que nos hayan tenido en cuenta en estos premios y que nos seleccionado. Hay muy grandes deportistas en esta tierra que también se merecen estar ahí. Lo recibiré con una gran sonrisa.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.