No hay malos pilotos en la parrilla. Pero dentro de los buenos también hay categorías. Y Marc Márquez está en la más alta de todas ellas. Sí, pura leyenda. Y lo es porque a sus 25 años (Cervera, Lérida, 17 de febrero de 1993) nadie en la historia del motociclismo había logrado antes lo que él ya tiene en su palmarés: siete títulos mundiales, cinco de ellos en la máxima categoría. Los mismos cinco "grandes" logrados a lo largo de toda su carrera por Mike Doohan, sólo por debajo de los siete de Valentino Rossi y los ocho de Giacomo Agostini.

Márquez pasó al séptimo nivel -como simuló su equipo en la celebración del podio- tras sumar en el circuito japonés de Motegi su octava victoria de la temporada y tercera consecutiva. Era la primera de las cuatro oportunidades que tenía el piloto de Honda para ser campeón (quedan aún por disputarse las carreras de Australia, Malasia y Valencia) y necesitaba para ello estar por delante del que ha sido su gran rival los dos últimos años: Andrea Dovizioso (Ducati). Y lo estuvo. Como años antes lo estuvo de Rossi, como luego de Jorge Lorenzo. Cogió el liderato de la prueba a cuatro vueltas del final y la presión, los nervios, las urgencias, acabaron con el italiano por los suelos a dos giros del final. Victoria, vuelta rápida y campeonato para un Marc Márquez que ascendía en Japón al séptimo cielo.

La carrera de Motegi cumplió inicialmente con el guión esperado. Dovizioso defendió sin problemas su pole y tomó desde el primer momento la cabeza del grupo mientras Márquez, sexto en la parrilla, ganaba tres plazas ya en la primera curva para situarse tras el italiano y el australiano Miller, a quien ganaba la posición antes de completarse la primera de las veinticuatro vueltas de la prueba.

El pulso, el enésimo del curso, estaba ya servido, con Crutchlow como único invitado. Dovizioso pegando tirones para intentar abrir hueco, Márquez respondiendo en cada curva para cerrarlos. Parecía el de Cervera tener enganchada su Honda al colín de la Ducati. Cuando el italiano vio que no podía irse en solitario jugó una nueva baza: frenar el ritmo, intentar crear confusión, unir el grupo. Pescar en río revuelto. Marc lo huele y le avisa. Le pasa a once giros del final... y se lleva el susto del día. A la salida de la curva 10 llega a pisar la tierra y 'Dovi' aprovecha para tomar el liderato.

El italiano ha entendido el mensaje del español y vuelve a tirar. Crutchlow se descuelga. Mano a mano por la victoria; el uno por alargar el resultado del campeonato aunque sólo fuera por una carrera más, el otro por cerrarlo cuanto antes. Dovizioso marca a siete del final una nueva vuelta rápida (1:45.746) y Márquez responde a la siguiente con un 1:45.646.

Podría entonces haberse tomado el ilerdense un momento de reflexión, pensar en su enorme ventaja, en no tomar riesgos. Pero para Marc pilotar más que un trabajo es un juego? y nadie juega para no ganar. Quería, como en un videojuego, pasar cuanto antes de nivel, llegar al séptimo círculo, y vuelve a la carga. Cuatro vueltas para el final y segundo ataque del español. Un interior en la curva 9 le pone por delante. Apenas logra un par de metros sobre Dovizioso, pero el italiano siente la presión. No tiene margen y en la necesidad de pegarse literalmente a la Honda en cada curva para intentar superarlo en aceleración comete un error. Se va al suelo en la penúltima vuelta, a la entrada de la curva 10. Marc ya es campeón. No necesitaría ni terminar la carrera, pero quiere ganar. Divertirse y disfrutar. Desde el muro le piden que se lo tome con calma, pero esa no es una palabra que figure en su diccionario. Este año no pudo finalizar en Argentina y Mugello, pero en el resto de las carreras disputadas siempre ha estado en el podio. No baja el ritmo y gana. Ocho triunfos, cuatro segundos y un tercero para redondear otro título.

Con el hombro fuera

Ni siquiera el abrazo de oso que le propinó el británico Scott Redding al finalizar la carrera y que le provocó una luxación en el hombro -una lesión recurrente en el de Cervera-, amargó su celebración. Tiempo habrá para pasar por el quirófano al final de temporada. Aún le quedan a Marc tres carreras más este curso para disfrutar, para pasearse como heptacampeón del mundo, para seguir batiendo marcas y superar la barrera de las setenta victorias en el Mundial; una cifra sólo alcanzada por cuatro pilotos en toda la historia del motociclismo: Agostini, Rossi, Nieto y Hailwood. Con la de Motegi suma ya 69, por delante ya de un Jorge Lorenzo con el que compartirá garaje la próxima campaña.

Siete títulos, 69 victorias, 115 podios, 78 poles, 60 vueltas rápidas. Marc Márquez, el campeón insaciable, el chico del 93, ya es pura leyenda.