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Entrevista | Valentí Sanjuan

"Resulta que hoy hay como un millón de personas que me siguen"

"Contar las historias que me encuentro en las carreras es una droga más dura que el mismo deporte", confiesta el 'Youtuber', 'ultraman', 'influencer', periodista y deportista

Valentí Sanjuan, con uno de sus característicos gestos, durante una carrera de ciclismo de montaña. VALENTISANJUAN.COM

Si tuviera que entregar una tarjeta de visita para definir qué es, ¿cómo sería?

Es complicado. Si lo logro podría contarle a mi padre a qué me dedico, que no es fácil. Resumiendo mucho, diría que soy un flipao que se dedica a ir a las carreras más largas y más duras del mundo a participar en ellas, en muchos casos a competir y en otras por las historias, las personas y la superación que conocemos de cada una de ellas. Más allá de participar, que me mantiene en forma, me hace feliz y es un reto personal, el gran aliciente es generar contenidos para contar todas estas cosas que conocemos en cualquier lado del mundo.

¿Engancha más contar esas historias que competir?

De formación soy periodista. Si alguien me preguntase a los 15 años qué hacía un periodista, pues no tenía ni puta idea, la verdad. Lo que me atraía de esa profesión era el hecho de contar historias. Te digo que soy un flipao y un motivao también para eso, por preguntarle a la gente qué cojones hace en esa parte del mundo cuando hace unos años le amputaron las dos piernas, qué le llevó a levantarse del sofá y dejar de lamentarse. ¿Qué haces en Hawái en el Campeonato del Mundo de Ultraman haciendo eso con todo lo que te ha pasado? Eso lo he vivido. Contar historias es una droga más dura que el mismo deporte, que ya de por sí es un vicio. Combinar estas dos pasiones, hacerlo en Youtube a mi manera, con el lenguaje que quiera, con la duración que me guste, con el guión que yo quiera, en el formato que me guste... ¿Cómo voy a renunciar a eso?

¿Cuándo se da cuenta de que esto puede ser su modo de vida?

En el día que empiezo. Hace cinco años hice el Ironman de Lanzarote. Entrené dos meses, era mi primera carrera y cuando crucé la línea de meta descubrí que ese sufrimiento, esa alegría, esa pasión, todo lo que sentí por dentro me removió. Al cabo de dos meses había un Ultraman en Gales y fui allí, quedé segundo y me clasifiqué para Hawái. De allí al Maraton de Sables, Titan Desert, Madrid-Lisboa... Todo aquello que parecía que iba a ser una vez y aquí estoy. A mí me flipó y a la gente también. Resulta que hoy, entre Twitter, Instagram, Facebook y Youtube hay como un millón de personas que me siguen y que parece que esas historias les gustan más que a nosotros mismos.

Acaba de hablar de un millón de seguidores en redes sociales. ¿No da vértigo sentirse un ser inspirador para tanta gente?

La respuesta sincera es que sí, pero también que no. A veces no me acuerdo de eso. Lo hago porque me gusta y me flipa, no por las visualizaciones que vaya teniendo. Si me plantease eso me quedaría en casa. En cambio, sí que hay otros momentos cuando estoy haciendo las giras que la gente que viene a las charlas, se te acercan y te cuentan por qué un vídeo tuyo les motivó o cómo le ha cambiado para seguir con unas oposiciones, seguir estudiando, dejar el trabajo o dedicarse a gastarse sus ahorros en viajar por el mundo. Cuando te viene alguien así, sí que te da vértigo porque las personas ahí dejan de ser un avatar en Instagram para darte las gracias en persona. Yo les digo que no me las den porque en parte soy bastante egoísta ya que lo hago porque me encanta, aunque me motiva a seguir adelante.

Su gran lema: 'Menos cabeza, más corazón'. ¿Se resume todo en cuatro palabras?

Para mí, sí. Todo esto empezó porque mi madre murió de cáncer. Creía que lo tenía todo: una familia increíble, pareja, trabajo en Catalunya Radio y TV3, amigos, ahorros... Era muy joven y lo tenía todo. En cinco o seis meses murió mi madre, me echaron del trabajo, una empresa que monté con unos amigos se fue a la mierda, me arruiné y me dejó mi novia. De repente, nada. Cuando mi madre murió estaba ahorrando para unos equipos de esquí, el gran hobby que tenía con mi padre. Estaba esperando su primera paga de jubilación. Su cabeza le decía que no era el momento para cambiar de equipo y el corazón que lo hiciese. En aquel caso ganó su cabeza, lo pensó demasiado. A veces los miedos nos bloquean, pero cuando haces algo que te arde dentro viene del corazón. Igual la sociedad, la escuela, nos educan para arriesgar poco y la cabeza le gana al corazón por no liarla. La cabeza destruye al corazón y nos perdemos muchas cosas por eso, aunque nos pueda salvar de una buena hostia de la que se aprende. ¿Qué sucedería si actuásemos con el corazón?

Ha hecho mil locuras, como las llama. ¿Qué es lo que más le reventó?

La Madrid-Lisboa en bicicleta, que no acabé hasta el tercer intento. Físicamente ya es duro, pero mentalmente me mermó la ilusión. Los miedos me comieron hasta decir me rindo, antes incluso de la propia carrera. Es un no parar, te viene el estrés, la presión por querer cumplir... Me venían todos los fantasmas. Cuando el físico va tocado, hay que tirar de cabeza: los tíos de huevos y las tías de ovarios. Pero cuando llevas 45 horas en la bicicleta no sabía ni de dónde rascar... Llegué vacío. Eso y los diez Ironmans en diez días han sido los retos que más vacíos me han dejado.

Exfumador y exgordo, que lo dice usted, no yo. ¿Piensa más en lo perdido o en lo ganado?

Al principio, mucho en lo perdido: en mi madre, mi novia, mi trabajo... Son frustraciones que estaban ahí. Estaba hundido en la mierda, con unos ataques de ansiedad brutales. Empecé a correr por eso. Eran las dos de la mañana, con los ojos como platos y tenía un os ataques de ansiedad brutales, me puse unos pantalones cortos y a correr. Lo perdido no hace falta pensarlo, te empuja cada día, es un recordatorio de dónde estabas. Lo ganado, tampoco mucho, porque no ha sido del día a la mañana es un continuo aprendizaje. Está en mi día a día y menudo regalo me ha dado la vida.

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