Sin límites ni barreras por una pasión. Ese es el argumento que mueve a Julio Miranda. Nunca ha permitido que sus problemas de salud le roben sus sueños. Domar una bestia, volar, ganar. Con todas esas aspiraciones acudirá a Navarra para volver a poner a prueba sus límites a dos ruedas. 

«Lo que me gustaría dejar de toda esta historia es que mi experiencia valga para que otras personas con discapacidad vean y sientan que con empeño y ganas casi todo es posible». Julio Miranda habla con entusiasmo. Tiene motivos para hacerlo. La próxima semana se volverá a subir a «una buena máquina», una Yamaha R1 2019. Lo hará para competir en el Campeonato de España de la modalidad Handy ESBK, una competición creada para que pilotos con algún tipo de discapacidad física puedan medir su talento sobre las dos ruedas en el asfalto.

La historia de Julio Miranda continuará en Navarra, donde se celebrará este evento, pero su primer capítulo sobre la moto se escribió en Santa María de Guía, su pueblo natal. «Nadie de mi familia es motero, ni había motos en casa, pero ya sabes cómo son los pueblos y más antes... Mi vecino Severo Alemán, que es como un hermano, sí tenía y siempre estábamos alrededor de ellas. Con él empecé a montar y a aprende, a meter primera, segunda, a hacer nuestras reparaciones», explica a sus 45 años. Toda una vida entre motos.

Ya por aquel entonces, con unos 10 años, a Julio Miranda le habían diagnosticado la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth. Esta dolencia es consecuencia de trastornos hereditarios que afectan los nervios periféricos y se manifiestan en las extremidades, con dificultad para ejercitar ciertos actos o, por ejemplo, problemas de movilidad. «Hago una vida normal. Esta distrofia muscular no me limita. No sé si es la enfermedad o yo, que he conseguido que me limite lo menos posible en mi vida», narra Miranda, que desde hace años reside en Agaete, donde se siente uno más, aunque en su DNI se señale Santa María de Guía como su lugar de nacimiento.

Con esa motivación, trasteó con las motos que le iban llegando: desde la mítica Derbi Variant –todo un clásico en el norte de la Isla– a la Honda 70 –no menos ilustre–. En la palanca de cambios de la moto de la marca japonesa encontró una fórmula perfecta para sus dificultades al mover las velocidades de su moto con el pie. Empezaron los injertos de un lado a otro. Y empezó a competir de forma esporádica: enduro, cross en asfalto y, sobre todo, en supermotard. Primeras carreras, primeros desafíos superados.

El gran cambio

Hace unos años, trasteando en Facebook encontró el perfil de Álex Cruz. Aquello fue una inspiración total, casi divina. Cruz, nacido en Barcelona, compartía con él la pasión por el motor, pero también la de competir sin hacer de una discapacidad un límite. Al piloto catalán le amputaron una pierna en un accidente de tráfico a bordo de su motocicleta. «Le escribí por Facebook y le enseñé la adaptación que había hecho con la Honda 70. Se sorprendió, empezamos a hablar e hicimos una buena amistad», agrega. Tanto que unos meses después, Álex Cruz, el gran impulsor del Campeonato de España de la modalidad Handy ESBK, lo invitó a Francia para ser uno de los mecánicos de su equipo. «Cuando llegué y vi el ambiente de competición, de pasión, con gente con muchas discapacidades distintas: amputaciones en brazos o piernas, lesiones medulares, que superaban todo para competir, me abrió la mente, me flipé», explica Miranda, que hizo de su pasión su trabajo: es mecánico en Yamaha.

El pasado año participó en la primera carrera de esta modalidad. Acabó sexto en la general y cuarto dentro de su categoría. Ahora repetirá experiencia con la misma moto y alguna adaptación más que le hará «ganar unos segunditos». Ayudado por pequeños patrocinadores, el Ayuntamiento de Agaete o la Sociedad Municipal de Deportes de Guía, espera más. «Soy muy competitivo». Ese es su aviso.