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La sombra alargada del 'American Star'

El mar ha terminado por ocultar a este trasatlántico, que hace dos décadas naufragó frente a la costa de Playa Garcey, en Pájara

La sombra alargada del 'American Star'

El destino en forma de poderosa tormenta le jugó una mala pasada al que fuera lujoso trasatlántico American Star, el cual terminaría por hundir su casco frente a la costa de Playa Garcey, en Pájara, convirtiéndose durante muchos años en un atractivo reclamo turístico para Fuerteventura.

El 15 de enero de 1994, el barco, con la ayuda de un remolcador ruso, se dirigía al puerto de La Luz y Las Palmas, donde iba a hacer escala. Los últimos propietarios del American Star pretendían aprovechar sus singulares características para transformarlo en un hotel de lujo flotante. Un fuerte temporal con olas de diez metros logra romper las amarras que unían a ambos barcos, y a pesar de los intentos por hacerse con el control del transatlántico, el American Star, a la deriva, termina por encallar cerca de la playa.

A consecuencia del fuerte oleaje, el casco se parte por la mitad. Mientras en los despachos se estudia la posibilidad de reflotarlo, desguazarlo o abandonarlo, centenares de turistas y vecinos de la isla se acercan a la playa de Garcey para contemplar el espectáculo. El 4 de julio el American Star es declarado como siniestro total. Reflotarlo hubiera sido muy complicado y sobre todo a unos costes excesivos para los dueños.

La riqueza, en el interior

Casi de forma inmediata, se produce la visita diaria y constante de vecinos de la zona y de toda la Isla que tratan de llevarse lo que pueden del barco. Primero cogen aquellas piezas que resultan más fácilmente aprovechables: ojos de buey, calderas, motores, bombas de agua, maquinaria, lámparas, adornos, maderas preciosas y enseres de todo tipo, hasta los tornillos le fueron arrancados al viejo American Star. Muchos venden el material casi al peso, otros prefieren llevárselos a casa para decorar sus salones o sus negocios, como acabaría por hacer Ibrahim Quintana, dueño del bar de Puerto del Rosario El Naufragio y en cuyo interior pueden verse en perfecto estado muchos de los objetos que logró salvar del trasatlántico.

Quintana, que entonces se encontraba sin empleo, recuerda aquellos días como de enorme ajetreo. La gente entraba a todas horas, "por allí podían pasar unas 100 personas, que trataban de llevarse algo". Y la forma de sacar los objetos del barco resultaba de lo más variopinta, desde los que directamente tiraban al agua los muebles, desde camas a roperos y sillas para que sus familias los rescataran desde tierra, hasta lo sque empleaban pequeñas embarcaciones con las que poder acercar a la orilla la riqueza del American Star.

Ibrahim Quintana y varios de sus amigos, como Antonio Cabrera y Roque Curbelo, estuvieron varios meses acudiendo diariamente hasta la cubierta de la embarcación, pero no todos tuvieron su misma suerte. Y en este ajetreo de gente en busca de parte del botín se produjo la muerte accidental de tres personas. Muchos fueron los atrevidos que arriesgaron su vida en aquel barco, cuenta Ibrahim, y con el paso de los meses se apaciguó la pasión desatada y "al final nos quedamos 15; los que tenían trabajo dejaron de venir".

La lista de objetos valiosos que salieron del American Star resulta larga y sugerente. Al parecer, un señor de Antigua tiene en su casa un piano que sustrajo del buque, un artesano de Triquivijate guarda una hermosa silla giratoria que perteneció al primer oficial. Además de cómodas, calderos y hasta pinturas que decoraban los salones del buque.

La realidad es que la presencia del American Star en la playa Garcey no sólo fue un atractivo para los turistas, hasta que en el 2007 acabó por desaparecer definitivamente al hundirse la parte del casco que aún sobresalía, sino que muchos majoreros y otros visitantes decidieron llevarse a casa algún bello recuerdo de la larga estancia de este trasatlántico en la costa de Fuerteventura.

Pocos hubieran imaginado que aquel barco que en 1939 comenzaba a navegar y que contó como maestra de ceremonias con la mismísima Eleanor Roosevelt, acabaría sus días cautivo y enterrado en el fondo del mar majorero.

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