La Provincia - Diario de Las Palmas

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La gran felicidad

Un día se despierta al amor del corazón, a la paz del cuerpo, al silencio de la mente y aquí empieza la verdadera dicha

Las pequeñas felicidades son aquellas que no perduran y que experimentamos cuando nuestros deseos se cumplen y nuestros temores se alejan. Esto produce alegría, entusiasmo, pero dura poco.

Existe otra felicidad, la grande, sin motivo, la de porque sí; más deseable y no dependiente de vaivenes de la vida. Es la que experimentamos cuando permanecemos en sintonía amorosa con la realidad tal como es, cuando logramos aceptarla y tomamos lo que nos trae; sea lo que sea; en provecho y beneficio de la vida y de nuestra vida. Esto no es fácil y requiere de un proceso jalonado de intensos retos y tránsitos emocionales, con avances y retrocesos en el camino sobre todo cuando se producen contrariedades, duelos y pérdidas.

Descubrir el camino que nos hace dichosos y tener el valor de reconocerlo es crucial para todos. El Dalai Lama lo expresa así: "Considero que el propósito de la vida es ser felices. Desde el momento en que nacemos, todos los seres deseamos ser felices y no queremos sufrir. Ni los condicionamientos sociales, ni la ideología, ni la educación modifican esto. Desde lo más hondo de nuestro ser queremos encontrar satisfacción. Está claro que los seres humanos que habitamos esta tierra nos enfrentamos a la tarea de construir una vida feliz. En consecuencia es importante descubrir que es lo que trae los mayores niveles de felicidad".

Todos queremos ser felices, estar bien, encontrarnos a salvo de lo que nos provoca sufrimiento. Para ello el Yo utiliza un canon para guiarse: el cual distingue lo agradable de lo desagradable, fervor de rechazo, atracción de repulsión, bueno de malo. Nos acercamos y nos unimos a aquello que nos gusta y nos alejamos de lo que nos disgusta. Así mientras ocurre lo que deseamos estamos bien y cuando sucede lo que no deseamos, y no hemos podido evitarlo estamos mal. El resultado de todo esto son dichas fugaces.

No se trata de desdeñar todo lo dicho anteriormente ni de quitar la importancia que tiene porque como es normal, no hay nada más bello que saber que las personas que queremos están bien; como también es hermoso que se cumplan algunos sueños largamente acariciados. El problema es que proporcionan momentos de gran satisfacción pero no dura. El Yo se pone contento pero si falla el plan ocurre el sufrimiento. Así el gozo solo dura un corto espacio.

El Yo trata de encontrar protección y desconfía de lo que es en lugar de amarlo. Prefiere lo que debería ser en lugar de lo que es. Sin embargo el súmmum bonum de la dicha se encuentra en el amor absoluto, inclusivo, indiscutible, a lo que es, a lo que se presenta en cada momento, más allá de los deseos o temores del yo. Esta es la tesis principal de todas las Traciones Espirituales y de Sabiduría.

La Gran Felicidad, la que es estable, dice sí a lo que es. Porque en su equipaje pesan poco los deseos y los temores del Yo. La gran felicidad fermenta en un Yo que alcanza la paradoja grandeza de ser pequeño y aprende a transitar el dolor de las penas inevitables en contacto con su Ser profundo. Byran Katie dice que el trabajo consiste en cuestionar la verdad de nuestros pensamientos, sobre lo bueno o lo malo, lo agradable o lo desagradable, que nos llevan a reacciones emocionales sin control y poder comprender que los pensamientos no son la realidad, sino opiniones que se imponen a ella misma y que conllevan sufrimiento o cuando se trata de pensamientos positivos dicha efímera.

El arte que nos conduce a la Gran Felicidad consiste en abrazar los hechos como vehículos, a veces misteriosos, a través de los cuales tenemos la oportunidad de crecer y alinearnos con la Gran Voluntad. Así aprendemos a ser discípulos de la realidad, activos y comprometidos y no sus víctimas o sus inquisidores. Para muchas personas el preámbulo hasta llegar a esto: La dimensión del Ser, la Gran sonrisa, la alegre irradiación, es una época de intenso sufrimiento. Un día se abre la puerta a otra dimensión. Se despierta al amor del corazón; a la paz del cuerpo y al silencio de la mente y aquí empieza la dicha.

(*)_Psicólogo Clínico-Psicoterapeuta miembro de la FEAP y EuroPsi www.alvarezgonzalez.net

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