Análisis

Los principios de nuestra aeronáutica

Guanarteme se convirtió, tal día como hoy pero de 1913, en anfitrión del vuelo de Garnier, un acontecimiento que marcaría el devenir de Canarias

Los llanos de Guanarteme fueron testigos del vuelo efectuado el 30 de abril de 1913

Los llanos de Guanarteme fueron testigos del vuelo efectuado el 30 de abril de 1913 / La Provincia.

Manuel Ramos Almenara

Hoy, 30 de abril, celebramos el 111 aniversario del primer vuelo a motor sobre la tierra, el mar y en el cielo de Canarias… Aquel miércoles de 1913, Guanarteme se erigiría en anfitrión de un suceso que marcaría el devenir de Canaria.

Durante el año 2013, de seguro que muchos lectores recordarán ese año, celebramos eufóricos el Centenario de nuestra aviación. Entre los actos programados figuraban dos esenciales: Colocar, en la rotonda frente a Sagulpa, una réplica de aquel Blériot XI y erigir en la Rotonda de Aviación, frente al Auditorio Alfredo Kraus, un monumento a la aviación civil, militar y deportiva. El Blériot XI, su réplica, aunque con retraso de unos meses, se pudo colocar en el lugar elegido, con un excelente soporte explicativo. El monumento a la aviación, por más gestiones que se llevaron a cabo, en una de ellas con el respaldo del entonces diputado del Común, don Jerónimo Saavedra, recientemente fallecido, ante la Fundación Aena (hoy Fundación Enaire), no pudo ser…, la crisis económica alcanzó a esos años previos al Centenario y el monumento a la aviación quedó sobre el papel esperando respuesta futura.

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Retrato de Louis Blériot / La Provincia

En estos días la Rotonda del Blériot se encuentra vacía, pues esta nueva Corporación capitalina hizo caso de los múltiples avisos que se produjeron sobre el deterioro del monumento y decidió retirar el aerodino para su reparación, algo que se tenía que haber realizado algunos años antes; ahora, la reparación se hace difícil aunque tengamos la esperanza de que con paciencia, decisión y voluntad, se conseguirá limpiar, convenientemente, el artefacto aéreo y mantenerlo para que, nuevamente, sea un fiel reflejo del comienzo de nuestra historia aérea, precisamente en este lugar de Guanarteme.

Si nos preguntaran qué elementos o acontecimientos han destacado o influido en el progreso de la Humanidad, de seguro que coincidiríamos, casi al cien por ciento: Desde el descubrimiento del fuego, de aquella primera llama que alumbró la cueva, calentó cuerpos y asó carne, hasta esta Inteligencia Artificial, que nos traerá de cabeza… pasando por la rueda, la aparición de la moneda, tal como la conocemos hoy, la electricidad y cien inventos más que hacen que nuestra vida sea más ‘fácil’ y el mundo progrese espectacularmente.

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Un sello de Correos conmemorativo del centenario. / La Provincia

Y si nos dijeran que intentáramos resumir este progreso de la Humanidad en dos palabras, no cabe duda de que elegiríamos: comunicación y transporte, conceptos que se entremezclan y que podrían significar una misma cosa, aunque la palabra y la escritura, por una parte, y el tránsito y el movimiento, por otra, sean los principios, la génesis, de estas dos ideas principales.

Un año clave en esto de la aviación fue 1890, ese primer año de la última década del XIX, dio luz a una idea sostenida, elevada, etérea, necesitada del aire; es decir, de nuestra atmósfera, de esa corriente que en ella se produce… Esos últimos años del XIX y los primeros del XX, fueron testigos del nacimiento de lo que conocemos como aviación: el ser humano, por fin, consiguió volar sobre un artefacto más pesado que el aire, emulando a las aves. Ese primer desplazamiento aéreo, sencillo, corto, ilusionante, alegre, dio lugar al desarrollo de una tecnología nueva que cambió al mundo, a nuestra tierra conocida y el intento de ir más allá, de llegar más alto, de alcanzar más distancia… Nacería, por ese primer vuelo y el trabajo realizado, la aeronáutica, arte y ciencia... O si ustedes lo prefieren, ciencia y arte, y también, literatura y poesía, reflejadas en obras nuestras, de Domingo Rivero, Alonso Quesada, Viera y Clavijo y del renombrado aviador y destacado escritor Saint-Exupèry, tan próximo a Canarias y hasta la filosofía de José Antonio Marina encuentra un lugar la aeronáutica, el avión, denominando a estas cosas del aire ‘poética del vuelo’.

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Clément Ader. / La Provincia

El vuelo primero de un aeroplano a motor o, mejor, esos primeros vuelos, generarían una sorprendente historia de relación del hombre con la naturaleza, con las cosas del aire. Desde luego, no fue sencillo llegar, atrás quedaron los mitos y las leyendas, los saltos inverosímiles y el batir de alas adosadas al cuerpo… esos impulsos avasalladores del hombre por conquistar el medio aéreo, las observaciones continuas, los apuntes y dibujos, estudios, ilusiones y fracasos, muchos fracasos. Me viene a la mente lo que dijera el aviador y constructor Louis Blériot: «De caída en caída, en lugar de hundirme en el fondo del abismo, me elevaba-y no es broma- cada día un poco». A Blériot le pusieron el apodo de «el hombre que siempre cae». También recuerdo otra frase, no relacionada con la aeronáutica, pero fácilmente aplicable a ella en aquellos principios de la aviación: «De fracaso en fracaso se llega al éxito». No sé, realmente, quién la dijo, ¿quizás Churchill?

En fin, mucho esfuerzo y trabajo para llegar a Clément Ader (ingeniero francés, inventor y aviador. 1841-1925), creador del concepto avión, consiguió volar (9 de octubre de 1890) en un aeroplano fabricado por él y que llamó Éole y después llegaría el vuelo de los hermanos Wilbur y Orville Wright. Estudiosos, investigadores y ellos mismos experimentadores, hicieron posible la base y el fundamento del vuelo a motor: Samuel Pierpont Langley, Otto Lilienthal, Octavio Chanute, Gaston Tissandier, Alphonse Pérnaud… y tantos y tantos otros. Sin olvidarnos de Leonardo da Vinci (1452-1519) que, además de escultor y pintor, ejercía como arquitecto e ingeniero. Da Vinci manifestaba que el hombre llegaría a volar… eran días del XV y lo argumentaba con datos científicos: son las primeras investigaciones sobre el vuelo basadas en la ciencia a través de las continuas observaciones del vuelo de las aves. Establece Da Vinci la teoría del vuelo en la «influencia de la velocidad sobre la sustentación» o, lo que sería lo mismo, fundamenta su teoría en la sostenibilidad y el desplazamiento… ¿Le podemos otorgar a Da Vinci el título, el primero, de ingeniero aeronáutico?

La aeronáutica va consiguiendo espacios, se crearon escuelas, sociedades, aeroclubes… Se celebraron exposiciones, demostraciones, vueltas aéreas; se editaron las primeras revistas especializadas y esos sencillos aeroplanos se convirtieron, con sus pilotos, en elementos imprescindibles de los primeros años del siglo XX, el siglo de la aviación y el siglo de las guerras que llevaron a consolidar, espectacularmente, una industria aeronáutica desde entonces imparable.

Así que, el desarrollo de los aeroplanos, de la aviación primero y después de la aeronáutica, ha sido tal que, sin lugar a dudas, de este navegar continuo, se ha de extraer una inmediata consecuencia: el avión trajo un progreso desbordante que hizo que el transporte y las comunicaciones figuren como los principales soportes de entendimiento y bienestar, de modo que, nuestra tierra, nuestro mundo, como concepto global, se ve reducido a un simple límite de tiempo, habida cuenta de que el avión tendrá siempre un origen, un despegue y mil destinos, tal es su capacidad de desenvolvimiento. Por consiguiente, el concepto global del mundo no se entendería sin la aviación.

La influencia de la aeronáutica en Canarias ha sido y es de una gran importancia. Las características de nuestro territorio, islas entre tres continentes, intervienen considerablemente en este influjo y, consecuencia de ello, el desarrollo y progreso del Archipiélago, desde hace, prácticamente un siglo (94 años desde la inauguración del Aeropuerto de Gando, hoy de Gran Canaria) es, prácticamente, ininterrumpido. Los soportes isleños para que este crecimiento sea una realidad permanente son sus aeropuertos, verdaderas recepciones y lanzaderas impulsoras de nuestro bienestar.

Y voló Garnier… En ocasiones evoco esos momentos recordando lo que Prudencio Morales trasladaba al público unos días después del vuelo primerizo. Su crónica comienza en la azotea de su casa «gemelos en mano» viendo «el maravilloso aparato volador de Garnier». Nuestro cronista decía que aquella tarde era fresca y lloviznaba a ratos y reseñaba que «todas las azoteas eran atalayas de anchos ojos y en las cimas de las montañas de Santo Domingo y San Francisco hormigueaban los curiosos»; tal era la curiosidad que había despertado aquel primer vuelo de un aeroplano en Canarias, en los Llanos de Guanarteme, aquel miércoles, treinta de abril de 1913.

Fue el comienzo de nuestra aviación. Después llegarían los hidroaviones al Puerto de La Luz y a la Bahía de Gando, los primeros aviones en aterrizar en aquel páramo... Pero todo esto son otras historias que forman parte de esa gran crónica que hoy, ciento once años después, hemos tratado de rememorar sus principios para el amable lector de este periódico.

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