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El niño que fue nobel

"De niño fui tan feliz que lloraba porque no quería ser mayor"

Iria Flavia, Tui, Vigo y Cangas fueron los principales territorios de la infancia del Nobel quien, a los nueve años, vio interrumpida su niñez por el traslado de la familia a Madrid

"De niño fui tan feliz que lloraba porque no quería ser mayor"

Ahora que, de mayor, y académico, y escritor conocido, y no sé cuantas zarandajas más...vuelvo a mi idea de la niñez, me duelo de haber perdido lo que tuve y de no estar vinculado, con hondas raíces, a la tierra.

(Camilo José Cela)

GALICIA, EL "ROSEBUD"

Cuando Orson Welles llevó al cine su versión la biografía del magnate de la prensa William Randolph Hearts en Ciudadano Kane, se inventó que la última palabra que había pronunciado el multimillonario norteamericano antes de morir había sido Rosebud. Tal expresión se correspondía con el nombre que, de niño, Hearts había puesto a un trineo con el que jugaba antes de haber sido cedido por su madre a un hombre distinguido de la gran ciudad que se convertiría en su padre adoptivo. Rosebud, así, daba sentido a toda una vida y, por encima de todo, a una patria añorada llamada infancia. No se conocen cuáles fueron las últimas palabras de Camilo José Cela pero, al contrario que Hearts, el Nobel no se guardó, más bien contó de más, casi ningún secreto de esta etapa de su existencia, y de ello da fe su novela biográfica La Rosa (1958) donde, por describir, hasta describe cómo nació: "A las nueve y veinte de la noche del día 11 de mayo de 1916, jueves, vine a este valle lágrimas en la casa de paso a nivel de Iria Flavia (?) Fue muy festejada mi decisión de haber nacido macho y no hembra y, con ella, me apunté el primero y uno de mis escasos éxitos familiares"?

DE BERTORINI A TRULOCK

Camilo José Cela (bautizado como Camilo José Manuel Juan Ramón Francisco de Jerónimo Cela Trulock), nació hijo de Camila Enmanuela Trulock Bertorini, de cuna compostelana y ascendencia italiana y británica, y de Camilo Crisanto Cela y Fernández. Ella era descendiente de Camillo Bertorini, un ingeniero de caminos que, con su esposa, la galesa Mary (Margaret) Jones, fue a parar a Galicia destinado por su empresa de construcción ferroviaria para dirigir las obras del tramo Carril-Compostela, pasando por Padrón. De esa unión italo-británica nacería María Bertorini, una de cuyas hijas, Nina, se casaría con un también ingeniero y directivo de la The West Galician Railway llamado John Trulock. Una de las hijas de este matrimonio, Camila, acabó casándose con Camilo Cela Fernández, un vista de aduanas destinado en Vilagarcía de Arousa aunque con cuna en Tui. No se extrañen, por tanto, que el arranque de 'La Rosa' rece como sigue: "Mi padre se llama como yo, y yo me llamo como mi hijo. Mi abuelo se llamó como se llama mi padre, y mi nieto, cuando lo tenga, se llamará, probablemente, como nos llaman a todos". En los Cela Trulock, bautizar Camilo/a al primogénito o primogénita se convirtió en una tradición. "A las tradiciones familiares no debe uno oponerse -escribió el Nobel-, entre otras cosas, porque nadie nos puede garantizar que cambiemos a mejor y no a peor".

José Manuel Rodríguez Tejerina, autor de La inquietante patología de Camilo José Cela, sostiene que el pequeño Camilo sentía, a la par que una adoración por su madre, contrapuestos sentimientos hacia su padre: Camila, describe Tejerina, "fue una muchacha muy revoltosa, muy deportista (?) Luego, al casarse, se tornó sedentaria. Tenía el cabello de un tono rubio, ceniciento, extraño. Y los ojos azules y pálidos, parecía una rusa. Era dulce y tierna, pero a veces se dejaba arrebatar por la cólera, por cualquier motivo".

NACER Y EMPEZAR A MORIR

A los dos días de su nacimiento, el pequeño Camilo estuvo a punto de fallecer, al igual que su madre. Él salió adelante, pero ella quedó tan sumamente débil que no pudo darle pecho. La lactancia corrió a cargo de Manuela Boullosa, la mujer del jefe de la estación ferroviaria de Padrón. Un gesto de generosidad muy recordado en la familia Cela, que la contrató de inmediato como ama de cría. En La Rosa, don Camilo lo cuenta así: "A los dos días de nacer empecé a morirme (...) A consecuencia de mi primer patatús, mi abuela, para que por lo menos no me fuera al limbo, sino a la gloria, me dio agua de socorro, y tal celo debió poner en su cometido que agarré semejante catarro intestinal, de plus, que a poco me voy para el cementerio, que por cierto está bastante cerca de mi casa".

En realidad, la fragilidad de su salud acompañó a CJC no ya solo durante su infancia, sino a lo largo de toda la vida, algo que tuvo muy asumido. Era lo que se dice "un enfermo con salud de hierro". Tejerina lo describe así: "Era un niño de salud precaria. Un niño muy delgado, muy rubito, que tenía lombrices y padecía frecuentes catarros" y se detiene, además, en su peculiar carácter: "Lloraba por cualquier cosa, sin motivo. Tenía un carácter arbitrario, fantasioso, despótico, tierno. Era un niño triste, solitario, egoísta. Cuando le contrariaban, solía declararse en huelga de hambre".

INFANCIA ITINERANTE

Iria Flavia, Cangas, Vigo y Tui fueron los principales territorios de la infancia de Camilo José Cela. Así lo dejó plasmado en su novela autobiográfica La Rosa, en la que confirma haber vivido en Galicia una infancia feliz o, tal y como aseguraba "una infancia dorada. De pequeño era tan feliz que cuando las visitas me preguntaban qué quería ser de mayor, me echaba a llorar, porque no quería ser nada, ni siquiera quería ser mayor".

Esta etapa finalizaría bruscamente en 1925, cuando tenía 9 años, y toda la familia se trasladó a vivir a Madrid, adonde había sido destinado el padre.

ENCUENTRO EN CANGAS

Pese a su breve estadía en la villa del Morrazo, esta etapa se incluye en las Memorias noveladas de Cela. ¿La razón? Allí conoció, a los cinco años, al "primer escritor" de su vida: se llamaba Antonio Noriega Varela (Mondoñedo, 1869-Viveiro, 1947). Era íntimo amigo de su padre y Cela lo recordaba así: "Era un gran poeta y tan buena persona como teatral y ditirámbico. Creo recordarlo alto y magro, melenudo, vestido con modestia aunque con cierto empaque y algo -o quizá bastante- desaseado. Mi madre me había dicho que iba a venir un señor muy importante y, cuando Noriega llegó, yo me desilusioné (...) Noriega y mi padre hablaban siempre en gallego (y) a mí, aunque entonces no (lo) entendía, me gustaba, por su pura musicalidad, oía hablar a Noriega, que era un conversador infatigable. De él guardo un recuerdo respetuoso y de gran admiración -a pesar de lo poco que me gustó cuando lo vi".

LA 'APROXIMADA' TUI

Si alguna villa podría competir con su natal Iria Flavia a la hora de situar su paraíso de infancia, esa sería Tui, donde había nacido su padre y donde residía la mayor parte de la rama paterna de la familia, entre ellos sus queridos primos. Camilo José Cela recuerda también el verano de 1925 en la ciudad fronteriza, al que dedica un capítulo entero. "Túy (sic) -escribe- es una ciudad antigua y solemne, de arcaica raza y rancias costumbres.

En Túy los señores hablan un castellano plagado de portuguesismos o, cuando no, rebosantes de eufemismos y aproximaciones. En Túy, a la taza de chocolate, a la jícara, le llaman pocillo; al retrete, excusado; al pus, materia, Todo correcto, ciertamente: y todo inusual. Al retrete, quizá para hacerlo más esotérico aún, también le llaman pieza. Y cuspe, a la saliva. Mi madre solía llorar, con amargo desconsuelo, cuando oía aquellas palabras tan exactas, aquellas palabras capaces de poner nervioso al más templado".

CON LOS JESUITAS EN VIGO

Camilo José Cela estudió en el colegio de los Jesuitas en Vigo entre los años 1923 y 1925.

El Premio Nobel de Literatura recuerda en sus memorias algunas de las travesuras que protagonizó en esa etapa, y sobre todo la que acabó con su expulsión. "Entonces me llevaron a los jesuitas de Bellavista, donde, como quedaba un poco lejos, estuve mediopensionista.

De aquel colegio, aunque también acabaron echándome (le habían expulsado antes de Cluny por haberle mordido el tobillo a una monja), guardo muy buen recuerdo". "Del colegio de los jesuitas me echaron porque una mañana les solté los cerdos de la granja, que salieron despavoridos y se echaron al monte como si fueran cabras.

El espectáculo de los jesuitas con las sotanas remangadas, corriendo detrás de los cerdos que huían como almas en pena, no era nada sosegador aunque quizá sí aleccionador.

-Camilo, nos han echado otra vez al chiquillo del colegio, ¡qué desagradecimiento! A mí me parece que le tenían rabia.

-Bueno, mujer, no te preocupes; ahora nos vamos a Madrid, allí hay muy buenos colegios".

LA MUERTE DE LA ROSA

La novela La Rosa finaliza con la tiernísima descripción de una conversación de Cela con su madre:

"-Camilo José.

-Qué

- Cuando sepas escribir, ¿me harás una poesía?

-Sí.

-¿Y serámuy bonita?

-Sí

"En aquel momento -lo sé bien- murió de golpe la rosa cándida y nació, en su lugar, una llamita perenne y brilladora a la que todavía -y aún vive- no aprendía a llamar por su misterioso y doloroso nombre..."

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