La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Regreso a aquella "película de terror"

El fotoperiodista Gustavo de Armas recuerda cómo logró acceder a la pista de Los Rodeos para retratar el choque de los Jumbos con 583 muertos

Regreso a aquella "película de terror" GUSTAVO DE ARMAS

Seis menos cinco de la tarde. A pocos kilómetros del aeropuerto de los Rodeos se encuentra Gustavo de Armas, fotoperiodista de El Día, junto con otros compañeros de profesión. Lo que parece una agradable velada entre jóvenes entusiastas del periodismo pronto se convierte en una situación que, en palabras de Armas, "es una película de terror", cuya banda sonora arranca con las primeras sirenas de ambulancias que se dirigen en dirección al entonces único aeropuerto tinerfeño.

Ante la cantidad de unidades móviles que se desplazan y la confusión, Armas llama al director del periódico, Ernesto Salcedo, quien en un principio le informa de que, al parecer, se ha estrellado una avioneta en la cabecera de la pista. Tras recibir la información, el fotoperiodista se acerca al aeropuerto y decide dirigirse a la azotea del mismo para contemplar la pista. Sin embargo, de poco le sirve a Armas tratar de observar qué sucede porque no se puede ver "absolutamente nada". La neblina es de tal magnitud que, de haber humo, no se aprecia debido a que se "mimetiza" con ella.

Lo único perceptible es el sonido de las sirenas de los camiones de bomberos, avisados por la torre de control de que había un avión ardiendo, aunque en primera instancia tampoco tienen conocimiento exacto de lo que ha pasado. Paralelamente a la aproximación del equipo de bomberos a la cabecera de pista, Armas llama de nuevo al periódico. Es entonces cuando le informan de que han chocado dos Boeing 747, modelo también conocido como Jumbo.

Quedan 5 minutos para ser las nueve de la noche. Durante tres horas todos los periodistas ubicados en el aeropuerto tratan de obtener el permiso de las autoridades para acceder a la pista, algo que Armas califica como "imposible" puesto que " la Policía Nacional y la Guardia Civil nos prohíben totalmente acceder a la zona de aterrizaje". No obstante, pese a la negativa constante de las fuerzas de seguridad, Armas consigue acceder a la pista por lo que él denomina "la suerte o casualidad en la vida del periodista", puesto que el fotógrafo de la Policía Nacional se queda sin flash y rollo fotográfico. De esta forma, "él se acerca a mí y me dice si puedo prestarle un poco de material para hacer las fotos, a lo que yo le contesto que sólo me queda el rollo que está dentro de la cámara". Era mentira, admite con el tiempo Armas.

Así, el periodista y el agente llegan a un acuerdo: este permite su acceso a la pista y a cambio él cederá su carrete. De este modo, Gustavo de Armas, con rollos fotográficos de sobra en los testículos, consigue acceder junto con otros compañeros a la cabecera de la pista de Los Rodeos. Tras acercarse al lugar de los hechos en el coche de la Policía Nacional, Armas procede a sacar fotografías, pero no se queda con lo que ve. Para él es "como si estuviese viendo la vida a través de la televisión". "No te quedas con ello. Estás viendo una película de cine, en este caso, de terror", matiza.

Regreso a la terminal

Después de inhibirse de lo que está pasando a su alrededor, llega el momento de salir de la pista y volver a la terminal. Para el desplazamiento, Armas se ve obligado a subirse a la parte de atrás del camión que lo va a transportar, porque la cabina está llena, algo que aparentemente no supone un problema. Hasta que se percata de que, en su trayecto, estará con unos 18 cadáveres que "a pesar mío, tengo que pisar, porque no hay espacio y no puedo hacer otra cosa al respecto". En medio de la delicada situación en la que Armas se encuentra, el fotoperiodista observa que el camión, en lugar de dejarle en la terminal, se mete en el antiguo hangar del aeropuerto de Los Rodeos. La gran superficie destinada al estacionamiento de las aeronaves se encuentra llena de "unos doscientos cadáveres" calcinados y en fila. En ese momento, los disparos fotográficos y el uso de flash se realiza con extremada cautela para no llamar la ateción del personal autorizado. Seguidamente, tras ver cómo depositan los cadáveres, Armas se sube nuevamente al vehículo de los agentes y es llevado de vuelta a la terminal, concluyendo así su trabajo fotográfico sobre el que sigue siendo actualmente el accidente de la aviación con más víctimas de la historia.

Ya con las horas, Armas y el resto de periodistas y fotógrafos irían conociendo los detalles de lo ocurrido, de una gravedad extrema que apenas pudieron sospechar mientras observaban todo aquel amasijo de hierros y cuerpos calcinados. El mayor accidente de la historia de la aviación civil se produjo tal día como hoy de 1977 en el aeropuerto de Los Rodeos. Una cadena de errores, fallos técnicos, decisiones humanas equivocadas, condiciones del tiempo adversas e incluso un atentado terrorista -del Mpaiac en el aeropuerto de Gando, que hizo que los dos Jumbos se desviaran a Los Rodeos- se concatenaron para acabar en el brutal choque de un avión de la línea holandesa KLM, a punto de despegar con los depósitos repletos de combustible, y de otro de PanAm 1736, que rodaba plácidamente por las pistas para dar el salto a Gran Canaria: 583 personas perecieron aquel 27 de marzo de 1977.

Los dos Boeing 747 colisionan en la pista de Los Rodeos a las 17:06 horas. De los 644 ocupantes que iban a bordo de los dos aviones, 583 pierden la vida en el mayor accidente de la aviación civil de la historia. Los investigadores concluyeron que la causa del accidente fue un error humano del comandante del avión de KLM, que inició la maniobra de despegue sin autorización de la torre de control, "no obedeció el standby for take-off" (espere para despegar) de la torre", "no interrumpió el despegue al decir el PanAm que todavía estaba en la pista". Y también apreciaron tres factores más: los pilotos y la torre no emplearon el lenguaje adecuado para sus comunicaciones, el PanAm se confundió de salida ("pero nunca dio pista libre, sino que avisó dos veces de que rodaba por ella"), y la "inusitada congestión" impulsó a la torre a efectuar maniobras de rodaje por la propia pista que, si bien son reglamentarias, "no son estándar y pueden ser potencialmente peligrosas".

Un antes y un después

El accidente supuso un antes y un después en las normas de funcionamiento del tráfico aéreo comercial. A raiz del accidente, se modificaron los términos usados en las comunicaciones entre el personal de cabina de los aviones y la torre de control, y también se mejoró el trabajo en equipo y se introdujeron cambios en materia de seguridad, según un reportaje de Televisión Española. El secretario nacional de Formación de la Unión Sindical de Controladores Aéreos, José Puga, explicó a Efe el cambio más importante fue la modificación en la fraseología entre pilotos y controladores para evitar malentendidos en las comunicaciones como ocurrió en Los Rodeos. "Anteriormente se utilizaba el término take-off (despegar) para varias órdenes, entre ellas las de despegue. Esto se prohibió y ahora no debe usarse (ese término) excepto en el momento en el que se recibe autorización para despegar", ha señalado Puga. Por su parte, el secretario del Colegio Oficial de Pilotos de Aviación Comercial (Copac), Borja Díaz Capelli, detalló a Efe que, con un sistema reciente como Datalink, que permite que las comunicaciones entre el piloto y el controlador aparezcan por escrito en una pantalla, se hubiesen evitado los fallos en las comunicaciones.

Los terribles recuerdos de los bomberos

Ramón Castro, capataz del equipo de bomberos de Los Rodeos, y Domingo González, integrante del mismo cuerpo durante el accidente, relatan cómo vivieron en primer persona el desastre. "Nos avisaron desde la torre de control de que había un avión ardiendo". Al ir al lugar de los hechos, Castro reconoce que "no pensábamos que se tratase de los Jumbos", aunque se percataron de ello "al ver las turbinas y trenes de aterrizaje". Castro señala que los vehículos de los que disponían "no tenían la suficiente capacidad para sofocar el fuego". Además, el tiempo "tampoco ayudaba, porque no se veía nada y encima estuvo lloviendo toda la noche". El nerviosismo era palpable entre los bomberos. Castro destaca que todos "éramos pibes nuevos que nunca habían asistido a algo similar". "Al encontrarse con esa situación y de la manera en la que se sucedió todo, quieras o no, coges nervios". González, por su parte, remarca los recursos tan precarios de los que se disponía pues "no había mantas, ni nada para poder trasladar adecuadamente los cuerpos". Al ser preguntados por la imagen más impactante, ambos coinciden en que "hubo muchas cosas", pero, sin lugar a dudas, se quedan con "una madre con su bebé en brazos completamente calcinados, u otro que retiraron del vientre con ocho meses para embalsamar". Gónzalez explica que "recuerdos de esos te llevas bastantes, aunque una cosa es contarlo y otra es ver toda esa tragedia".

Compartir el artículo

stats