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Cuando el enemigo es invisible

La agente del Cuerpo Nacional de Policía en Tenerife Elena Rodríguez relata cómo ha sido su trabajo y el de sus compañeros a pie de calle durante la pandemia

Cuando el enemigo es invisible

La asturiana Elena Rodríguez Martín es agente del Cuerpo Nacional de Policía en Tenerife y ha sido una de las tantas mujeres que cuando estalló la pandemia estuvo en la calle informando y, ya durante el confinamiento, supervisando el cumplimiento de las restricciones derivadas del Estado de Alarma en Santa Cruz de Tenerife. “Nos hemos encontrado con todo tipo de situaciones”, recuerda sobre su labor. “La gente un poco incrédula al principio y con muchísimas dudas sobre lo que iba a pasar; es normal, yo también las tenía. Pero después ha habido un poco de todo: personas bien informadas y que respetaban las medidas y otras que querían parecer despistadas para no cumplirlas, negacionistas…”, añade.

“Como todo el mundo, al principio viví esta situación con incredulidad, viendo cómo avanzaba rápidamente, extendiéndose por todo el mundo sin que pudiéramos evitarlo e intentando prepárame para una situación tan nueva e impredecible”, dice. “Además creo que en muchos casos, como es el mío, supuso un reto a nivel profesional y personal ya que además de policía también soy madre y tuve que aprender a conciliar ambas cosas sin que ninguna de las dos facetas se viese resentida o lo hiciese en la menor medida posible”, explica esta mujer que cuando comenzó la pandemia estaba destinada en la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana de Santa Cruz de Tenerife, concretamente en la Delegación Provincial Participación Ciudadana.

“El principio más importante de un policía es el servicio al ciudadano, y es que precisamente nuestra especialidad es el contacto con ellos. Al comienzo de la pandemia los centros escolares cerraron y nuestra labor se centró más en otros colectivos y la ciudadanía en general. Primero realizamos una labor de información y prevención a pie de calle y también en los transportes públicos (uso de geles, mascarillas, distancia social…), porque la gente se encontraba muy confusa y les informamos de las medidas que se habían establecido a fin de poder evitar, en la medida de lo posible, el mayor número de contagios. También acudíamos a las residencias de mayores y centros de día para hacernos cargo de las necesidades que pudieran tener, entregarles material sanitario y estar al tanto de la evolución de los contagios. Posteriormente la situación empeoró y nos vimos abocados al confinamiento. Llegados a esta situación, nuestra labor se centró, entre otras, en garantizar que se cumplieran las medidas legalmente establecidas. La gente”, dice, “estaba bien informada y la mayoría demostró ser responsable; desgraciadamente no todo el mundo hace uso de ese sentido común que se presupone inherente a todas las personas y es entonces cuando la policía se ve obligada a ofrecer su cara menos amable, atendiendo a otro de nuestros principios básicos de actuación, que es hacer respetar las leyes y normas establecidas. También mantuvimos presencia policial en las inmediaciones de los comercios de alimentación y primera necesidad, y en las farmacias, ya que eran los únicos negocios que estaban abiertos y se encontraban más expuestos a que se produjesen robos o hurtos. Realizamos asimismo difusiones sobre estafas a las asociaciones de vecinos y personas mayores pues hubo desalmados que se estaban haciendo pasar por técnicos sanitarios especializados para aprovecharse de los más vulnerables y robar en los domicilios”.

“Sin duda”, dice Rodríguez Martín, “lo peor de esta pandemia para muchos ha sido la soledad. La gente tenía miedo a enfermar pero creo que muchos tenían más miedo a la soledad que trajo consigo el confinamiento. Lo veíamos cada día, las calles vacías y las personas con miradas perdidas y tristes. Personas que tenían algún familiar enfermo o que simplemente no podían ver a los suyos. Nosotros igualmente seguimos realizando visitas a las residencias de ancianos, y a los mayores que se encontraban solos y a los que sus familiares querían hacerles llegar sus muestras de cariño; y a los niños, a quienes íbamos a felicitar por su cumpleaños y otros pequeños gestos que para algunas personas suponían una gran alegría. También para mí y para todos los compañeros que estaban en la calle esta labor resultó sumamente gratificante. En la academia de policía nos forman para proteger y servir -aunque suene un poco cinematográfico, pero es así-, y si hay una situación en la que todos los ciudadanos de todo el país han necesitado de nosotros ha sido esta. La entereza demostrada por muchas personas y su cariño hacen que una salga a la calle cada día con ganas de dar lo mejor de sí a los demás. Yo me hice policía para eso”, admite.

Confiesa que ha notado de cerca el agradecimiento de la gente en estos meses, como por ejemplo con los aplausos. “Sentíamos que en parte eran para nosotros; creo que todos hemos visto que este país estaba más unido que nunca y en especial como policía me han transmitido un gran cariño por parte de todos”.

“En nuestro cuerpo”, prosigue sobre el compañerismo entre los agentes del CNP, “hay una gran unión y ha habido una labor enorme de coordinación a nivel de trabajo, pero sobre todo a nivel personal porque nos hemos apoyado mucho unos a otros. Yo que tengo a toda mi familia fuera, como muchos otros compañeros y compañeras, he encontrado en ellos sin duda una segunda familia. Igualmente estoy muy agradecida a las facilidades que me han dado mis jefes para poder hacer efectiva la conciliación de mi vida familiar y laboral”.

Esta asturiana no quiere dejar pasar la oportunidad que le brinda este reportaje para reflexionar sobre lo que ha aprendido de esta crisis sanitaria. “Me ha enseñado que el ser humano tiene capacidad para adaptarse a cualquier situación, por difícil e imprevista que ésta sea; me ha enseñado a valorar más el tiempo que paso con las personas a las que quiero y que la vida es increíble y hay que disfrutarla cada día, cada minuto, cada segundo...”, añade antes de pedirle al 2021 “volver a la normalidad aunque creo que esta pandemia ha cambiado nuestra vida para siempre así que la normalidad será distinta, pero no por ello tiene que ser peor. Pido respirar muy hondo, abrazar, besar, reír, celebrar, reunirnos, brindar… y que todo esto podamos hacerlo todos y todas, en todo el mundo, en igualdad”.

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