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El peligro en caja

La empleada de supermercado Rosa Delia Herrera dice desde Tejina que no fue fácil trabajar en la pandemia

El peligro en caja

“Trabajar durante el confinamiento no fue fácil pero no recuerdo miedo porque el miedo te paraliza y no podíamos parar”, cuenta la tinerfeña Rosa Delia Herrera, empleada del supermercado Autoservicio Ricali, en Tejina, uno de los tantos establecimientos que durante la pandemia continuó trabajando en Canarias gracias a un personal a quien no se le ha reconocido su aportación y el riesgo que corrió durante los meses más duros de la crisis sanitaria: a los empleados y empleadas de los supermercados no les ha aplaudido nadie. Y lo merecen.

“Teníamos muchas dudas de cómo hacer las cosas porque era un cambio radical y las medidas iban variando a cada momento. Cuando te parabas decías: ¿y si nos contagiamos?... Pero no había tiempo y debías continuar trabajando y seguir hacia adelante porque el susto te llegaba por momentos”, dice esta profesional que recuerda, incluso justifica, “los nervios de los clientes en la puerta del supermercado por las largas esperas para poder entrar”. “Se les explicaba y se traqulizaban”, asegura la tinerfeña que lleva seis años en este sector.

Dice que se multiplicaron los envíos a domicilio “y al ser un supermercado pequeño de un núcleo reducido”, añade, “siempre hemos mantenido una relación cordial con la clientela”. La joven admite que esa cercanía también le proporcionó “un poquito de apoyo y cariño por los y las clientas, que realmente lo necesitábamos”. “Sentimos muy de cerca el cariño de la gente”, prosigue en otro momento de la entrevista.

“Nos decían que bendita paciencia teníamos y agradecían que no perdiéramos la sonrisa. Eso nos animaba a seguir porque entendíamos que lo estábamos haciendo bien”, continúa relatando con orgullo sobre una actitud que compartía con sus compañeros y compañeras. “Los niños del pueblo nos ponían dibujos pegados en sus ventanas para darnos ánimos y la verdad es que nos llenaba mucho”, reconoce Rosa Delia Herrera.

Cuenta que el desabastecimiento fue un problema que rondó en la cabeza de todos pero de manera equivocada porque jamás se produjo pese a quienes utilizaban esa falsa noticia para generar caos y desinfomación. “La gente llegaba al supermercado y se sorprendía que no faltase nada en las estanterías. El jefe traía a diario la mercancia que se agotaba pero si no la encontrabas ese día en el súper la encontrabas al día siguiente... nuca faltó nada”, concluye.

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