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orgullo en la fauna

Naturaleza LGTBI

Caballitos de mar ‘queer’, hienas que paren por el pene y lagartijas lesbianas [] Los roles de género tradicionales no se adaptan a todas las especies naturales [] La naturaleza LGTBI existe y la bióloga Joan Roughgarden la recoge en ‘El arcoíris de la evolución’

Cisne Monogamia homosexual

Desde que Darwin, allá en los albores de la modernidad, diseñase la teoría de la evolución, ha llovido mucho. Por supuesto, cada vez parece más superada la versión de los roles de género naturales que tan aprendida teníamos, pero, aun así, todavía queda mucho camino para entender la naturaleza como lo que es: una mezcolanza queer cuya representatividad nada tiene que envidiar a una peli de John Waters.

Por eso son tan relevantes los estudios de la bióloga Joan Roughgarden, que la editorial Capitán Swing recoge en El arcoíris de la evolución. Su revisión del darwinismo, como señala la escritora Alana S. Portero en el prólogo, demuestra que las definiciones científicas relativas al sexo y género «no están escritas por la ciencia, sino por los científicos, que es muy diferente», y que Darwin, a pesar de ser un hombre brillante, también contaminó sus teorías de sus sesgos sociales. Como concluye Portero, pretender que la observación de un solo hombre permanezca inalterable «no solo es acientífico, es muy aburrido». Y estos animales queer son la prueba viviente.

Cisne: Monogamia homosexual

Los pingüinos gais son bastamente conocidos hasta protagonizan un capítulo de la serie de culto ‘Parks and recreation’, pero no son los únicos pájaros homosexuales del reino animal. Los cisnes forman parejas gais, monógamas y estables que duran muchos años. Incluso tienen integrada en su sociedad una especie de gestación subrogada, donde una hembra se acopla temporalmente a una pareja de machos, se aparea con ellos y luego les deja los huevos a su cuidado.

Además, ‘plot twist’, evolutivamente la homosexualidad es muy provechosa para la supervivencia de los cisnes: las parejas gais «comparten la carga de trabajo de forma más equitativa que las parejas heterosexuales», sostiene la bióloga, consiguiendo una mayor tasa de supervivencia de sus crías, con un 80% frente al 30% hetero.

Papamoscas cerrojilo ¿Travestismo bisexual? ABEL COBOS

Pez Payaso: de macho a hembra

Para que la famosa película infantil ‘Buscando a Nemo’ fuera biológicamente realista, según las observaciones que apunta Roughgarden en su libro, Marlin, el padre del protagonista, debería haberse convertido en mujer tras la muerte de su madre. Una transición de género muy común en esta especie, ya que si la hembra desaparece, «el macho se convierte en hembra».

Pero la historia no acaba ahí, ya que, tras la transición, «uno de los peces jóvenes se convierte en macho», así que Nemo habría tenido que asumir el rol reproductor previamente ocupado por su padre. Eso sí, si en algo acierta la película es en la fijación que Marlin tiene por su hijo, ya que las parejas de pez payaso son siempre monógamas, y solo una pareja cerrada se recorrería medio océano para reencontrarse con su amado vástago.

Pampamoscas Cerrojilo ¿Travestismo bisexual?

La hembra del papamoscas cerrojillo es siempre marrón, mientras que el macho puede ser o blanco y negro o marrón, con el mismo patrón que las hembras. Los blanco y negro nunca mantienen relaciones entre ellos. Sin embargo, les encanta hacerlo con los marrones, independientemente de su sexo. 

Hay decenas de estudios para entender el porqué de esta atracción sexual basada en los colores, todos con las mismas conclusiones: en esta especie, los machos son profundamente imbéciles. Eso, por supuesto, porque quienes los condujeron se negaron a plantearse una hipótesis tan sencilla como que la bisexualidad existe. Como teoriza Roughgarden, los machos negros y blancos simplemente «están salidos» y tienen sexo con otros machos porque hay «una atracción sexual mutua».

Oso: Referente intersexual

Para los nativos americanos, los osos son un símbolo de la mezcla de géneros. Diversas tribus cuentan «historias de osos madres macho que daban a luz a través de un órgano similar a un pene-clítoris», explica la bióloga. Estas «madres macho» suponen entre un 10 y 20% de la población de las osas de todas las especies, ya sean pardas, negras o polares. En resumen, «una osa intersexual copula y da a luz con la punta de su pene».

Esto evidencia el sesgo de género impuesto por parte de la ciencia occidental. Como en las sociedades indígenas norteamericanas existían las personas dos espíritus —un término utilizado para definir a sus miembros ‘queer’—, veían la disidencia sexual no binaria como algo natural y, por eso, le dieron espacio en el entendimiento del reino animal.

Lagartijas: Lesbianas

Las lagartijas y geckos del suroeste americano y Hawái son descritas, según la ciencia tradicional, como asexuales. Esto se debe a que, como se reproducen por clonación, poniendo sus propios huevos sin necesidad de fertilizarlos, no existen los machos, por lo que son especies compuestas exclusivamente por hembras. La lógica científica dicta, por lo tanto, que son asexuales: ¿cómo iban a tener sexo si ni la función reproductiva lo requiere ni hay machos? Pues, porque como se ha podido observar, les encanta practicarlo. Y, por supuesto, si no hay machos, no hay problema, es sexo puramente lésbico. «Las hembras de las lagartijas de esas especies, antes de poner los huevos, pasan por un elaborado cortejo que incluye el contacto genital», afirma Roughgarden en ‘El arcoíris de la evolución’.

Gaviota: Parejas del mismo sexo

Probablemente usted no lo sepa, pero las intimidantes gaviotas que invaden calles, plazas y tejados están, con una alta probabilidad, metidas en una relación ‘queer’. Esta especie ofrece un amplio abanico de posibilidades en cuanto a parejas arcoíris se refiere. En algunas subespecies, «hasta un 20% de todas las parejas están compuestas por dos machos» que usan el mismo método de gestación subrogada que utilizan los cisnes, asegura la bióloga. 

Mientras, en otras subespecies, las relaciones homosexuales que imperan son de lesbianas, parejas de hembras que mantienen tríos con machos para poder quedarse embarazadas y tener polluelos que luego criarán por su cuenta, sin incluir a ese macho para nada, cuya función en la relación es única y exlusivamente reproductiva.

Pez Luna: Poligamia 'queer'

El percasol, una especie de pez luna, cuenta con hasta cuatro géneros diferentes, tres con gónadas masculinas y uno con gónadas femeninas. Los femeninos son los encargados de poner huevos, mientras que, a grandes rasgos, los otros tres se pelean por fecundarlos. 

Pero entre estas peleas de los machos se han detectado unidades reproductivas que solo se pueden definir como relaciones polígamas ‘queer’. En concreto, cuando una hembra y dos machos —uno más violento y uno más pacífico— se enganchan y, como en una especie de sándwich, van dando vueltas, soltando huevos y esperma, creando así un ritual de apareamiento a tres bandas. Según las teorías de Roughgarden, esta estructura familiar podría servir para proteger a la hembra de la violencia de género.

Caballito de Mar: Machos gestantes

Otro caso muy famoso, y de los más conocidos, es el de los caballitos de mar, en el que la hembra es la que pone los huevos, pero no es la que carga con el embarazo. Son los machos, cuya aleta se convierte en una especie de bolsa donde colocan los huevos y los fertilizan. Ellos proporcionan oxígeno, sal, alimento y protección hasta que eclosionan. Pero, a pesar de estos «embarazos masculinos», a Roughgarden no le gusta el término de «roles invertidos», aunque desde la academia se use mucho. La bióloga prefiere hablar de igualdad, ya que la inversión de energía inicial de la hembra es superior al poner el óvulo. 

Aquí, el proceso de reproducción del macho no se limita solamente a eyacular y adiós: le toca compensar con su propia energía corporal el esfuerzo femenino realizado inicialmente.

Rape: Ellos no pintan nada

El típico rape que se puede comprar en la pescadería es siempre hembra. Es decir, ninguno de aquellos peces feos, monstruosos y grandes, de cuya frente sale una antenita en forma de caña de pescar que lucen en los mercados, será macho. Y no es porque no existan, que los hay, sino porque los machos son diminutos e inútiles, incapaces de vivir sin una hembra. 

El macho de esta especie tiene «unos grandes orificios nasales para concentrarse en el rastro que dejan las hembras y unas pinzas en lugar de dientes» para agarrarse y fusionarse con ellas, conectándose a su flujo sanguíneo para sobrevivir. Estas estructuras familiares comunes suelen incluir varios machos, lo que se conoce como poliandria, es decir, una poligamia donde es la mujer quien tiene varios hombres.

Hiena: Parir por el pene

En Tanzania, las hembras de la hiena moteada tienen pene. Todas, sin excepción. Y es funcional, porque sirve para orinar y hasta tiene erecciones como un macho. Para aparearse hay penetración, pero esta es muy poco convencional. Roughgarden la resume como «levantar las mangas de una camisa», una imagen muy gráfica de cómo entra el pene masculino dentro del pene femenino. 

Para parir, ocurre lo mismo, el embrión atraviesa el largo y estrecho canal, lo que se traduce en una gran mortalidad: el 60% de las crías. Si es tan contraproducente, ¿por qué tienen este pene intersexual? Pues porque sirve como señal para relacionarse entre ellos, independientemente de su sexo. En sus sociedades, una erección es sinónimo de sumisión, muy útil para la ley del más fuerte.

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