un muerto incómodo

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En plena dictadura de Primo de Rivera, ‘La Prensa’ de Canarias fue uno de los pocos periódicos españoles que se atrevió a dar en portada amplia información sobre el fallecimiento [] Cien años después de su funeral, las autoridades rusas también reniegan de la figura del líder de la revolución

Todos los cañones del país dispararon salvas, las sirenas de las locomotoras y las fábricas silbaron y los trenes pararon máquinas. Aquel domingo 27 de enero de 1924, cuatro días después de que los primeros telegramas avanzaran la muerte de Lenin, los termómetros marcaban 33 grados bajo cero en la Plaza Roja de Moscú. El funeral de uno de los estandartes de la Revolución de Octubre de 1917 atrapó la atención de la comunidad internacional. Las primeras informaciones no eran demasiado precisas, tres o cuatro renglones que destilaban un tufo oficialista. «En Moscú ha fallecido Lenin», se publicó en la página 3 de La Gaceta de Tenerife del 23 de enero. «Lo que telegrafían de Rusia... Madrid 22. 23’35. Una agencia telegráfica rusa da cuenta de que en Moscú ha fallecido Lenin, el jefe de los Soviets». Ese mismo día la provincia incluye en su página 8 una referencia de tres líneas precedida de un antetítulo (Rusia) y un escueto título («Muerte de Lenin»). «Londres 22. Sin hora. Comunican oficialmente que Lenin murió ayer en Moscou». En esa misma sintonía se movió La Prensa, diario republicano impulsor de El Día, en la página 3 del 23 de enero de 1924 «Muerte de Lenin»... «Comunican de Londres que la delegación de los Soviets en Inglaterra ha comunicado oficialmente el fallecimiento de Lenin en Moscú».

Estas reseñas periodísticas eran como tres gotas de agua, pero el 29 de enero ocurrió algo que supuso un hecho excepcional en todo el Estado español. La Prensa se convirtió en el único diario del país que incluyó en su portada una fotografía alusiva al luto que se vivía en la capital rusa. La imagen ocupaba al menos dos de las seis columnas del diseño y en ella aparecía el rostro del Vladímir Ilích Uliánov insertado sobre una panorámica de la mítica Plaza Roja durante un acto conmemorativo por la revolución bolchevique. Era el número 4.424 del diario que se montaba en la redacción de la calle Valentín Sanz nº 15 de la capital tinerfeña. Cada ejemplar tenía cuatro páginas y su precio era de diez céntimos, diez pesetas si se optaba por la fórmula de la suscripción. Si tenemos en cuenta los 5.193,66 kilómetros que separan Santa Cruz de Tenerife de Moscú, o viceversa, el calado que tuvo el tratamiento de este suceso no deja de ser por lo menos sorprendente.

Un retrato en ‘Diario de Las Palmas

Seis días antes de que apareciera la foto en La Prensa se insertó en la portada del Diario de Las Palmas un grabado del difunto al que acompañaba un pequeño texto. «Muerte de Lenin», tituló el número 2.991 de un ejemplar que se vendía a 10 céntimos cada día. Arriba, junto a la cabecera, figuraban las tarifas en el caso de que se quisiera hacer una suscripción por un trimestre (6 pesetas), un semestre (12 pesetas) o un año (24 pesetas). Cuatro renglones justificaban la presencia del dibujo en primera plana «El gran agitador Nicolás Urbanol Lenin, presidente de la república soviética, que falleció ayer en Rusia, según noticias oficiales». Las prisas, quizá, jugaron en contra del responsable de montar la noticia y hubo un pequeño baile de nombres. En medio de gacetillas que garantizaban un éxito vigoroso o las ofertas del día de un negocio conocido como Los cambuyoneros, que según el anuncio contaba con «depósito propio de carbón vegetal, mantequilla de barra, jamones, dulces variados e impermeables...», se colaron dos asuntos de actualidad que rivalizaron con el adiós de Lenin. Uno sobre la crisis de gobierno en Inglaterra y el otro, el destierro del marqués de Cortina a Fuerteventura, isla de acogida por aquel entonces de «revoltosos», personalidades con ideas «problemáticas» y todo tipo de seres a los que el Directorio Militar colocaba la etiqueta de «molestos». El 25 de enero de 1924, por ejemplo, la provincia publica justo por encima de la casilla reservada a la muerte de Lenin que las aguas volvían a estar mansas en territorio británico. «Nuevo ministro», fue el gancho elegido para contar lo siguiente. «Londres 24 - 1’ 45. Lord Richard ha sido nombrado secretario de las Indias», un hecho completamente eclipsado por un telegrama fechado en la capital moscovita que avanzaba la muerte de Lenin... «Ha llegado a esta capital conducido a hombros por comisarios bolcheviques y acompañado por más de 20.000 personas».

Sobre el destierro del III marqués de Cortina (José Gómez-Acebo y Cortina) a tierras majoreras La Prensa informó que en la tarde del 22 de enero llegó a bordo del buque Manuel Armús a La Luz el abogado y exministro de Fomento y de Marina durante el reinado de Felipe VII y, además, propietario del semanario La actualidad financiera hasta que fue suspendido por el Directorio de Primo de Rivera bajo la acusación de «hacer política menuda, falaz y ponzoñosa, tratando de envenenar en perversa mezcolanza a las clases militares, a las humildes privadas de aguinaldo y a las empresas de navegación». El miembro del Partido Liberal fue agasajado en el puerto grancanario por Eduardo Benítez Inglott y Nicolás Massieu y Falcón, quienes se hicieron cargo de su traslado al Hotel Metropole. Todo estaba programado para que en las horas siguientes tomara un correo con rumbo a su ostracismo en La Oliva.

Ese mismo año, aunque ya metido en el mes de febrero, Primo de Rivera ordena el confinamiento de Miguel de Unamuno en Puerto del Rosario hasta la firma de su indulto en la primavera de 2024. El escritor y filósofo bilbaíno, que coincidió en la Isla con el marqués de Cortina, decidió no volver a vivir en España y se autoexilió a Francia. Pero esa es otra historia.

La muerte de Lenin y la revolución bolchevique

«La muerte de Lenin atrae de nuevo en estos momentos el interés y curiosidad de las gentes sobre cuanto se refiere a la vida y situación actual del enigmático país ruso». Así comienza el artículo que La Prensa ofreció a sus lectores el 29 de enero de 1924 con el título La muerte de Lenin y el aniversario de la revolución bolchevique. El autor del texto, documentado con una fotografía, ancla su visión a los cimientos que dieron lugar a la constitución de la URSS y exalta la majestuosidad de un Kremlin construido cerca de una colina que los rusos usaban como escudo para contener las invasiones mongolas. «Desde allí se divisan los lujosos palacios que ocuparon los últimos zares», apuntala en una portada en la que aparece una segunda imagen, mucho más pequeña y vertical, en la que está retratada Miss Margaret Bondfield. ¿Quién es esta señora? La nueva ministra británica. Era integrante del Partido Laborista y se convirtió en la primera mujer del mundo que accedió a una cartera ministerial.

Lo que no ha cambiado un siglo después son los obstáculos derivados de la escasez de viviendas. Basta con echar un ojo a la introducción de la noticia para entender la existencia de este déficit: «Uno de los problemas a que el nuevo Gobierno inglés se propone dedicar preferente atención, es el relacionado con la vivienda, que tanto preocupa hoy al mundo entero». A la derecha de la instantánea de la ministra británica, vestida con un elegante y largo abrigo de color oscuro, hay una nueva mención al Gómez-Acebo: «El Marqués de Cortina no embarcó como se había dicho, el 24 para Fuerteventura, a cumplir con el destierro que le ha sido impuesto, por tener autorización superior para permanecer en Las Palmas hasta que se le habilite la apropiada en otra isla», aclara.

Las vísceras del revolucionario

La momia de Lenin ya tiene un siglo de historia. Su estado de conservación es aparentemente bueno [estudios científicos apuntan que ya sólo queda el 23% de su cuerpo], pero las interrogantes sobre el proceso que siguieron los expertos del Instituto de Plantas Medicinales y Aromáticas de Moscú traspasaron las fronteras de la Unión Soviética. la provincia, por citar un ejemplo cercano, publica el 29 de enero una breve reseña [Armonías bolcheviques - Las vísceras de Lenin] en la que da cuenta de que «los delegados checos trataron de asaltar el palacio de Trostki, derrumbando la puerta con dinamita. La llegada de la guardia roja restableció el orden. Afirman que las desavenencias bolcheviques obedecen a la no asistencia de Trostki a los funerales de Lenin. De Moscou comunican que han sido extraídas de su cadáver las vísceras y el corazón de Lenin, las que serán conservadas».

Pavel Fomenko, uno de los médicos que participó en el embalsamamiento [algunos miembros de este equipo colaboraron en la momificación de otros líderes como Ho Chi Minh (Vietnam), Agostinho Neto (Angola) o Kim II-sung (Corea del Norte)] comentó años después en una entrevista: «Retiramos todos los órganos internos, las venas se purgaron con una solución y la sangre se extrajo de los tejidos... El cuerpo se colocó en una bañera de vidrio llena con una solución de embalsamamiento, se cerró con una tapa y quedó cubierto con una sábana de color blanco», añadiendo que el protocolo que se sigue dura unos seis meses. Los médicos, además, seccionaron su cerebro en varios trozos para estudiarlo. Nunca se dijo nada interesante de esto. Lenin, que había solicitado en plena enfermedad ser enterrado, no vio cumplido su deseo por orden de Stalin, quien era conocedor del amor que sentía el pueblo por su figura. La estrategia del dictador georgiano para ganarse el favor del pueblo se deslizó en algunos recortes que se publicaron en la prensa canaria en enero de 1924. «Kallenin fue el encargado de comunicar a los Soviets la defunción de Lenin... Su cadáver será expuesto durante tres días. Su fallecimiento ha causado una enorme consternación entre las masas obreras del pueblo ruso... La prensa de Berlín, Roma, París y otras capitales publican extensas necrológicas», se puede leer en La Prensa del 25 de enero. En el texto, además, se confirma que la causa de la muerte fue un derrame cerebral. En las páginas de El Progreso se añade que «el cuerpo será expuesto durante tres días y es casi seguro que Trotsky asumirá la dirección del Estado». Otro de los datos que aportó la provincia aquel día estaba vinculado al «el paño rojo con el que se ha cubierto su cuerpo para ser expuesto en la sala de columnas».

Veinticuatro horas después, en la página 7 de la provincia, se avanza que los Soviets de Petrogrado [San Petersburgo] han acordado dar a esta capital el nombre de Leningrado. Esta primicia lindaba con una promoción de Vino Nutritivo Winox, el reconstituyente natural, sin adición de drogas, que combate directamente «anemia, convalescencia, grippe, debilidad, cansancio, neuralgia y meurastenia».

En medio del torrente de pesimismo que se filtraba desde tierras soviéticas hay que recordar que no era la primera vez que se daba por muerto a Lenin. Los mitos tienen esas cosas. En uno de los ataques fue tiroteado de gravedad y las secuelas que sufrió [los médicos asociaron sus dolores de cabeza e insomnio con el estrés y la posibilidad de que los restos de plomo que permanecían alojados en su cuerpo estuvieran afectando a su memoria y el habla] acabaron derivando en tres accidentes cardiovasculares que lo postraron en una silla de ruedas mucho antes de morir.

Los preparativos del funeral

A pesar de que los telegramas llegaban a cuentagotas, los periódicos canarios de la época dieron cuenta de los preparativos [sin grandes detalles] de la hoja de ruta que se abrió hasta la jornada en la que se ofició el gran funeral. «El próximo sábado se verificará el entierro de Lenin», confirmó La Prensa cuarenta y ocho horas después de conocer el carácter oficial de la defunción. «El gobierno de los Soviets ha declarado día de luto nacional, que se conmemorará anualmente, el 21 de enero». Por la enorme distancia que hay entre el Archipiélago y los territorios soviéticos, y sobre todo por el hermetismo que se autoimpusieron los altos mandos de la URSS, no se dieron demasiados datos [o casi ninguno] del apresurado concurso que se abrió para construir un mausoleo insertado en el perímetro de la Plaza Roja y el Kremlin. Alexei Chtchusev fue el arquitecto que se hizo cargo de la edificación de un proyecto que inicialmente fue de madera. Con el paso de los años se cubrió con cemento armado y placas de mármol (1930). Una década y media después se completó el monumento [con forma de pirámide] y entre 1953 y 1961 el cuerpo de Iósif Stalin fue expuesto junto a su predecesor. La activación de una fase de destalinización provocó una operación en secreto para sacar sus restos hasta una necrópolis cercana. Salvo el periodo en el que se desató la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la momia de Lenin se custodió en su actual emplazamiento. Allí sigue a la espera de lo que decida la gran cúpula política local. Mijaíl Gorbachov no hizo nada por cambiar esa situación en plena Perestroika, Boris Yeltsin también miró para otro lado durante casi una década y Vladímir Putin ha repetido hasta la saciedad que allí seguirá hasta que «una amplia mayoría del pueblo ruso tome la decisión de enterrar a Lenin».

Pero la presencia del exdirigente soviético en pleno corazón de la Plaza Roja ha generado una docena de actos terroristas o vandálicos entre 1934 y 2019. En ese periodo varios lobos solitarios [ucranianos, uzbecos, georgianos, lituanos y algún que otro ruso] han tratado de asesinar a la momia de Lenin con pistolas, piedras, martillos, líquidos inflamables... Otros sabotajes fueron silenciados o acabaron en un expediente abierto a raíz de un episodio protagonizado por un ciudadano con sus facultades trastornadas, es decir, que no se pudo determinar si el acto tenía un perfil terrorista.

En el contexto de la insólita portada —un extraño ejemplo en plena dictadura de Primo de Rivera— que publicó La Prensa el 29 de enero de 1924, también se adelantó que M. Alexis Rizoff había sido nombrado presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo. En un recorte interior se informa de que las piezas de artillería sonaron en todas las ciudades fortificadas rusas y que la marcha fúnebre de Chopin se interpretó durante las exequias.

Al margen de Lenin, la ministra Margaret Bondfield o la llegada del marqués a la capital grancanaria, ese mismo día igualmente ocupó un espacio interesante en la primera plana de La Prensa otro hito histórico. «El invento de un catalán», avanzaba el titular de una novedad que acabó teniendo una gran repercusión informativa en otros medios de comunicación españoles: «Un vecino de Illinois apellidado Madolet, de origen catalán, acaba de inventar unas alas, con las cuales el hombre podrá elevarse en el espacio y volar como los pájaros... Son de lona enhebrada, de mucho cuerpo y cubiertas de plumas de aves. Los primeros ensayos han dado un resultado excelente».

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