Por las venas de Anil Partap corre la sangre de los habitantes del Sind, una de las regiones del Pakistán Occidental en que la población -los sindis- más padeció los duros enfrentamientos desencadenados tras la precipitada salida del Imperio Británico de la zona en 1947. El padre de Anil decidió que su vida no pasaba por soportar los embates de circunstancias que no había elegido. Primero se pasó a la India, porque quien no se convertía al islamismo no tenía sitio en aquel incipiente Pakistán. Después, al igual que sus hermanos, tomó un barco. El suyo le condujo a Tánger (Marruecos), pero mantuvo los lazos con la India. Así fue que conoció a su mujer, la madre de Anil.

Florecían las relaciones comerciales entre Marruecos y Japón, con la electrónica como mercancía, y se empezaban a abrir rutas entre el Norte de África y las Islas. Partap padre decidió, junto a varios de sus hermanos, explorar las posibilidades que había en el otro lado. En el año 1961, vino al mundo el pequeño Anil. Fue en Tenerife. "Al año nos vinimos a Gran Canaria, pero es igual", apunta el próspero empresario desterrando cualquier tentación de recurrir al manido pleito insular.

La calle La Naval fue el cuartel general de los hermanos Partap. Y allí continúa la primigenia tienda que fundara Partap sénior. "Era la época en que se vendía a los peninsulares, que venían aprovechando los precios que permitían los puertos francos", apunta el empresario.

En 1979, los Partap decidieron darse libertad para caminar cada uno por su lado. Tres años después, Anil recibió un mensaje claro de su padre: o se incorporaba a la empresa familiar o él arrojaba la toalla. El desencanto del hombre que había salido del Sind alcanzó su culmen cuando los empleados que tenía se unieron para abrir una tienda justo frente a la suya.

"Estaba estudiando Administración de Empresas, que lo terminé, y tercero de Derecho", relata Anil Partap. Con 21 años juntó su hombro al de su padre y decidió dar un giro a la actividad: se especializó en el negocio de maleta con clientes de África Occidental. Llegaban desde sus países en vuelos directos que entonces sí existían con las Islas. Traían las maletas vacías y los bolsillos llenos. Anil se ocupaba de aligerar sus bolsillos y ellos de llenar las maletas. Negocio face to face -cara a cara-, sin intermediarios, como le gusta al consejero delegado del Grupo Parjani. En el año de Naranjito, cuando se remangó para devolver a la familia la apuesta que había hecho por él, el negocio facturaba 80 millones de pesetas. Siete después, las ventas ascendían a 1.850 millones. "La estructura de la tienda era la misma, pero viajaba muchísimo a África. Tuve que aprender francés, hassaniya [hablado en Mauritania] y hasaní [lengua del Sahara]". Anil Partap confiesa que le costó mucho esfuerzo lograrlo, pero fue un gran valor añadido para una actividad comercial tan cercana. "Desde entonces, mauritano que venía a Las Palmas, solo quería hablar conmigo", recuerda con nostalgia y critica la política restrictiva de visados seguida por la Unión Europea, que fue la sentencia de muerte para ese negocio que tantas satisfacciones le dio. Convencido de que con esfuerzo se es capaz de dominar las lenguas más complicadas, Anil Partap también aprendió inglés, lo que unido al sindi e hindi que traía de cuna le convertían en un rival difícil de batir cuando de hablar con los clientes en su lengua se trataba. "Ahora estoy con el italiano, cuando sabes muchos idiomas es más fácil aprender nuevas lenguas", afirma.

La pregunta es cuándo encuentra tiempo para pelearse con el idioma de Enrico Caruso. Se levanta a las seis de la mañana y a la una de la tarde de un día lluvioso, con el tráfico ralentizado por tanto, ya ha tocado a la puerta de seis clientes. "Hay que cuidarles, conocer sus necesidades, hablar con ellos". Así entiende el negocio Anil Partap, que lleva comiendo "25 ó 26 años fuera de casa", porque es su manera -"la mejor"- de llegar "a los amigos, a los clientes, a esos clientes que vuelven a ser amigos. Hay que ser amigo de ellos, crecer con ellos", afirma convencido.

Todos los días sale a caminar, claro que "con la Blackberry encima", porque recibe "más de 250 correos electrónicos diarios". Con todo, este mes espera batir su récord de kilómetros.

En 1983 en una boda conoció a su mujer. Dos años después ambos asistían a otro enlace, el suyo. Tienen tres hijos. El mayor acaba de terminar Derecho y Económicas en Icade y el lunes pasado comenzó a trabajar en NH. "Mi hija está estudiando tercero de Derecho y Relaciones Internacionales, y el menor termina este año en el Claret y espero que estudie también", concluye orgulloso el relato del devenir vital de sus vástagos.

En el año 89 tuvo la ocasión de comprar el hotel Imperial Playa junto a otros socios. "Lo hicimos y se lo alquilamos a la cadena NH. Antonio Catalán fue el que firmó el contrato", reseña. En 1992, ampliaron los negocios con Catalán y adquirieron parte del NH Lagasca de Madrid. Hoy tiene cuatro establecimientos con NH, fruto de la diversificación acometida tras la pérdida del floreciente negocio con África.

De ese parón nació también la especialización en regalos promocionales y packagging, con una red de ventas actual que se extiende por todas las grandes superficies canarias.

Anil Partap es miembro del Círculo de Empresarios y fue presidente de la Asociación de Empresa Familiar. Desde allí hace cuatro años surgió la idea de convertirse en patrocinador de uno de los mejores deportistas canarios de los últimos tiempos: el nadador paralímpico Enhamed Enhamed.