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El regreso al campo Quesos en Fuerteventura

Pleitesía al sector primario

David Morales cambió hace seis años los talleres de mecánica por la elaboración de quesos majoreros - Empezó con una cabra y ahora cuenta con un rebaño de cien cabezas

David Morales, de 34 años, en un instante del trabajo que desarrolla en su quesería de Tamariche, en Puerto del Rosario. GABRIEL FUSELLI

"Di un cambio radical a mi vida y no me arrepiento". David Morales, de 34 años, decidió hace seis años romper con todo aquello que le oprimía y aburría. Se formó como mecánico y no le faltaba trabajo, pero no era feliz.

"Realmente me gustaba mi empleo", asegura, pero la vorágine del día a día le estaba consumiendo y el estrés cada vez era mayor. Por eso lo tuvo claro. "Vivimos una sola vez y hay que disfrutar con lo que se hace".

Morales no desciende de familia ganadera ni quesera, decidió dedicarse al campo "casi por casualidad". Alrededor de su casa, ubicada en Puerto del Rosario, tenía 33.000 metros cuadrados; un día decidió aprovechar ese terreno para iniciar su andadura en el sector primario, al que ahora rinde pleitesía.

Empezó con una sola cabra y haciendo quesos para la familia. "A veces me quedaba mejor y otras peor pese a que seguía el mismo proceso", reconoce el majorero. Esta circunstancia disparó su curiosidad y empezó a buscar información en internet y a preguntar a personas mayores. Para ampliar sus conocimientos, Morales también se apuntó a algún curso del Cabildo de Fuerteventura.

El gusanillo por el oficio quesero fue creciendo y poco a poco fue ampliando el rebaño. En la actualidad lo conforman cien cabezas y Morales tiene la intención de "ir a más" desde que pueda.

"Me dedico de lleno a esto", expone, "y voy tirando con orgullo". El joven explica que, aunque parezca mentira, con la primera cabra fue cubriendo sus gastos iniciales y poco a poco vio crecer su negocio: Quesería Tamariche.

Ahora elabora queso fresco, curado pimentón y semicurado. En esta época produce 21 kilos al día, pero en julio, cuando las ubres de las cabras están secas, apenas hace dos o tres kilos. En octubre, en cambio, la producción asciende a los 30 kilos diarios.

El precio de sus productos oscila entre los ocho y diez euros y de momento los vende en ocho pequeños comercios de la isla, en el Mercado Agrícola de la Biosfera de Puerto del Rosario y en su propia quesería.

Todo el proceso de elaboración es artesanal. "Lo hago como antes, sin prensas", afirma. Un trabajo laborioso para el que no cuenta con ayuda. Por el momento se encarga él solo del cuidado de los animales y de la quesería. El único alivio que siente en su carga diaria es el sistema mecanizado de ordeño. "Es un trabajo sacrificado, pero me satisface plenamente", asegura con orgullo. "Tienes que estar todos los días en faena, pero estás en medio de la naturaleza. Por eso no lo veo como un trabajo, sino como una forma de vida".

Morales sostiene que el ser humano desde que nace está abocado a seguir directrices. "En la guardería, en el colegio y en el trabajo nos dicen cómo tenemos que hacer las cosas. Yo he roto con todo eso". Ahora, tras el cambio de rumbo que dio a su vida, "vivo desligado de rutinas y pautas".

Él decidió tomar las riendas de su futuro de forma humilde, un negocio que le gustaría que siguiese su hijo si también sintiera la misma pasión por la ganadería.

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