El expresidente de Caja Madrid Miguel Blesa abandonó ayer a primera hora de la mañana la mesa del desayuno que compartía con su amigo el ingeniero Rafael Alcaide en la finca Puerta del Toro en Córdoba con la excusa de que iba a cambiar el coche de sitio, en busca de una sombra. No llegó a hacerlo, sus intenciones eran otras. Minutos más tarde el banquero era hallado muerto por el personal de la casa. El cuerpo estaba tirado en el aparcamiento del cortijo junto a su vehículo con un tiro en el pecho en lo que parece un suicidio.

La Guardia Civil, a la espera de la autopsia, también baraja que pueda tratarse de un accidente, y a priori la posibilidad de un asesinato parece descartada. Fuentes de su entorno familiar aseguraron que el jienense no estaba abatido ni triste, aunque sí desaminado por la batalla legal en la que estaba inmerso. Pero ninguno podía presagiar tan trágico final.

Sea como fuere, una bala en el tórax ponía ayer punto y final a la vida de quien fue presidente de Caja Madrid entre 1996 y 2010. Era uno de los mejores amigos del expresidente del Gobierno José María Aznar, iba a cumplir 70 años el 8 de agosto y a finales de febrero había sido condenado por la Audiencia Nacional a seis años de cárcel por el uso de las controvertidas tarjetas black, repartidas por la entidad madrileña y con la que gastó 436.688 euros. En ese mismo proceso, Rodrigo Rato, expresidente de Bankia, también había sido castigado con cuatro años y medio de prisión. Ambos habían presentando un recurso ante el Tribunal Supremo, con la esperanza de que el alto tribunal revocara la condena.

Las últimas horas de Blesa fueron tranquilas, y ningún allegado sospechaba ese fatal desenlace. El exbanquero había llegado a la finca cordobesa sobre las dos de la madrugada con la intención de ir a cazar a la mañana siguiente a un coto cercano que solía frecuentar. Tenía licencia para quince armas. Con una de ellas, que llevaba en el maletero de su coche, fue con la que encontró la muerte. La noche del martes al miércoles, la última para el exbanquero, durmió apenas cinco horas. Un poco más tarde de las siete se levantó, se vistió y fue a desayunar. A las ocho menos diez de la mañana uno de los trabajadores de la casa llamaba a los servicios de emergencia para alertar del suceso.

Blesa había estado en el ojo del huracán por el escándalo de las preferentes y por la polémica de los sobresueldos de Caja Madrid, una causa judicial de la que estaba pendiente de sentencia. La presión era mucha, aseguró un familiar tras conocer el suceso. Fue también el primer banquero de esta crisis en pisar la cárcel. Aunque se trató de algo de meramente testimonial, ya que solo pasó una noche en una celda de Soto del Real, gracias a que su familia recabó en apenas un día una fianza de 2,5 millones de euros.

Algunos medios digitales especulaban ayer con que sus últimas palabras podrían haber sido: "Rafa, ¿tienes el móvil de mi mujer por si tienes que llamarla?". El mensaje iba dirigido a su compañero de mantel en el que sería su último desayuno, el ingeniero Alcaide, dueño también de la finca, y, por el tono, parecía una pregunta premonitoria de lo que iba a suceder solamente unos segundos después.

La Guardia Civil tomó declaración a las tres personas que se encontraban en la finca donde Blesa fue encontrado muerto. Se trata de Rafael Alcaide, un trabajador del cortijo cordobés y el guarda encargado de la seguridad del complejo de caza anexo, en pleno corazón de Sierra Morena.

Minutos después de que se conociera la muerte de Blesa, Pedro Barba, alcalde de Villanueva del Rey, la localidad cordobesa en la que está ubicada la finca, aseguraba que había sido un suicidio. Aunque ni sus más íntimos familiares se lo esperaban. Algunas fuentes próximas al banquero reconocían que Blesa tenía "serias esperanzas" de que el Tribunal Supremo le diera la razón en el caso de las tarjetas black. También tenía confianza, y así lo había trasladado, en que el caso por la comercialización de participaciones preferentes se cerrara sin ninguna consecuencia.

El entorno de Blesa destaca además el "ánimo alto" del que solía hacer gala, aunque reconocen que el proceso judicial que afrontaba era complicado y que podría haber acusado en cierta medida el "vapuleo sistemático" al que se había visto sometido por parte de la opinión pública. Uno de sus momentos más duros, reconocen, fue cuando el fiscal tachó de "depredadores" a los exconsejeros de la caja que se beneficiaron de las tarjetas black. "Pero aún en los momentos más duros jamás se le vio abatido, y curiosamente este no era el peor momento por el que estaba pasando", indicaron fuentes familiares.