Pronto cumpliré cuarenta y dos años de trabajo en Arehucas. Esta empresa es como mi casa. Aquí trabajó mi padre y también trabaja mi hijo. Cada uno se ha ganado su puesto de trabajo y siempre lo ha respetado.

Yo con catorce años ya estaba trabajando. En aquella época pintaba coches en la casa BMW. Me iba en bicicleta todos los días, desde Arucas hasta Escaleritas. Un día pinté el coche a un jefe de Arehucas. A los dos o tres días me ofrecieron venir a trabajar a esta empresa. Yo ganaba 132 pesetas, por lo que dije que no me interesaba porque no me podían ofrecer un salario similar. Mi padre me convenció para que me viniese. Cumplido el primer mes de trabajo me dieron un sobre con 86 pesetas y dije ¡no vengo más! Me dijeron que esperara unos meses más para que pudiera cobrar mejor. Me quedé, y al tiempo empecé a ver que los dueños de la empresa, además, eran compañeros de trabajo. Veía sus gestos, su respeto, y me sentí muy a gusto.

Hace treinta y ocho años compré mi casa con la ayuda de Arehucas, eran tres millones de pesetas. Yo ganaba doscientas treinta y cinco y tenía que pagar casi trescientas. Hablé con uno de los dueños de la empresa y al siguiente día tenía el dinero. ¡Imagínate cómo me sentí! Estuve una semana malo de la emoción. Yo hablé con el dueño para pedir un aval, pero la empresa me adelantó el dinero y me ofreció la posibilidad de pagarlo como yo quisiera. Esta empresa me abrió las puertas de mi casa y de mi vida.

Con los dueños no teníamos la relación típica de jefe y trabajador, sino que te miraban como si tú fueras de la familia. Yo me crié con esta gente. Don Rafael era muy buena persona, siempre pa'lante, trabajando y trabajando. A todos nos ha unido el respeto a nuestros puestos de trabajo.

Aquí teníamos la jornada partida, pero si había que estar hasta las once de la noche, nos quedábamos. Venía uno de los dueños y nos preguntaba "¿ya ustedes merendaron?". Se preocupaban por nosotros y estaban hasta tarde implicados en el trabajo. Te daban una palmada en la espalda y tú no mirabas hora ni nada, a trabajar. El trabajo de antes no era igual al de ahora, antes era más duro físicamente. Todos los compañeros somos amigos y disfrutamos de un ambiente muy cordial.

Arehucas tiene valores muy profundos y arraigados. Hay un gran compromiso mutuo entre los propietarios y los trabajadores, y eso se transmite en nuestro producto.