Si algo aprendió Isidre Fainé de la fallida fusión entre CaixaBank y Bankia en el 2012, es que tanto el éxito de una fusión como la pervivencia de cualquier entidad depende del talento, el esfuerzo y la dedicación del equipo gestor. Pero también, de los equilibrios de poder entre las cúpulas de las dos entidades participantes. Bajo esta premisa se entiende que el presidente del mayor accionista de CaixaBank y del futuro grupo resultante haya pactado que la presidencia recaiga en Goirigolzarri, igual que la sede se mantenga en Valencia (para eliminar tensiones entre Madrid y Barcelona). También encaja que el consejero delegado de CaixaBank, Gonzalo Gortázar, ocupe esta posición en el futuro mayor banco de España.
Casi nadie duda de que Gortázar (Madrid, 1965), consejero delegado de CaixaBank desde el 2014, se entenderá con Goirigolzarri y de que su proyección será ascendente. Le avala, además, su experiencia anterior a La Caixa. Del 1993 al 2009 trabajó en Morgan Stanley en Londres y en Madrid, ocupando varios cargos en la división de banca de inversión, al mando del Grupo de Instituciones Financieras en Europa, un tablero en el que la nueva CaixaBank tendrá que jugar.
