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Santiago Ojeda Couchoud Ingeniero industrial, Doctor en Filosofía y profesor en la Universidad Pontificia de Comillas

«La explosión de la central de Zaporiya no es comparable a una bomba atómica»

Santiago Ojeda Couchoud, en su domiclio en Madrid. La Provincia

Santiago Ojeda Couchoud es ingeniero industrial, doctor en Filosofía y profesor. Participó en la construcción de minicentrales con Abengoa e Hidráulica Santillana, fue consultor en Acentur con multinacionales en Brasil, México, Reino Unido, Francia y España, y acabó como director de Organización y Calidad en Empresarios Agrupados, con labores en el ITER y diseños de centrales de energía nuclear, térmica, solar y eólica.

El ingeniero Santiago Ojeda Couchoud tiene dos libros publicados en Reino Unido sobre Filosofía en los que estudia, especialmente, a Kant y Hume. Es doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y docente en la Universidad Pontificia de Comillas de la asignatura Ética en los negocios. Técnico reconocido en Europa en energía nuclear, sigue la estela de su madre, Milagros Couchoud, que fue secretaria general del Centro de Investigacion de la Energía en España (Ciemat), y contesta por escrito en esta entrevista.

¿Por qué la central de Zaporiya en Ucrania, la mayor de Europa, que controla Vladimir Putin, sigue siendo operada por personal ucraniano?

Formar a un operario de central nuclear lleva dos años, como mínimo. Cada central necesita alrededor de veinte operadores monitorizando el funcionamiento de cada grupo. Una instalación con seis grupos necesita del orden de cien de forma continua en la sala de control en turnos de ocho horas, incluyendo fines de semana y festivos. Se necesitan 500 operadores, que tienen que conocer todas las modificaciones y adaptaciones, que en esa planta son únicas. Los rusos no tienen operadores suficientes para dedicarlos al funcionamiento de esa central.

¿Qué consecuencia tendría una explosión de Zaporiya?

El peligro no viene de fuera, sino de dentro. Los reactores son un diseño ruso VVER-1000, excelente y superior a los diseños occidentales, que intentan garantizar la seguridad a base de aumentar los equipos redundantes, lo que incrementa la complejidad y la dificultad de operar y mantener las instalaciones. A diferencia de Chernóbil, los VVER están protegidos por un edificio de contención de acero y hormigón armado capaz de soportar el choque de un avión de pasajeros. Pueden soportar el impacto de la mayoría de proyectiles de artillería convencionales, pero no un bombardeo continuado. El mayor peligro no es destruir un reactor, sino que se desconecte la red eléctrica por un tiempo suficientemente largo. Necesita un suministro continuo de electricidad para mantener sus núcleos refrigerados. Todos los reactores tienen diésel de emergencia para poder mantener la refrigeración del primario durante días, pero si la central está demasiado tiempo desconectada de la red y los depósitos de los que se alimenta el diésel no se rellenan, finalmente el agua del primario deja de recircular y enfriar y la temperatura aumenta rápidamente hasta fundir, primero, el revestimiento de los elementos combustibles y, finalmente, la vasija del propio reactor. Es el peor escenario imaginable y eso ocurrió en Fukushima. La fusión del revestimiento de los elementos combustibles y la hidrólisis del refrigerante (agua) liberan hidrógeno que puede alcanzar concentraciones elevadas en el interior del edificio de contención y terminar explotando. Se trata de una explosión convencional, que no es comparable a la de una bomba atómica.

¿Y la nube radiactiva?

El alcance de la nube radioactiva dependerá de varios factores: severidad de la explosión, grandiosidad de la fusión previa del núcleo, condiciones meteorológicas, especialmente del viento, etc. Las zonas de exclusión inmediata en caso de accidente severo suelen ser de 50 kilómetros. Más allá nos encontramos con un fenómeno poco estudiado. Mi opinión es que, ahora mismo, no debemos temer por una explosión fatal de esta central nuclear. Las últimas noticias son que los operadores ucranianos están siendo cambiados por rusos.

¿Cómo están las centrales nucleares en España?

Nuestro parque nuclear es uno de los mejor mantenidos y fiables de la Unión Europea. Dentro de la AIEA (Asociación Internacional de Energía Atómica), las centrales españolas no han tenido incidentes preocupantes, teniendo las mayores disponibilidades a lo largo de los años. Y eso a pesar del mayor apoyo que tienen las centrales contaminantes de gas y carbón, lo que hizo posible que hace 40 años no arrancase la central de Valdecaballeros por motivos políticos y se parase Lemóniz. Hace poco tiempo, por la incapacidad de ponerse de acuerdo el gobierno y las empresas que las operaban se cerró Santa María de Garoña. Ahora se plantea cerrar las siete que quedan (dos grupos de Almaraz, uno en Trillo, dos en Ascós, uno en Vandellós y uno en Cofrentes), sin que vaya a estar lista la tecnología para sustituirlas. A la opinión pública se la engaña diciendo que su lugar lo ocupará una gran cantidad de parques eólicos y fotovoltaicos que se van a construir. Este verano seco y poco ventoso nos ha mostrado, en ausencia de un almacenamiento masivo, que da lo mismo el número de parques que se tengan cuando fallan el viento y el sol; hubo que recurrir al gas y el carbón. Los alemanes cambiaron la nuclear por esos dos combustibles, con lo que aumentaron el nivel de contaminación y los precios de la energía. Frente a esta actitud de Europa, lo que ha hecho EEUU es prorrogar, de 50 a 80 años, la vida de sus nucleares.

Alemania cambió sus centrales nucleares por gas y carbón, más caros y contaminantes

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¿Y la seguridad de las centrales nucleares españolas?

La seguridad de estas centrales en España es muy alta. El problema es que la reglamentación de seguridad desarrolla nuevos requerimientos con mayor rapidez de la que las ingenierías y constructoras pueden asumir para incorporarlos a sus instalaciones. El problema es menor para las que ya funcionan. Hay que asegurarlas contra terremotos y tsunamis, aunque estén a cientos de kilómetros de la costa. La triste realidad es que en occidente la energía nuclear no tiene futuro más allá de extender la vida de los reactores tanto como sea posible. Ni la tradicional fisión ni la prometedora y nueva fusión van a añadir apenas megavatios a la red en las próximas décadas. Hemos perdido la capacidad y la voluntad de construir instalaciones nuevas que convenzan a un porcentaje suficiente a una población mal informada y fácil de manipular y mantenemos a medio gas un experimento prometedor (ITER) que seguirá retrasándose. Mientras, seguiremos quemando combustibles fósiles y emitiendo cantidades de CO2 que prácticamente garantizan una subida de 3 a 5 grados centígrados en la atmósfera, a la que tendremos que adaptarnos con una red eléctrica cada vez mas frágil y complicada de gestionar.

¿Y los residuos nucleares?

Hasta hace poco la opinión más extendida era enterrarlos en estructuras geológicas estables. Hoy nos inclinamos por mantenerlos a mano, por un lado para reducir su toxicidad y por otro porque contienen elementos que pueden tener otras utilidades, como el tecnecio 99, utilizable en medicina. En cuanto al espacio, hay que elegir entre una superficie de dos campos de fútbol para la nuclear o los gases repartidos por todo el espacio que no se pueden captar y tratar

¿Cuál ha sido su aportación y la de España en el ITER?

El Internacional Termonuclear Experimental Reactor (ITER) es un experimento científico mundial, que intenta producir un plasma de fusión nuclear. Se está construyendo desde 2013 en La Provence (Francia), en un edificio mayor que una catedral. Es el experimento científico más complejo y caro que jamás se ha concebido, incluyendo los proyectos del espacio. Lo financian 35 países (Rusia, EEUU, China, Francia, India, etc.). Esperamos que el primer encendido sea en 2025. El conocimiento de la ingeniería y la industria españolas, principalmente de Empresarios Agrupados, ha conseguido que tengamos una participación en el ITER superior a nuestro peso en la economía europea. He tenido el honor de ser el responsable de calidad de los dos últimos proyectos con los que Empresarios Agrupados está participando en el ITER. He estado en la definición de toda la infraestructura industrial, seleccionando y calificando decenas de empresas por Europa. Se trata de reflejar en nuestro planeta las condiciones que imperan en el corazón de las estrellas. El problema para la industria nuclear en occidente es el exceso y diversidad de las reglamentaciones que tienen los países.

¿Qué precio tendría la electricidad en España si fuese de fuente nuclear?

Es una pregunta sin una repuesta clara. Primero porque el precio de la electricidad es marginalista. Se cobra el precio que permite el producto más caro que entra en el mercado recuperando sus costes. Puesto que la nuclear no va a poder cubrir toda la demanda, ya que está diseñada para operar de manera ininterrumpida, lo que se adapta mal a la naturaleza fluctuante del consumo, siempre va a convivir con otras opciones que se pueden encender muy rápido para atender puntas de consumo. El segundo motivo es que el precio justo se debe formar según la teoría económica clásica, en el punto en que la curva de demanda corta a la de oferta, donde el coste de producir un megavatio hora adicional iguala a la utilidad que los consumidores obtienen de él. Esa premisa es completa y absolutamente errada. No hay ni un solo eslabón de la cadena de producción y distribución que se atenga a esas condiciones.

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