Entrevista | Antón Costas Comesaña Presidente del Consejo Económico y Social de España

Antón Costas: «En Canarias se observa una especie de empobrecimiento colectivo»

«Se irá antes la Citroën de Vigo que el turismo de las Islas, pero creo que hay que gestionarlo mejor»

Antón Costas.

Antón Costas. / José Carlos Guerra

Antón Costas (Matamá, Vigo, 1949) preside desde abril de 2021 el Consejo Económico y Social de España. Catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona, no solo es una voz autorizada en materia socioeconómica, sino también una de las más respetadas. Esta semana ha estado en Canarias, en un foro organizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección, para abordar las perspectivas y los retos de 2024.

En 2019 le pregunté por el fin de la ‘doctrina Friedman’, por la necesidad de acabar con eso del beneficio ante todo. Luego llegó la pandemia, y con ella, las cuñas radiofónicas y los anuncios de televisión donde las grandes empresas hacían gala de su compromiso social. ¿Ayudó la covid a ‘matar’ a Friedman? ¿O esto también se olvidó?

Durante la pandemia hubo un primer momento en el que se extendió la idea de que aquello nos iba a cambiar, nos iba a hacer mejores, por decirlo así, y también a las empresas. Fue un sentimiento probablemente bondadoso, pero exagerado. No obstante, sí creo que algo ha quedado, en el sentido de ser más conscientes de que en la sociedad, en la economía y en la empresa debemos tener reglas para repartir mejor tanto los costes de las crisis como los beneficios del crecimiento. En el mundo de la empresa o de los negocios puedes seguir las prácticas de antes, eso a lo que usted se refiere con el paradigma de Friedman, pero no lo dices en público. Antes lo decías en público, ahora no, ahora no tienes legitimidad. Por lo tanto, creo al menos que el clima social, político, intelectual, admite que nuestro gran reto es retornar a la prosperidad compartida. Las empresas han de tener beneficio, el margen es sagrado, porque sin margen, sin beneficio, no hay posibilidad de empresa y no hay posibilidad del empleo que crean las empresas. Pero un proyecto empresarial de largo plazo requiere la comunión de todos los implicados: trabajadores, proveedores, clientes... Una comunión de objetivos. Cooperación. Pienso, en definitiva, que el clima ha cambiado en ese sentido, aunque después la práctica no siempre esté conforme a ese clima, claro.

La consolidación de ese nuevo clima es vital para que la redistribución de la renta, de la riqueza, no se limite a los impuestos y el gasto público.

A mí me gusta hablar de la redistribución de la riqueza a través de los buenos trabajos, porque el instrumento más importante que tienen las personas y las familias para poder vivir dignamente, para construir un proyecto de vida de clase media, es el trabajo, no el gasto social. El trabajo da ingresos, pero también otras dos cosas que a veces olvidamos: reconocimiento de que eso que estás haciendo es importante para el bien público y dignidad. Además, el trabajo es la mayor fuente de relaciones sociales. Cuando dejas de trabajar, pierdes una parte muy importante de tus relaciones sociales, empobreces tu vida. Por lo tanto, insisto: los impuestos son importantes y han de funcionar bien, mejor de lo que funcionan. Y el gasto social ha de ser más redistributivo, ha de ir más hacia aquellos que más lo necesitan. Pero la prosperidad de las personas, de las familias y de un país viene a través de los buenos empleos.

Porque la fortaleza de la clase media es sinónimo de prosperidad, ¿no? Esa clase media que en Canarias languidece.

La clase media es un pilar de una buena sociedad, un pilar de la democracia. Una democracia es como la tabla de una mesa, que no se sostiene si no tiene debajo una clase media muy numerosa, muy amplia. Y ojo: la clase media no solo es una cuestión de tener ingresos elevados; es también, y de nuevo, ese sentimiento de dignidad por lo que tú aportas. La clase media es un contrato laboral a tiempo completo, unas condiciones dignas que permitan construir una vida: llegar a tener una casa propia, capacidad para educar a los hijos, un coche, vacaciones tres o cuatro semanas a lo largo del año, ahorros para hacer frente a contingencias... ¡Esto es la clase media! Y una sociedad funciona armoniosamente, aunque haya ricos muy ricos, si confía en llegar a esa clase media, si tiene la aspiración y la posibilidad de ser clase media.

Pues la sociedad canaria lleva un cuarto de siglo alejándose sin remisión de la renta media nacional.

He visto estos días los datos y es un desplome muy importante. Y hay un dato que me sorprende, que es que se reduce la desigualdad. Por lo tanto es una especie de empobrecimiento colectivo, un desplome colectivo. La igualdad por abajo no es nada bueno. Tenemos que ir hacia arriba. De modo que sí, en los datos he visto eso que usted señala.

¿No hay cierta paradoja en el hecho de que las Islas sean una potencia turística con récords de facturación y que su presidente tenga que pedirles a los empresarios que suban los sueldos?

Bueno, no es un mal consejo... Como profesor joven, ya hace algunos años, algún amigo canario tenía cierta obsesión con que la industria turística desapareciese. Y yo le decía que en Vigo llevamos temiendo desde 1954, cuando se puso la primera piedra de la Citroën, que la Citroën se vaya. Le decía que se irá antes la Citroën de Vigo que el turismo de Canarias. Pero, naturalmente, creo que hay que gestionarlo mejor, desterrar esa idea de que el turismo es un sector o una industria de bajos salarios y de malos empleos no sé muy bien por qué motivo. Por lo tanto, si peticiones o recomendaciones como las del presidente Clavijo ayudan a romper esa visión, creo que está bien. Pero he visto un dato que me ha gustado mucho, sorprendido, que es la producción de servicios no turísticos de valor añadido.

Es verdad que aunque todavía incipientes, hay industrias como la audiovisual o la del videojuego que parecen tener un gran futuro al calor de los incentivos del Régimen Económico y Fiscal.

Mire, han de tener en cuenta una cosa. Cada vez que se produce una revolución tecnológica, es decir, cada vez que las industrias tradicionales pierden peso frente a otras nuevas, la historia vuelve a repartir las cartas entre los países. Quiero decir con esto que países o regiones que habían quedado un poco rezagados en la anterior economía encuentran en la nueva otras oportunidades.

«Desde la ética de los principios, la amnistía ofende, con razón, a muchas personas»

Pero hay que saber aprovecharlas, claro.

¡Claro!, y es lo que hay que hacer aquí. Probablemente de forma colectiva, cooperativa, porque ustedes tienen las piezas: la universidad, el Instituto de Astrofísica... Tienen buenas empresas y buenas personas. Lo que tal vez sea necesario es coger todas esas piezas, que están un poco a su aire, y construir un puzle nuevo, un puzle donde encajen unas con otras. Pero recuerde: siempre que hay una nueva revolución, una transición tecnológica, la historia vuelve a repartir cartas que dan oportunidades a comunidades, a regiones y a países que antes habían quedado rezagados, y hoy la economía digital da unas oportunidades en las que el coste de la insularidad es menor.

Entronca eso con lo de la necesaria diversificación económica, una repetitiva premisa entre los políticos e instituciones del Archipiélago y un supuesto objetivo nunca alcanzado. Algo se habrá hecho mal, ¿no?

No crea, eso ocurre en todos los países. La industria no volverá a representar lo que representó en el siglo XX. Y lo mismo la agricultura y la ganadería. Sin embargo, su producción será mayor porque la productividad es mayor. Es en eso que llamamos servicios donde está la riqueza futura. Además, el turismo experimenta una clara tendencia hacia una menor intensidad en el ámbito de sol y playa y una mayor intensidad en el urbano, y el turismo urbano tiene la capacidad de creación de nueva actividad, de nuevas industrias. El turista que va a La Laguna, por ejemplo, gasta mucho más. Quiero decir que la diversificación puede venir perfectamente a través de la industria turística. Es más, creo que es una de las industrias con mayor rapidez en incorporar las nuevas tecnologías. Por lo tanto, cuando ahora se plantea cómo capacitar al personal de los hoteles, de todo el sector, hay que pensar en personas que tengan habilidades en toda esa nueva tecnología. Casi cualquier tecnología entra con mayor rapidez en el ámbito turístico, y en la medida en que el turismo tiende hacia lo urbano, y por lo tanto hacia la historia, la cultura, la creación..., se generan unas oportunidades que habrá que aprovechar, y a aquel que las aproveche le irá mejor que a aquel otro que se quede atrás.

Dicen los empresarios turísticos que no encuentran trabajadores.

Pero a la vez tienen ustedes un índice de paro bastante elevado.

Otra paradoja.

Pues una de dos: o suponen que todos los que están parados son unos vagos que no quieren trabajar...

... Algunos casos hay...

... Pero no en una proporción mayor que entre catedráticos de universidad, eso se lo aseguro... Mire, hay muchas personas que quieren trabajar y no encuentran trabajo. Y hay muchas empresas, es cierto, que tienen necesidad de contratar y no encuentran perfiles. Pero desde la empresa, en vez de decir, o más bien de acusar o denunciar, eso de que el sistema educativo no les ofrece... ¡Pero si el sistema educativo no sabe lo que quieres, si no le has dicho cuáles serán los trabajos futuros! ¿Por qué entonces vamos a exigir? Oiga, reunámonos, pongamos de nuestra parte cada uno de nosotros, digamos ‘yo creo que voy a necesitar este tipo de cualificaciones profesionales’, ‘yo creo que dentro de diez años voy a necesitar’ esto o lo otro, y junto con el sistema educativo y la sociedad misma, entonces comenzaremos a programar. No vale solo con demandar. Hay personas en paro que quieren trabajar. Comprométase usted con la formación dual y conseguirá así dos resultados extraordinarios: la garantía de tener ese tipo de talento que necesita para su empresa y, además, que muchas personas tengan mejores empleos, con lo que contribuirá al bien común.

En Canarias se está hablando mucho de productividad, un indicador que viene deteriorándose. Incluso el Parlamento regional busca un pacto para darle un empujón no se sabe muy bien cómo.

Fíjese, la palabra productividad no la entendemos ni los economistas. No sabemos qué es lo que queremos decir con ella, aunque la calculamos. Le digo esto porque lo considero importante para no darle, para no convertirla en algo... cómo decirle...

... ¿Sacro?

Sacro, sí. No somos tan poco productivos como dice la media. Si comparamos la productividad de las grandes empresas españolas con la de las alemanas, resulta que son más productivas las españolas. Son datos, eh, no opiniones. Si comparamos la productividad de las empresas medias españolas con la de las alemanas o francesas, pues tienen un nivel similar. Y si comparamos la productividad de las pequeñas y muy pequeñas empresas españolas, y también de los autónomos, con las cifras de Francia y Alemania, entonces sí es mucho más baja.

Y si hay un tejido empresarial caracterizado por negocios de pequeño tamaño, o más bien de muy pequeño tamaño, ese es el de Canarias.

Bien, ¿y qué debemos hacer? De entrada no denostar. Hay que pensar cómo darle mayor capacidad de innovación, de productividad y de dimensión a ese tejido medio, pero sin despreciarlo, vuelvo a insistir. E insisto también en que somos más productivos de lo que creemos, porque mientras que con la productividad no sabemos muy bien lo que medimos, sí hay una cosa que sabemos cómo medir y lo que significa: la competitividad. La medimos a través de la balanza de pagos. La competitividad a corto plazo puede lograrse disminuyendo el salario de los trabajadores. Es pan para hoy y hambre para mañana, y no vale en una empresa de proyecto largo. Tiene que venir de las mejoras en el capital, en la formación de los empleados y en la combinación de los recursos, lo que llamamos la PTF, la Productividad Total de los Factores. Es la calidad de la gestión. La productividad no depende de hostigar a los trabajadores, sino de tenerlos más contentos y de hacer una mejor gestión.

«Será difícil acordar un sistema óptimo de financiación, sencillamente porque no lo hay»

¿Es urgente solucionar la cuestión del sistema de financiación autonómico?

Es un error decir ‘vamos a solucionar este problema’. La palabra solución solo vale para los modelos matemáticos. Ya está. En la vida no es buen criterio perseguir la solución de los problemas, porque no hay una solución. Lo que sí debes perseguir son arreglos. Y esto es difícil, eh, hay que pensarlo mucho. El sistema de financiación será difícil. Será difícil concebir y acordar un modelo óptimo, sencillamente porque no lo hay. Así que habrá que ir a arreglos. Si es con un modelo comúnmente aceptado, estupendo; si no, ya le digo, con arreglos que permitan a las comunidades infradotadas hacer frente a los servicios fundamentales. Y que también entren en ese juego las dos comunidades forales.

La última vez que hablamos habían pasado dos años del referéndum en Cataluña, y decía usted que el independentismo unilateral, «a las bravas», había muerto, pero que el funeral sería largo. No sé si la amnistía ayuda a sobrellevar el funeral o ayuda a quienes quieren sacar a pasear el cadáver.

Necesitamos unos meses para dar una respuesta a esta cuestión, porque la amnistía se puede ver desde dos perspectivas, y las dos son válidas. Puede verse desde la ética de los principios, y vista desde la ética de los principios, la amnistía ofende, con razón, a muchas personas. Y se puede ver también desde la ética de las consecuencias. Tenemos encausadas a casi 400 personas muy diversas: directores de colegios, policías... ¿Los vamos a someter a lo largo de los próximos años a juicios y a meterlos en la cárcel? ¿Sabemos lo que eso significa para el país? Por lo tanto, desde la ética de las consecuencias puede tener sentido algún tipo de medida de gracia, de reconciliación. Ahora bien, ¿que la amnistía sea esa medida? Si me lo pregunta dentro de seis meses, le podré dar una respuesta.

Hay cada vez más voces que alertan sobre las consecuencias, sin ir más lejos para los trabajadores, de la ‘agenda verde’ europea. ¿Está Bruselas pasándose de frenada?

Es una pregunta muy adecuada. El mundo ha cambiado en este inicio de década. Pasamos de las certezas a las incertidumbres, y tenemos que gobernar las cosas de diferente manera. Hasta 2020, la idea era avanzar rápidamente en la agenda verde europea, en la descarbonización. Entonces vienen la covid y la guerra de Ucrania e introducen nuevos objetivos. Ahora el objetivo es avanzar para al menos aminorar las consecuencias del cambio climático, pero también mantener la sociedad, la actividad económica y la seguridad de todo tipo: en el ámbito de la defensa, la seguridad alimentaria, industrial... Un escenario en el que hay perseguir objetivos diferentes, e igualmente deseables, que tienen algún elemento de conflicto. La pregunta es a qué velocidad avanzar en la agenda verde para hacer frente al problema del cambio climático y a la vez mantener todo eso que le decía. Es una pregunta muy importante. Aquí les recomendaría a usted y a sus lectores leer a San Agustín, que en un momento de su libro Confesiones dice ‘Señor, Señor, concédeme la castidad, pero no ahora mismo’. Y esto es igual: Señor, Señor, concédeme la descarbonización, pero no ahora mismo.

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