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¿Y los canarios «pa cuándo»?

Ha llegado el momento de reflexionar, velando por el interés de todos, no sólo por el de unos pocos

La riqueza se reparte entre unos pocos.

La riqueza se reparte entre unos pocos. / La Provincia.

Muchos son los retos a los que nos enfrentamos como sociedad, los cuales, han de afrontarse desde la diversidad de las distintas realidades, mostrándonos respetuosos y equilibrando los intereses de todos.

Así están las cosas…

En las islas tenemos problemáticas muy diferentes, pero, hay elementos que son comunes a todas.

La riqueza se reparte entre unos pocos y los niveles de pobreza aumentan para la mayoría.

La renta per cápita de los canarios es de las menores de Europa a pesar de ser un referente turístico internacional.

Un 36% de nuestra población, 780.000 canarios están en situación de pobreza o exclusión y tiene serias dificultades para acceder a una vivienda o recibir prestaciones sociosanitarias.

La situación demográfica se desborda en las islas y, de manera más acuciante en Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura, lo que agrava aún más el acceso a la vivienda en las mismas.

Nuestra población envejece y nuestros jóvenes desaparecen día a día, sin remedio, debido a la incapacidad de encontrar una oportunidad de empleo en su tierra.

Los problemas de movilidad y conectividad insulares se agravan por segundos.

La falta de solidaridad entre nosotros mismos brilla por su ausencia, nos importa lo que nos pasa de manera individual, pero, somos incapaces de levantar la mirada para empatizar con la realidad de nuestras islas hermanas.

La falta de una planificación, tanto turística, como en materia de vivienda, retos demográficos y políticas de sostenibilidad durante varias décadas hacen que nuestra capacidad de respuesta ante estos problemas acuciantes sea nula o insuficiente, convirtiéndose así en un problema estructural.

No nos engañemos, la solución tardará aún varias décadas en materializarse, ya que, con los años, nuestras necesidades se irán acrecentando.

No son nuestros visitantes el problema, lo es, la desidia, la explotación consentida de nuestro turismo, territorio y gente, por unos pocos.

Por ello, se ataca indiscriminadamente cualquier acción que nos permita como canarios formar parte activa de nuestros recursos porque “esos pocos” sentirían que la supremacía que han ejercido sobre la “gallina de los huevos de oro” quedaría seriamente comprometida.

Este tipo de favores consentidos son los que nos han hecho un “flaco favor” a todos los canarios. Y, es ésto, lo que ha de tener un límite.

Por eso, no ha interesado que nos formemos para ser un parte activa en la cadena de valor de nuestro propio sector turístico, que creemos empresas, que generemos nuestra propia actividad y oportunidades paralelas en nuestra tierra que generen un empoderamiento de la economía local y potenciación del producto y servicio de cercanía.

Lo genuino y lo auténtico tiene doble valor y es ese el principal motivo que hace temblar los pilares económicos hegemónicos de una oligarquía que siempre ha contado con la connivencia de nuestros dirigentes.

Hace años, compartíamos nuestro territorio con nuestros visitantes y convivíamos con ellos, pero, hoy , en algunos lugares de nuestras islas nos sentimos “extranjeros en nuestra tierra”, la población local ha sido excluida de los núcleos turísticos o su presencia es testimonial, hemos sufrido una pérdida progresiva y peligrosa de nuestra identidad, hemos cerrado las puertas a nuestras raíces, cultura y gastronomía mientras se las hemos abierto de “de par en par” al “todo incluido”, con todo lo que ello implica.

Afortunadamente, el modelo ha cambiado y las demandas de nuestros visitantes también, los cuales, echan de menos el sabor de la integración inmersiva que nos hace diferentes, verdaderos y únicos como destino.

La vivienda vacacional ha sabido aunar la esencia de esa autenticidad para ofrecérsela a nuestros visitantes y responder a sus demandas y, es precisamente ésta la única razón por la que se la ataca de manera incesante y malévola, y se hace, además, de la manera más nociva posible, enfrentándonos como canarios.

Tal es así, que el mensaje viciado que ha calado en la ciudadanía es que unos “canarios” que llevan toda una vida trabajando y ahorrando para tener una segunda vivienda son los responsables y causantes directos que “otros canarios” no tengan una vivienda donde vivir. Entre tanto, los verdaderos responsables de la difícil situación que vivimos en las islas, se escabullen tras una maquiavélica cortina de humo de falacias y argumentos mangoneantes y discriminatorios.

Son muchas las bondades que sólo el 4% (en municipios residenciales menos del 2%) de nuestro parque total de viviendas ofrecen:

2700 millones de impacto económico sólo por alojamiento, más de 48.000 empleos directos, 180 millones de igic que se pagan voluntariamente, actividad económica indirecta para comercios, construcción y reformas, restauración, ocio, rent a cars, supermercados, etc.

¿Y para nuestra gente? Complementos de renta que dan cobertura a sus necesidades familiares y sanitarias, que permiten que sus hijos puedan estudiar fuera, que tengan un mayor bienestar y calidad de vida, que permite a los jóvenes generar y encontrar oportunidades en “casa”, el desarrollo de un tejido empresarial canario, etc.

Sin duda, ha llegado el momento de reflexionar, pero, con objetividad, sin demagogias y velando por el interés de todos, no sólo por el de unos pocos.