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Opinión

'Todos a la contra o gran pacto'

Unos nuevos Pactos de la Moncloa deben incluir medidas que permitan rebajar precios y medidas de reactivación

España se ha empobrecido como consecuencia de lo que se llama un 'shock' externo.

Al Gobierno le ha vuelto a faltar cintura política y a la oposición le ha sobrado partidismo al arrimar el ascua del descontento a su sardina. España, como todos los países importadores de gas, petróleo y otras materias primas cuyo precio ha subido de forma espectacular, se ha empobrecido como consecuencia de lo que se llama un ‘shock’ externo, un incremento brusco de la cantidad de dinero que tenemos que enviar al extranjero como consecuencia de la subida de precios de esos productos básicos que importamos. Y eso, señor Feijóo, no se corrige con "una bajada masiva de impuestos", presentado como el bálsamo de fierabrás que tanto vale para un roto, como para un descosido.

Recordemos algunos datos y hechos para contrarrestar esa memoria de pez que se impone en las sociedades actuales. Hace apenas un año, el consenso creía que la recuperación pos pandemia (¿se acuerdan del covid?) se afianzaba impulsada por los fondos ‘Next Generation’ y que las subidas de precios de algunos productos, como consecuencia de estrangulamientos de oferta, era algo pasajero. No ha sido así, en parte porque hablamos de productos básicos con una elevada concentración de oferta que se ha visto afectada por algo que, hace apenas cinco meses, era impensable: la invasión de Ucrania por parte de Putin.

A toro pasado sabemos que esta tensión sobre el mercado de combustibles se venía calentando desde hace tiempo. Hay quien dice que Putin estaba ya acumulando divisas para la guerra. Recuerdo que, en esta columna, escribí ya hace más de un año, en febrero de 2021, sobre la escandalosa subida, en un 46%, de los precios de la electricidad como consecuencia de la confluencia de un aumento del precio del gas y un mercado eléctrico marginalista basado en una lógica incompatible con la entrada masiva de renovables cuyo coste marginal es cero. Más de un año ha tardado el Gobierno en aceptar esta realidad evidente.

Sigamos con algunos datos más: en los últimos doce meses, el petróleo ha subido su precio internacional un promedio del 80%; el gas natural, un 830%; el transporte marítimo ha multiplicado por seis su coste, los cereales cerraron ya 2021 con el precio más alto en una década y las materias primas industriales están en máximos de hace quince años. Con este contexto, recuerdo que la inflación cerró el año pasado con un aumento del 5% en la eurozona y del 6,5% en España.

Es evidente por tanto que los problemas de costes de producción venían de antes, como es evidente también que la guerra de Putin los ha disparado, alterando drásticamente las prioridades de política económica en una Europa que importa el 60% de la energía que consume. Ante este nuevo giro rápido, dramático e inesperado de los acontecimientos es cuando el Gobierno ha seguido a piñón fijo su calendario, mientras la realidad se le escapaba de entre las manos. Y la oposición ha preferido canalizar el malestar social contra el Gobierno, calentando las calles en lugar de presentar altura de Estado ante un desafío que, como la pandemia, trasciende fronteras y colores partidistas.

¿Qué hacer? Reconocer la gravedad del problema, la necesidad urgente de hacer algo que sea factible y útil y, sobre todo, situarlo como un problema de país que debemos solucionar entre todos. Fomentar una dinámica de confrontación de todos contra todos, es abrir una espiral sin fin. Aunque está muy manida la comparación, ahora sí que son necesarios unos nuevos Pactos de la Moncloa con los que, por cierto, hicimos frente al otro gran shock externo de combustibles que sufrimos en la segunda parte de los setenta del siglo pasado.

Abordar la compleja situación actual desde la unilateralidad de un Gobierno sin capacidad empática alguna o desde el egoísmo cortoplacista de parte o de gremio, blindado en la amenaza y el chantaje, sería jugar a aprendices de brujo, el mayor error posible. Unos nuevos Pactos de la Moncloa deben incluir medidas que permitan rebajar precios, compensar costes inducidos, un pacto de rentas y medidas de reactivación con los fondos europeos como guía. En concreto: algún margen hay con impuestos, como se ha hecho con la electricidad, sobre todo en un año en que hay una recaudación fiscal por encima de lo previsto; desligar el precio del gas del mercado eléctrico, pagando su contribución a la garantía de suministro, pero sin contabilizarlo para formar el precio mayorista; un plan de ayudas directas del estilo de los puestos en marcha durante la pandemia e incorporando los 70.000 millones de euros en préstamos de los ‘Next Generation’ a las subvenciones de las que ya disponemos. Para reforzar el esfuerzo asociado a un pacto de renta y evitar una nueva indexación de la economía, debería congelarse, de manera excepcional, la revalorización total de las pensiones según el IPC y centrarlas solo en las más bajas. 

Sin tiempo

Hay margen. Lo que no queda es tiempo. Pero lo que hagamos será eficaz solo con dos condiciones: conseguir un gran pacto social y político ante este nuevo desafío de país y que reconozcamos que el nuevo reparto de los costes del ‘shock’ externo tendrá como consecuencia una subida del déficit y la deuda pública. No hay duros a cuatro pesetas, ni espacio para la demagogia cuando hay una guerra por la democracia en territorio europeo.

Retrasar las decisiones ha sido un error. Y la frustrada negociación con algunas asociaciones de transportistas, una novatada que ya ha comprometido, inútilmente, un mínimo de 500 millones de euros del Presupuesto. Cuando escribo esto no conozco las conclusiones del Consejo Europeo de esta semana. Pero lo normal es que ofrezca un abanico de medidas a medio plazo y opciones nacionales a corto. Nada que justifique esperar para aprobar medidas imprescindibles.

Francia no ha esperado, aprobando ayudas la pasada semana que no están impidiendo que crezca, allí también, las protestan en plena precampaña. Y Portugal, con el mismo precio de la electricidad que nosotros, comenzó con los subsidios y rebajas fiscales el 4 de marzo habiendo conseguido, de momento, controlar las protestas. En ambos casos, la rebaja al impuesto de hidrocarburos ha venido acompañada de subvenciones al precio, compensaciones de renta, suspensión al pago de impuestos y rebajas en las tarifas de acceso a las redes eléctricas, compensado desde presupuestos. Tomemos nota.

Para finalizar, la alternativa de no acordar, no pactar y seguir fomentando la confrontación en la calle y la parálisis de la economía pensando que cuanto peor, mejor, nos situaría al borde de un estado de excepción. Ojo.

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