El mes de agosto en el pueblo marinero de El Cotillo es sinónimo de fiesta y de trabajo. El compromiso de los vecinos con sus fiestas patronales en honor a la Virgen del Buen Viaje se contrae a base de trabajo, sacrificio y perseverancia. Al margen de las numerosas actividades que recoge el programa de fiestas, la calada se convierte año tras años en el evento más popular, aunque en esta edición la asistencia a participar y observar el trabajo de los marineros tirando por el trasmallo no fue la esperada. Unos 1.500 kilos de salemas, aunque también cayeron otras especies que fueron devueltas al mar, se jarearon para el asadero popular, que se celebrará el próximo jueves día 25.

Óscar Morales tendiendo las jareas para que se oreen al sol. | | ONDA FTVA.

El San Blas, la embarcación comunitaria que pertenece a los vecinos y que se usa exclusivamente para la calada, se hizo a la mar en la madrugada del viernes para aprovechar la pleamar y preparar el evento marinero, una tradición que se remonta a cerca de 45 años y que se ha convertido en un homenaje a los antiguos marineros que utilizaron en su día este arte, actualmente prohibido y que se autoriza cada año de forma exclusiva con motivo de las fiestas en honor a la Virgen del Buen Viaje.

De izquierda a derecha, Silvestre Chacón, las hermanas Hierro Morales, Esperanza e Isabel, y Pedro Cabrera, durante el proceso de jarear las salemas, ayer | | ONDA FUERTEVENTURA

A bordo del la pequeña embarcación dos marineros profesionales y experimentados, Juan Domingo Roger y Juan Francisco González, presidente de la cofradía de pescadores de Corralejo, son los encargados de colocar la cala, una soga que atraviesa la Caleta del Río y que se tiene que instalar a marea llena. A continuación se coloca la red ayudándose de la pequeña embarcación deslizando la misma a través de la cuerda hasta que se lograr cerrar el pequeño brazo de mar.

Aquí no acaba la tarea. Con las primera luces del día, un grupo de vecinos, entre los que se encontraban Óscar Morales, Carlos González, entre otros, ataviados con trajes de neopreno, aletas y tubos se introducen en el agua para verificar que no existen huecos en el trasmallo que posibilite la escapada de los peces que han quedado atrapados. Con la marea baja una treintena de marineros y vecinos se citan en la zona de El Río para tirar por las redes. Durante una hora comienzan a extraer el pescado para llenar 40 cajas. «El resto del pescado se devuelve al mar», señaló Carlos González.

En el muelle espera otro grupo de vecinos para jarear el pescado. Esperanza Hierro señaló que «esto lo hizo toda la vida mi padre y yo seguirá hasta que el cuerpo aguante y Dios quiera».