"Mis hermanas y yo comíamos hasta tomate con gofio", cuenta María González, que comenzó a trabajar en los cultivos de tomate del municipio de Santa Lucía cuando apenas tenía cinco años. Su experiencia sirvió de inspiración para muchos de los asistentes que acudieron ayer a la primera feria del tomate que inauguró el alcalde, Santiago Rodríguez, junto a la consejera de Industria, Minerva Alonso; el presidente de la Federación Gastronómica de Canarias, Eugenio Sánchez y otras autoridades en el espacio anexo al Museo de la Zafra, en donde se dispuso un escenario en el que durante todo el día se desarrollaron charlas, talleres de cocina y catas de platos elaborados con esta fruta.

El evento se alargó durante el día y el público pudo disfrutar también de una serie de puestos de comida y bebida, como la arepera venezolana 'La Familia' o el local de restauración 'Barranco'. Los niños fueron grandes protagonistas de la jornada y dispusieron en exclusiva de una zona infantil, en donde se desarrollaron sesiones de cocina con tomate y manualidades. También pudieron visitar el huerto urbano municipal de la mano de Miguel Peña, colaborador usual de estos espacios, que enseñó a los niños a plantar semillas. "Siempre se muestran muy interesados en estas actividades, porque no es algo que suelan hacer y capta su atención", asevera ilusionado.

En este sentido, el evento busca atraer la atención del sector primario y, en especial, de la historia del municipio en relación a las plantaciones de tomate de los más pequeños de la casa. De modo que sean conscientes de cómo sus antepasados labraron con esfuerzo y sudor su futuro. "Era un trabajo muy duro, estábamos de sol a sol en la tomateras independientemente del tiempo que hiciése; lo que se hace hoy en estos cultivos no es trabajar", sostiene González, que con sus 77 años recuerda con algo de nostalgia esa época pasada. "No teníamos casi nada más que tomate", ríe.

"Lo comíamos en la merienda con un poco de gofio, y si no con azúcar y un pizco de aceite", asevera casi con la boca hecha agua. "A los jóvenes hay que animarlos, motivarlos... Este sector es duro, pero si se fomenta puede generarse mucho más trabajo y mejorar nuestra economía", sostiene segura, y esperando que no se pierda la tradición.

Eduardo González tiene menos edad que , pero es un fiel defensor de cuidar la tradición y difundir la historia de las plantaciones, entre otras cosas, porque nació junto a sus hermanos en el interior de una cuartería. "Yo crecí entre cultivos de tomate y me encantaba", afirma risueño. Cuenta que es descendiente de los emigrantes de otras islas, que llegaron al Sureste buscando un futuro mejor a la orilla del Barranco de Tirajana "donde había trabajo para todos". González admite que para él su infancia entre cucañas de tomatero fue "muy feliz, realmente no eramos conscientes de la pobreza en la que vivíamos porque para los niños de las plantaciones todo era una oportunidad para jugar", asevera. Con muy temprana edad ayudaba a sus padres en la zafra, algo que "me hacía sentir más mayor y me gustaba, no me planteaba que eso no correspondiese a mi edad", asegura.

González asegura que "con este tipo de actividades tenemos que darnos cuenta del esfuerzo que hicieron nuestros padres y abuelos; sobre todo alzando la figura de la mujer, que fueron las que levantaron la economía de la zona" y añade que "es gracias a toda esa gente humilde por la que hoy -ayer para el lector- estamos disfrutando de una feria del tomate, no hay que olvidar eso".

En el evento estuvieron también presentes empresas como Spar, que quieren impulsar la venta del tomate canario.