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Artenara

Biopsia de Tamadaba

Los colores e indicios que se abren a través de sus caminos recién abiertos delatan cómo fue el paso del fuego y sus consecuencias

Uno de los tramos de la carretera GC-216 que rodea buena parte del interior del parque natural de Tamadaba, con los distintos colores que marcan la incidencia del fuego. andrés cruz

El pinar de Tamadaba recupera poco a poco su pulso tras la apertura de la carretera de acceso, una vía que en realidad es apenas la cancela de un territorio de 7.538 hectáreas que guarda de costa a cumbres un tesoro natural descomunal, con más de 200 especies de plantas vasculares silvestres.

El 32 por ciento de la superficie del Parque Natural de Tamadaba quedó afectada por el incendio del pasado agosto, y lo que se observa desde la propia GC-216 es un combinado de negro y verde donde también se cuela el ocre de la flora chamuscada pero en la que gana la percepción de que, al igual que lo que ha ocurrido tras la docena de incendios que ha sufrido en 160 años, volverá a lucir con toda su fuerza. El Cabildo mantenía sus accesos cerrados para evitar los peligros derivados de los desprendimientos de piedras, que aún siguen cayendo pero ya de muy pequeño tamaño por la insistencia de unas lluvias que desde el lunes día 9 de noviembre no han dejado de refrescar y regar la zona.

Lo que aún continuarán cerradas al público son las instalaciones recreativas, que se encuentran bloqueadas por vallas para impedir el paso.

Incremento de las apañadas

Por el reabierto camino se deducen las incidencias que provocó la catástrofe en el interior del espacio natural, con unos riscos y andenes en los que prosperan los principales endemismos en los que se observa, según Carlos Velázquez, coordinador forestal del Cabildo, cómo el fuego afectó por golpes, con un salpicado de zonas quemadas y otras indemnes, y que hacen pensar, en una primera aproximación de los técnicos del Jardín Canario, que la flora más amenazada ha sufrido una cierta afección, pero no tan fuerte como para suponer que vaya a poner en peligro a las especies. Pero sí que sufren en esta delicada fase de recuperación de una seria vulnerabilidad.

La reducción de la flora circundante hace de esos lugares un punto de avituallamiento para la cabra guanil, que es ahora el mayor peligro al que se enfrentan los brotes que vayan surgiendo en los próximos meses, como ya ocurriera con la flora de Inagua tras el otro gran incendio de 2007. Por ese motivo se irán incrementando las apañadas de ganado, según afirma Velazquez.

Y en cuanto en el pinar propiamente dicho se destaca el trazo de la primera carrera del fuego, "que cuando se metió fue muy agresivo en la Cruz de Acusa, por encima de las presas. A partir de ahí el fuego fue caminando de flanco, incidiendo de forma desigual". Allí donde lucen "los ejemplares con copa verde se produjo un fuego muy suave, recibió agua de los medios aéreos contraincendios, o había muy poca vegetación en el sotobosque", detalla Velázquez, como al igual ocurre con las copas marrones y naranja, que implican también un fuego de suelo suave por la escasa presencia de pinocha.

La tercera entrega son espacios de árboles totalmente quemados, sin copa y con troncos pelados que, para el especialista, son los mínimos, lo que achaca al hecho de que el fuego actuara de flanco "y no de cabeza". En este sentido asegura que Tamadaba "escapó loca, sobre todo porque las cuadrillas y los medios aéreos hicieron un trabajo muy bueno, evitando que llegara a Tirma o La Aldea, aunque sí a Guayedra, algo que no se pudo frenar".

El futuro de las zonas calcinadas es el de una primera regeneración de matorral y sotobosque, más o menos intensa dependiendo de la cantidad y calidad de las semillas que hayan sobrevivido bajo tierra al paso del fuego. Los puntos más delicados se encuentran en las pendientes, "porque puede producirse erosión". En aquellos lugares con el pinar marrón se irán cayendo las acículas y mantendrán el suelo, y con el tiempo Tamadaba "volverá a estar igual. El pino es un experto en incendios, que con el fuego abre sus piñas".

Pero con cautela, porque al quedar el territorio limpio de matorral y sotobosque, quedan lugares muy vulnerables al citado ganado suelto, "sobre todo en su perímetro, como El Hornillo, Guayedra, El Risco, Acusa o Comestén, donde se reforestó con cedro y sabina y está sufriendo ese problema".

El final del cuervo

En cuanto a la fauna hay que destacar que el fuego "afectó a todo tipo de aves, con muchos ejemplares que murieron por el humo, y posteriormente de sed", destaca por su parte el veterinario Pascual Calabuig, y responsable del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira.

Explica que el factor principal que mata a las aves es la desaparición de bebederos, que quedan llenos de tierra o bien de ceniza que absorbe el agua. En esas circunstancias los pájaros, o bien se mueren o si salen de su entorno -cuando el incendio hubo una auténtica invasión de aves en el barranco de La Aldea-, se exponen a otros peligros, por lo que hay que ayudarlos instalando puntos de agua". En uno de ellos recién puesto, en pocos minutos "acudieron más de cien pájaros".

Los más abundantes en Tamadaba son el herrerillo, el mosquitero, el petirrojo, y luego canarios de monte, jilgueros, cernícalos y gavilanes, entre otros muchos como el picapinos.

Calabuig afirma que el macizo "es un vergel para la ornitología, y que se recuperarán rápidamente". Aunque no es el caso de los cuervos. Con apenas unos 20 ejemplares en la cumbre, afirma que "a pesar de estar declarado en peligro de extinción hace unos 15 años, el Gobierno de Canarias no ha redactado el preceptivo plan de recuperación", y su situación es tan precaria hoy que considera que se encuentra en la línea de no retorno.

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