Los diez municipios de la mitad norte de la isla, La Aldea, Agaete, Gáldar, Guía, Moya, Firgas, Arucas, Teror, Valleseco y Artenara exhiben 31 de los 85 árboles singulares que figuran en el nuevo catálogo del Cabildo.

Una riqueza de la que tiene mucho que ver la antigua laurisilva que se extendía por las medianías, pero también con la iniciativa privada de amantes de la naturaleza que hicieron de sus fincas, como la de Osorio en Teror, el Jardín de Corvo en Moya, o los Jardines de la Marquesa en Arucas, auténticas gemas de la botánica, y de las que aquí se desgranan algunas de ellas.

Osorio, en Teror, es el lugar que exhibe más cantidad y variedad de árboles catalogados. Son siete especies, a cada cual más sorprendente, como uno de los más grandes cedros de la isla con su tronco de tres metros de perímetro, y de al menos 250 años de edad, según especifican los redactores del catálogo.

También destaca un alcornoque plantado a finales del XIX y que ha logrado una copa de 27 metros de diámetro, apoyada en un tronco de seis de perímetro y que se eleva a 12 metros de la superficie. Así como los cuatro "magníficos" ombús que bautizan el paseo del mismo nombre de la finca insular. Son fácilmente reconocibles por una base que se 'hincha' sobre el suelo con perímetros de hasta 17 metros.

Y más marcas de respeto para el recinto terorense, en este caso el del pino que se eleva a 34 metros y con perímetro basal de casi 7 metros, "ostentando el título de árbol más alto de la finca". De Teror también hay que citar, entre otros, la araucaria que se yergue junto a la basílica del Pino.

Valleseco también figura en el trabajo como otra potencia arbórea, con especial mención al barranquillo de Las Ánimas, que se encuentra en la falda virada al oeste del Pico de Osorio. Considerado un reducto de la laurisilva, se han distinguido tres individuos que representan al sistema: un laurel de 18 metros; una faya, dentro de un grupo de ellas, que llega a los 15; y un imponente viñátigo con un perímetro de 5 metros en la base, y cuyos frutos son fuente de alimento para la reintroducida paloma Rabiche.Castaño de Indias

Aún entro de la localidad, y en pleno Parque Rural de Doramas, sorprenden dos pinos del barranco de La Virgen, de 34 y 32 metros, y escondido en Cueva Crespo, uno de los raros castaños de indias de Canarias, si bien son comunes en España y Europa.

Hay que subir a Artenara para localizar un precioso palmeral, el de La Hoya de Las Palmas, de unos cien individuos, "que ha sido objeto de varios estudios científicos por su pureza genética".

Continúa el itinerario por Moya, que comparte en un cruce de lindes con Gáldar y Guía, la que según los redactores, es la joya de la corona de los pinos, con once ejemplares. Dos se sitúan en territorio galdense, siete en el de Guía y dos en el de Moya y se consideran los más antiguos de la isla. Sus dimensiones oscilan entre los 15 y 25 metros con anchos de copa de casi 25.

Moya ofrece aún más en el Jardín de Corvo, obra de Sebastián González Corvo y de Quintana, (1850-1925), que soñó crear un jardín botánico "como homenaje a su difunta amada María del Pino de Quesada y Déniz, fallecida en 1878". Con esa idea, entre otros, planta los que se creen son los primeros eucaliptos llegados a Gran Canaria, hoy los más altos con 50 metros de fuste, desde los que se ve algo más alejado al también eucalipto pero conocido como Nogalito Grande, "mástil de verde espesura con más de 8 metros de perímetro de base, que se yergue a modo de faro sobre los muros de la hermosa hacienda".

El paso a Guía sorprende con el abuelo de todos los árboles isleños, un intrincado acebuche en Llanos de Parra con más de 400 años. Y que, según se detalla, "a pesar de su edad muestra una vigorosa copa visible desde el exterior de la propiedad".

La villa de los almácigos

Más céntrico se encuentra lo más granado del patrimonio arbóreo de Gáldar, empezando por las cuatro araucarias de la plaza de Santiago. También conocidos como pinos reales, se especifica que fueron traídas de la capital a la ciudad de Los Caballeros en 1885, y plantadas allí dos años después. No hay que ir muy lejos, solo a las colindantes Casas Consistoriales, para encontrar en su patio interior uno de los dragos más fascinantes de la isla, además del más antiguo, con sus 301 años de edad. Fue "plantado en 1718, poco más de medio siglo antes de que empezaran la construcción del templo, (...) y muestra numerosos grabados y cicatrices para la extracción de su antiguamente apreciada resina de drago".

Agaete también brilla con luz propia con un abigarrado elenco que abarca de cumbre a costa. Así, en Tirma y Tamadaba ostenta la sabina más grande de Canarias y dos enormes almácigos. También en Guayedra luce uno de los reductos de almácigos "más interesantes de Gran Canaria salpicado de palmeras datileras, canarias e híbridos de ambas", en el que figuran los dos más singulares "conocidos como Los Abuelos", y en los que las argollas que se utilizaban para estabular las bestias hoy parecen fundidas con sus troncos. Por si fuera poco, además de dos contundentes encinas que se encuentran el Cortijo de Samsó, en Tamadaba, también ostenta en la entrada al Huerto de las Flores otra rareza: una higuera blanca, considerada sagrada en la India, de 22 metros y 26 de diámetro de copa con más de 100 años de edad.

Más allá, en La Aldea, se encuentran reductos de almacigales, como el de Artejévez, "uno de los escasos fragmentos del endémico bosque termófilo".

Esta ruta se cierra de regreso por Firgas, con un único pero contundente ejemplar, una solitaria palmera canaria de 30 metros que se pavonea en los llanos agrícolas de Casablanca, y ya más en costa, Arucas, igualmente con un solo árbol catalogado, de momento, porque en próximas ediciones se aumentará el listado. Se trata de un drago del Jardín de la Marquesa, -que atesora la mayor colección de palmeras de Gran Canaria-, y que exhibe 15 ramificaciones dibujadas a lo largo de sus 250 años de antigüedad.

El catálogo ha sido coordinado por los especialistas de la Consejería insular de Medio Ambiente, Marco Márquez y Agustín Suárez Ruano, quién destaca la participación de un gran equipo humano, así como la contratación de Marcos Díaz-Bertrana para la valoración del estado de los árboles y la redacción de las fichas de conservación. Además, también se contó el año pasado con las aportaciones de la Fundación Universitaria, "que realizó un trabajos de campo y una primera selección coordinado por Agustín Naranjo Cigala, al que se añaden las aportaciones de Bernabé Moya y Fernando Fueyo."