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Norte

La escarcha reverdece el campo

Los terrenos arrasados por los incendios dejan atrás el negro para dar paso a nueva vegetación

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La escarcha reverdece el campo grancanario

Sentado sobre una roca y por momentos mirando al infinito, Antonio Moreno, vecino de Fagajesto, en los altos de Gáldar, se pierde en sus pensamientos. Trabajador de la construcción, aprovechó un domingo cualquiera de enero para echar el freno al ritmo frenético que lleva durante toda la semana y respirar aire limpio. "Es una imagen que merece mucho la pena detenerse a ver", contó ayer mientras observaba un campo cubierto por un denso manto verde, una estampa que dista bastante de la realidad de hace tan solo cinco meses, cuando los incendios de agosto arrasaron con esta parte del norte de Gran Canaria. A pesar de la falta de lluvias, la escarcha generada por las bajas temperaturas nocturnas en la cumbres ha contribuido a humedecer la tierra y reverdecer el campo.

Las heladas nocturnas han coadyuvado a que el negro vaya poco a poco dando paso a un intenso verde y que el norte de la Isla vaya recuperando el color y el paisaje que nunca debió perder. Sentado, mirando la pradera y con el único sonido del viento y de los cencerros de un ganado ovino de más de cien cabezas que pastaba por la zona, Antonio Moreno analiza la situación que atraviesa el campo. "Hace un mes y medio que no llueve, a estas alturas del invierno ya tenía que haber llovido más, pero solo ha caído lo mínimo para hacer brotar un poco la hierba", explica. Unas hierbas que desde luego han devuelto a los ganados parte de sus alimentos.

No ha llovido como en años anteriores en esta misma época. Mientras en suelo ha cambiado de color, muchos de los árboles de gran tamaño continúan aún pelados a la espera de la llegada de la primavera para florecer. "Ahora solo se ve el esqueleto de los árboles quemados", apuntó, "pero por lo menos ha cambiado la imagen: después de haberse incendiado esta zona parecía que había caído una bomba, pero ahora el paisaje está muy distinto". Diferente, sí, pero donde termina su vista comienza al alternarse el verde y el negro en el parque natural de Tamadaba. "Poco a poco va tomando forma, pero aún queda mucho para que el pinar se recupere", relata.

A pocos kilómetros, Fermín Aguiar, un agricultor de 21 años, abre las llaves de paso para permitir que el agua riegue los campos de su familia. Ni el domingo lo libra de sus labores agrícolas, y menos cuando la temperatura alcanza los 21 grados y la tierra lleva varios días sin regar. Él también echa la vista atrás y recuerda con horror el paso del incendio. El fuego no quemó directamente las tierras de su familia porque estaban labradas, pero sí sufrieron daños colaterales: el incendio se llevó por delante el vallado, el calor fundió las mangueras y no pudieron regar, perdiendo de esta manera las cosellas de puerros, papas, brócolis y colifror que cultivan en los terrenos que tienen a uno y otro lado de la carretera que atraviesa La Solapilla, en la frontera entre los municipios de Santa María de Guía y Gáldar.

"Lo pasamos mal cuando estuvimos evacuados porque no sabíamos qué íbamos a encontrar; todo estaba negro, pero nuestra tierra es agradecida y vuelve a renacer", contó mientras atendía sus cultivos, "a uno se le agrada la vista al verlo todo verde otra vez".

Aunque en algunos entornos aún se observa la huella del paso del incendio, la tierra muestra poco a poco sus bondades. En una semana, explica Fermín Aguiar, en La Solapilla se han sucedido todas las estaciones del año. Y es que aunque durante la jornada de ayer se registraron durante el día temperaturas muy agradables que oscilaban entre los 18 y los 21 grados, lo cierto es que durante la semana pasada los vecinos de la zona se despertaron varias veces con heladas. Las mismas heladas que han ayudado a brotar a los campos, pero que también obligaban a este joven agricultor a regar sus cultivos para descongelar la escarcha para que la presencia de hielo no echase a perder sus cultivos plantados.

Recuperación

Unos trabajan la tierra mientras otros elaboran queso. En Caideros, David Moreno, de la quesería El Cortijo de Montañón, ordeñaba ayer a sus ovejas para preparar uno de los manjares más codiciados de esta isla. Y lo hacía a destajo, porque aunque en su memoria aún guarde los duros recuerdos de un verano en el que casi pierde su principal fuente de ingresos, atrás ha quedado aquella imagen de un prado negro y sin resquicio alguno de vida.

El fuego rodeó sus corrales, se llevó uno por delante y cinco meses después aún está reponiendo las vallas que quedaron afectadas por el paso del incendio.No dañó a su ganado porque se llevó a las cabras y a sus ovejas las tenía de trashumancia en Ayacata. David Moreno recuerda aquellos días con angustia. "Cuando volvimos, las ovejas solamente levantaban cenizas con las patas; ya no había retamas, ni pajullos y tiramos con granos y con alfalfa que nos proporcionó el Cabildo; era complicado", rememora.

Pero por suerte, "eso ya quedó atrás y ahora solo hay que preocuparse por el agua". "El campo está verde por la humedad de la escarcha y de las brumas, pero en poco tiempo volverá el calor y entonces llegarán las dificultades porque eso afectará a los agricultores ya que tendrán que invertir más dinero en agua", añade este ganadero.

Pero en la zona del norte la jornada dominical de ayer no todo fue trabajo. Hubo quienes aprovecharon la espléndida jornada para realizar actividades al aire libre. Así, las carreteras del interior se llenaron de grupos de moteros y de ciclistas que quieran aprovechar la buena climatología para hacer rutas por las medianías de los municipios de Gáldar y Guía.

Otros, como la familia Olivares, del barrio de San José de Las Palmas de Gran Canaria, optaron por organizar un asadero en el área recrativa de Santa Cristina. Más de treinta personas de una misma familia se desplazaron hasta allí para celebrar un cumpleaños. "Aprovechamos el domingo que la mayoría no trabaja y porque hace buen tiempo para venir y pasar el día juntos", señaló uno de sus miembros, Gustavo Olivares.

Mientras en pleno invierno y a la sombra unos prefirieron enfudarse hasta las cejas, los más jóvenes de la familia tiraron de la manga corta para no pasar tanto calor mientras jugaban al fútbol en una parte del terreno de este área recreativa.

Y entre chuletas y chorizos parrilleros, alrededor de esta familia lucía un paisaje recuperado. "Después de la catástrofe medioambiental que vivimos en verano, tenemos mucha suerte por poder ver este verde", contó Gustavo, "ahora tenemos que disfrutar del campo y cuidar de la isla de Gran Canaria para que la disfruten nuetros hijos".

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