La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Santa Lucía de Tirajana

'Manolo', carpintero desde el internado

Manuel Santana hace iglesias de madera fruto de la decisión de su padre de llevarlo al centro en 1945

Manuel Santana Caballero, en su vivienda con la maqueta de la iglesia de Moya, delante de una parte de las maquetas y pinturas que ha realizado. Y. SOCORRO

"Lo llamo con la bocina que he instalado en la cocina cuando quiero que baje a comer o hay que avisarlo por algo urgente. Es cuando está en su taller, que se encuentra arriba, en la azotea, y donde pasa tantas horas solo y entretenido haciendo maquetas de iglesias o pintando. Y lo puede oír a través del patio". Así se refiere María Teresa Rodríguez Rodríguez, natural de Moya, a su marido Manuel Santana Caballero, ahora artesano y que en gran parte de su vida fue carpintero y albañil. Ambos llevan juntos 61 años, ocho como novios y 53 como matrimonio.

"Muchas veces, o casi siempre, uno está con el sí y el otro con el no, o a la inversa, pero nunca se ha faltado el respeto", asegura Manuel Santana, llamado y conocido como Manolo, quien nació en el casco de Ingenio en 1939 y que en pocos meses cumplirá los 81 años. Este matrimonio reside desde hace más de cincuenta años en El Canario, en el municipio de Santa Lucía de Tirajana, donde construyó la casa en la que aún viven. María Teresa y Manolo han tenido cuatro hijos: Juani, Manuel Justo, Mónica y Javier Santana Rodríguez.

Aparte de que él esté sus horas trabajando como artesano en el taller de la azotea creando una maqueta, con la calculadora, reglas, herramientas y con las fotos de la iglesia, Manuel y María Teresa también buscan el tiempo para estar juntos. "Buscamos el momento para que por las mañanas vayamos caminando juntos durante una hora por la avenida de Canarias hasta el centro comercial La Ciel, en Vecindario, y de vuelta a casa. Eso, por las mañanas, y por las tardes vamos a pasear a la Playa de Arinaga (Agüimes), como también a hacer algo de ejercicio físico en las máquinas que están junto a Cruz Roja, en el Cruce de Sardina", explica Santana Caballero.

Manolo Santana se prejubiló a los 60 años después de haber comenzado a trabajar desde niño. A la hora de hablar de cómo ha sido su vida durante sus ocho décadas, destaca sobre todo "el desconsuelo y la necesidad" que vivió especialmente durante la infancia y la juventud".

"Llevamos más de medio siglo viviendo en un lugar fijo, en el barrio de El Canario; muy bien y con todo resuelto. Sin embargo, otra parte de mi vida ha sido dar tumbos, cambiando de lugar", señala este artesano y carpintero, que recuerda que "yo era huérfano de madre. Primero viví con la familia en El Batán y luego mi padre me llevó al internado de San Antonio, en Vegueta, cuando yo tenía seis años [1945]. Allí estuve hasta los quince años aproximadamente. No me gusta criticar, ni lo haré, y no lo haré sobre la decisión que tomó mi padre de llevarme al internado. Fue lo mejor que hizo por mí porque allí había para comer, aunque fuese sopa, gofio y trozos de mandarina, además de que contábamos con algunos juguetes y yo estaba recogido".

Santana, que tiene dos hermanos, Antonio y Luis, el segundo ya fallecido, resalta que "en el internado comencé a pintar, como a hacer con los compañeros las figuras de los belenes. Fui al taller del carpintero del maestro Juan, en Vegueta. Fue como comencé a aprender la profesión. La de albañil fue más autodidacta. Soy oficial de todo y maestro de nada".

Después de sus nueve años en el internado de San Antonio, Manolo Santana pasó a estudiar y a vivir al colegio de Salesianos de Las Palmas de Gran Canaria. "Fue entre los 15 y los 18 años. Allí seguí con la carpintería en un taller y hacíamos trabajos para la calle. Había otros talleres, como el de sastrería o el de imprenta".

"Juan Bosco fundó los colegios Salesianos para los pobres. Eso se supone, pero también era para los niños con dinero", critica.

A los 18 años, Manolo Santana decidió un cambio en su vida y entrar como voluntario en la Aviación cuando le tocaba realizar el servicio militar como voluntario. Estuvo cuatro años y una gran parte en la base aérea de Gando, en el municipio de Telde. Llegó a ser cabo primero. "En El Lazareto fue donde conocí a la que después sería mi mujer. Ella tendría unos 13 años", afirma con alegría. También intervino con el Ejército del Aire español durante la guerra de Sidi Ifni y poco después del conflicto bélico en el protectorado español.

Al salir del Ejército del Aire, decidió ganarse la vida como carpintero tras todo lo que aprendió en los talleres cuando era niño y adolescente. "Trabajé en muchos sitios, sobre todo en pequeñas empresas, e iba con mis herramientas propias. Entre 1963 y 1973, con la crisis del petróleo, fueron unos años de oro para la economía de la Isla, especialmente para la construcción y para los carpinteros y otros profesionales. El carpintero tenía que ir a trabajar con sus herramientas", narra. Cuando se prejubiló, decidió estar ocupado el mayor tiempo posible. Sobre las maquetas de las iglesias, "se trata de un trabajo todo manual y sin ninguna tacha. Sólo compro la chapa de tres y de siete milímetros, y la pintura, la cola y el corcho", indica.

"Pretendo hacer el frontis lo más exacto posible, pero los lados los acorto para que no sea demasiado grande. Las medidas son de 40 por 30 centímetros, aunque algunas llegan a los 45 de ancho y a los 40 de alto", señala.

"No las he puesto a la venta porque no sé cómo valorarlo, ni poner precio a varios meses de trabajo para hacer cada una partiendo de unas fotos y midiendo mucho. Tampoco las he expuesto", agrega. Entre las iglesias que hizo y tiene en casa, están, entre otras: la de San Rafael, en Vecindario (Santa Lucía de Tirajana); La Candelaria de Moya; Iglesia del Pino, de Playa de Arinaga (Agüimes); la de San Bartolomé, en Tunte; la iglesia de La Concepción, en Valverde (El Hierro); José Obrero, en Cruce de Arinaga (Agüimes); y la de Santa Lucía.

Compartir el artículo

stats