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Insultando gratuitamente a aquellos veraneantes de Teror

Relatos certifican que se nos echaba de menos cuando retornábamos a la capital en septiembre

Insultando gratuitamente a aquellos veraneantes de Teror

Tengo que responder a un artículo firmado por la señora Lidia Esther Guerra, a propósito de uno anterior mío, que salió en LA PROVINCI del viernes 25 de septiembre y que titula vecinos y veraneantes en Teror.

Quiero empezar afirmando que no tengo una extracción social campesina, ni por parte de mi familia materna ni paterna, por lo que poco se me puede achacar, de un relato que hago, de recuerdos de mi infancia en Teror en los veranos, si no toco de manera directa estos temas que ella dice que yo omito.

Efectivamente, en general los veraneantes que pasábamos los meses de estío en Teror eran “capitalinos” que de manera intermitente durante todo el año “subíamos “ a Teror, pero en verano permanecíamos fijos en la Villa durante tres meses. Era muy variopinto el grupo de veraneantes: gente de clase media, algunos mayores que huían de la panza de burro de la capital, profesionales libres, empleados de banca, artesanos y de la misma forma, gente de muy diversa condición ideológica y social.

Me resulta, en primera instancia, una falsedad histórica, achacar a los veraneantes de Teror una filiación política determinada, ni siquiera una tendencia política concreta, y cuanto menos, achacarles, como se hace en el artículo, un estándar de vida muy superior al de los vecinos de Teror. No hacían alardes los veraneantes de ningún tipo de extravagancia vacacional; se integraban a la vida del pueblo, donde pocas alternativas había, como para vivir unos meses “por todo lo alto”. Sólo en el barrio del Pino, por ejemplo, habían por aquel entonces siete tiendas de abastos, en torno a la carretera vía Arucas, lo que puede dar una idea del “volumen de negocio”, se diría en términos actuales, que suministraban alimentos y otros productos a los vecinos y veraneantes. Es decir, que se trata de una comunidad considerable, heterogénea y a los que les unía el pasar los meses calurosos en la Villa, sin más. (Hay relatos del Cronista de Teror, el señor Yáñez, donde certifica que se nos echaba de menos cuando retornábamos a la capital en septiembre y se nos esperaba con alegría cada verano por la novedad que aportábamos a la vida rutinaria del pueblo).

No viene a cuento, que a renglón seguido, se afirme en el artículo lo siguiente: “curiosamente en esta isla un puñado de familias parece haberse convertido en el grupo que patrimonializa el movimiento de las izquierdas y monopolizó la lucha contra el franquismo”. Esta afirmación es de una ambigüedad y una falsedad total. Es más, yo diría que es un insulto a toda esa gente, hombres y mujeres, que lucharon contra el fascismo, dejándose la vida en el camino muchos de ellos.

Cuando se hacen esas afirmaciones, hay que dar datos concretos, evidencias, estadísticas, documentos, y si bien es cierto que en nuestra historia de la lucha antifranquista hay nombres emblemáticos de primerísima fila, como por ejemplo Eduardo Suárez Morales, Fernando Egea, Manuel Monasterio, los mártires de San Lorenzo… la lista es infinita. Y es cierto que otros, han muerto en los campos de concentración, en cunetas, en pozos y aún hoy ni conocemos sus nombres. Y eso no se puede achacar a cuatro familias luchadoras. Ese silencio es parte de la obra del fascismo que intentó borrar toda huella de aquel tremendo holocausto.

Quisiera conocer, si es posible, el nombre del familiar de la autora del artículo para que pase a engrosar las listas de las víctimas reconocidas del franquismo, a nivel que sea, en este caso por prisión o por el hecho de ser militante del Partido Comunista. Todo mi respeto a su memoria.

Queda un trabajo inmenso que hacer en este sentido y, sobre todo, en lo que concierne a la condena abierta y definitiva del franquismo. ¿En qué se basa usted para achacar a eso que llama “cuatro familias” el monopolizar la lucha que se libra aún hoy contra las nuevas caras del fascismo en este país?

Cuando digo “beatas” en mi artículo, creo que nadie debe sentirse molesto, porque era lo que la iglesia fomentaba y alimentaba a lo largo y ancho en todo el pais. Ese mismo panorama de “rebaño”, término bíblico, no mío, y que a la Iglesia le gustaba mucho emplear, como el de “siervos y esclavos de Dios”, se veía igualmente en un pueblo de Cáceres, de Lugo o de Gran Canaria. Era la España “franquista por la gracia de Dios”, tan bien reflejada en el cine por Berlanga o por Buñuel, en versos de Machado, en la historiografía de la época…

No es un secreto que en el caso de Teror se vivió un auténtico “pánico religioso” por las prácticas de Monseñor Socorro Lantigua, que servía a la perfección al poder franquista y de las familias oligárquicas. “Practicaba el terrorismo moral más implacable en defensa del poder y de las castas dominantes”, cita Iñaki Gil de San Vicente. Aterrorizaba con el fuego eterno del infierno, estigmatizaba a los infieles, comunistas, masones, homosexuales (llamados vagos y maleantes, por Ley) y todo aquello dirigido a una población campesina que el propio franquismo mantenía en la pobreza, la ignorancia y el más absoluto de los abandonos.

En el mismo artículo se evidencia el estado en que vivía esta población terorense que no pertenecía a las familias de abolengo. Nada hay que achacar de ello a “familias” de izquierda veraneantes que pasaban sus propios calvarios en la ciudad.

Es simplón y anecdótico el reprocharle a mi madre su taconeo saliendo de la iglesia. En aquel entonces fue un acto de valentía y determinación, frente al “Supremo Monseñor”. Y eso de que íbamos a la dulcería Benítez todos los días es una falacia, pero además por la muy buena amistad que hemos tenido siempre con esa familia, no es de extrañar que los visitáramos las veces que nos diera la gana, faltaría más.

Además, los Doreste vivían al lado, otros amigos de toda la vida y veraneantes tambien, a los que frecuentábamos. Esa descripción que usted hace de la vida en Teror de aquellos años es la vida campesina que encaja en la descripción sociológica del pais franquista, del Viva España, de la muerte y de la resignación.

Es una constante histórica el intento del poder dominante de separar y enfrentar a las clases trabajadoras con el campesinado. Esto les ha venido siempre muy bien para mantener sus privilegios y sostenerlos a perpetuidad. Eso lo respiro en este artículo, pero en nuestro caso, guardamos y conservamos en el tiempo largas amistades con veraneantes de aquellos años y con vecinos y vecinas de Teror, con las que manteníamos unas relaciones de afecto profundo que aún hoy se mantienen, sin tener en cuenta ni condición social, ni profesiones, ni clases, ni ideologías políticas. Puedo decir que hemos sido una familia muy querida en Teror y que por Teror tambien nosotros hemos tenido siempre un apego especial y por muchos de los terorenses.

Lamento que nunca tuviéramos un pedazo de tierra para poder ordeñar una vaca, como usted dice en su artículo. Nosotros nunca tuvimos tierras.

Perdone usted, pero es insultante decir que “la lucha (contra el franquismo) no fue patrimonio de cuatro apellidos de veraneantes capitalinos”. Esto lo afirma usted alegremente y con ello comete un doble error: primero que hace una afirmación totalmente infundada y falsa, y segundo, que con la misma empaña aún más la memoria de todos y todas los que han defendido la libertad y condenado al franquismo en este pais. Esto refleja su altura de miras y su posicionamiento general. “Para el marxista, el problema de la lucha de clases comprende: la lucha económica; la lucha política y la lucha ideológica. El problema debe pues plantearse simultáneamente, en los tres terrenos”, cita Georges Politzer. Yo lucho abiertamente en el campo de las ideas y siempre con mi trabajo histórico previo de la mano, por eso esta actitud suya, la verdad es que me sorprende por el encono que destila, lo primario de sus argumentos y lo sesgado de sus planteamientos.

Creo que el materialismo histórico y el materialismo dialéctico se le ha atragantado a toda la derecha mundial, pero por más que lo intenten opacar, se está cumpliendo la máxima de que el imperialismo, fase superior del capitalismo, está quebrado y en vías de derrumbe. Solo hay que mirar a Estados Unidos en estos días. Y esto no es ningún dogma, es la realidad.

Quiero acabar con unas palabras de V.I. Lenin, para ver si inteligentemente reconocen que el marxismo es una ciencia social moderna y, como tal, en movimiento y transformaciòn constante.

“El materialismo histórico de Marx constituyó una magna conquista del pensamiento científico. El caos y la arbitrariedad reinantes, hasta entonces en las concepciones de la historia y de la política, fueron sustituidos por una teoría científica sorprendentemente acabada y armoniosa, que pone de manifiesto, como de una estructura de la vida social se desarrolla, a consecuencia del crecimiento de las fuerzas productivas, otra más elevada”, según se cita en un libro de M.M. Sidorov.

Es una constante histórica el intento del poder dominante de separar y enfrentar a las clases trabajadoras con el campesinado. Esto les ha venido siempre muy bien para mantener sus privilegios y sostenerlos a perpetuidad. Eso lo respiro en un artículo de Lidia Esther Guerra en LA PROVINCIA al que respondo

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