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Javier Ventura, junto al alcalde de Agüimes y las ediles de Desarrollo Local y Rural, y el equipo de la bodega municipal encargado de embotellar el vino, ayer.

Agüimes

Un Señorío en madera de roble

La bodega municipal de Agüimes lanza una edición limitada de 500 litros de tinto madurado en barrica | La buena calidad de la cosecha fue clave en esta aventura

El caldo de Agüimes gana sabor y aroma en barrica. La calidad de la uva de la última cosecha de los viticultores de este municipio hizo que los expertos de la bodega municipal consideraran que era la gran oportunidad para madurar el vino en madera. Tras seis meses en ese recipiente de roble francés, periodo que se cumplió ayer, el tinto Señorío de Agüimes está listo para embotellar. Se trata de una edición limitada de 500 litros, lo que ha dado para llenar unas 700 botellas, que se comercializarán el próximo mes de mayo. Tal acontecimiento coincide además con la celebración de la mayoría de edad del proyecto de recuperación de esta tradición agraria en esta localidad.

Aunque Javier Ventura es viticultor de Monte Lentiscal, donde ya su abuelo tenia viñas, sus conocimientos y la experiencia de su bodega han sido de mucha ayuda en esta aventura vinícola. Explica que la uva que recogieron los viticultores de esta localidad del Sureste en agosto del pasado año reunía todos los requisitos para madurar este vino joven en madera. Los taninos, la acidez y el grado alcohólico fueron los atributos que influyeron en la decisión.

El proyecto de recuperar las parras cumple su mayoría de edad en esta localidad

Remarca este bodeguero que en la vendimia del pasado se recogió una uva “muy buena”, probablemente debido a que en 2019 hubieron pocas lluvias. Además, explica que al tratarse de fruta tinta, de las variedades de listán negro y tintilla, le traslada al vino que ha reposado en barrica un carácter aún más personal. “La madera le imprime una mayor suavidad y distinción al tiempo que le ayuda a que se conserve su sabor original”, añade.

En la cosecha de 2020, que se recogió en los meses de julio y agosto, participaron diez viticultores que aportaron un total de unos 1.300 kilos de uva tinta, de los que unos 500 litros se han madurado en roble francés. Será la próxima semana cuando se pueda descubrir por fin ese aroma ya que ha llegado el momento de proceder al embotellamiento.

Uno de esos viticultores implicados desde los comienzos en el proyecto de conservación de esta tradición agrícola en Agüimes es Carmen Guerra. A sus 68 años sigue cuidando con “mucho mimo” de unas cincuenta viñas, y llegó a tener hasta un centenar cuando su marido -ya fallecido- también se afanaba en estas labores. En la cosecha del pasado año recogió unos 200 kilos, y lo mejor de todo, según señala, es que se dio una uva muy buena porque estaba “limpia de enfermedades”. Y este año, ya anuncia que va a ser otro año de buena producción.

Desde que se poda hasta que recoge la producción, cuenta esta viticultora, hay que estar muy pendiente del árbol. Las parras están a unos diez minutos andando de su casa, en el casco de Agüimes, y sigue al pie de la letra lo que le dicen el enólogo de la bodega municipal. “Si la uva es buena, el vino sale bueno”, sentencia.

Carmen Guerra mirando las hojas de una de sus parras. | | LP/DLP

Para evitar la plaga del Oídio, que suele dejar a la fruta “como la ceniza” recurren a productos ecológicos, siempre en el momento y las cantidades que les aconsejan los expertos. “La verdad es que el Ayuntamiento nos ayuda para que la producción salga adelante, lo que pasa es que hay que tener tiempo, y los jóvenes no parece que tengan muchas ganas de tomar el relevo”, cuenta. También pone de relieve que el hecho de que se haya incrementado el precio que se paga al agricultor, de 1,20 euros el kilo a 2 euros, ha sido un incentivo porque anima a mantener las parras ya que “si después de tanto esfuerzo encima no te dan casi nada te lo piensas, porque no deja de ser un trabajo y quieres cobrarlo”.

Con unas 400 parras, Chano Ortega es otro de los productores implicados en este cultivo. Se queja de que los cambios de temperatura tan bruscos están afectando a la cosecha, aunque también aclara que recogerá menos de los 600 kilos del pasado año porque tiene muchos árboles en fase de recuperación. “Para mantener esta tradición hay que dedicar muchas horas y a veces no se consiguen los resultados esperados”, confiesa. Una tarea que realizaba en los ratos libres que le dejaba su trabajo en la hostelería, aunque como ahora no está activo, debido a que los negocios tiene las plantillas en ERTE - por la falta de clientes por la pandemia, dispone de la jornada a tiempo completo. Es por eso que le cunde el tiempo hasta para plantar hortalizas, papas y “todo lo que viene bien para la comida de la casa”.

“Si la uva es buena, el vino sale bueno”, asegura la productora Carmen Guerra

Fue en 2003 cuando se puso en marcha la Bodega Municipal de Agüimes. El proyecto de recuperación del cultivo de la vid arranca como una medida para contribuir a la diversificación económica y al desarrollo de la zona de medianías. Han pasado ya 18 años, mucha cosecha recogida, otros tantos litros embotellados, así como premios y distinciones por esos caldos de que presumen en esta localidad, que ya fue una destacada comarca productora de la isla en los siglos XV y XVI.

Una prueba de que esa idea original ha cuajado y sigue avanzando es, a juicio de la edil de Desarrollo Rural del Ayuntamiento de Agüimes, Jéssica Santana, la puesta en marcha del Plan de Desarrollo Vitivinícola a través del que se ha impulsado el aumento de las superficies de cultivo, se ha fomentado las plantaciones de viñas, se ha elevado en un 40% el precio de la uva para incentivar la incorporación de nuevos productores, ya que de esta forma aumenta la rentabilidad de la viña lo que hace que su cultivo sea más atractivo para los agricultores.

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