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Judith lleva el ganado en los genes

La ganadera de Valsequillo dirige una explotación con unas cien vacas que producen 1.000 litros de leche diarios | Se queja de la bajada de precios de la industria quesera

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Judith González, ganadera de Valsequillo con casi un centenar de vacas José Carlos Guerra

Judith González es una ganadera de raza. «Lo llevo en los genes», asegura en la finca de Valsequillo donde está al frente de un centenar de cabezas de bovino. Por sus abuelos maternos sabía lo que era cuidar de las vacas, pero es por su marido por quien deja todo para dedicarse a esta actividad. Entregada y enérgica, se muestra contenta de esta vida en el campo, que apenas le deja tiempo para el cuidado de sus dos hijas.

«Me gusta la vida del campo y cuidar de las vacas. Si no tuviera que pensar en que hay que pagar facturas y cubrir tantos gastos sería mucho mejor, pero de verdad, estoy contenta porque me gustan los animales», asegura Judith González. Desde pequeña había conocido por sus abuelos maternos, Juan y Jacinta, como era vida con el ganado, y la de vender puerta por puerta la leche por Lomo Magullo (Telde), y hace catorce años decide dejar su trabajo para dedicarse a la ganadería por ayudar a su marido, sin imaginar entonces que con esa tradición que lleva «en los genes» se iba a poner frente de su propia explotación.

Judith lleva las riendas de una finca en Valsequillo en la que se hace cargo de un centenar de cabezas de bovino, entre las que hay mayoría de frisonas, que producen unos 1.000 litros de leche al día. No para de trabajar, y aunque confiesa que hay días que se ve desbordada entre todas las labores ganaderas, los trámites o papeles que hay que arreglar, y el cuidado de sus hijas, «siempre saca las fuerzas de donde sea».

Con 24 años, ahora ya tiene 39, y con un trabajo en un supermercado, con jornada y hasta días libres, algo que sabía que no iba a tener si se dedicaba a atender el ganado, decide dejarlo todo para sacar adelante junto a su marido, Jonay Cazorla, una explotación ganadera en Fontanales.

«Por una vaca se puede pagar hasta unos 2.000 euros, y muchas veces se compran hasta preñadas»

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Fue justo en la otra crisis económica, en 2007, cuando opta por el campo tras perder su marido el empleo que tenía en el sector de la construcción. Es asi que decide “por él” que esa iba a ser su forma de vida. Para eso, Jonay le plantea a su abuela que les arrende una finca, que por entonces llevaba la tía Teodora. Ya con el terreno, se gastan todos los ahorros en comprar unas 12 vacas, 40 cabras y 40 ovejas, y se emplean a fondo en elaborar también quesos .

«Todo nos iba bien en Fontanales, pero hace cuatro años, cinco en diciembre para ser exactos, que nos vinimos a Valsequillo por mi hija», señala. Los continuos problemas de bronquios que sufría su hija de seis años- tiene otra de 12- motivaron la decisión de esta familia de buscar otra zona donde establecerse con su ganado.

La idea en principio cuando se instalan en Valsequillo era seguir con la elaboración de quesos artesanos, pero «te piden tanto, que si licencia sanitaria, que si lo otro», que finalmente desisten de esa idea, y también de la de dedicarse a criar a distintas razas de animales, pues al principio llegaron a tener hasta cerdos, y se decantan por centrarse en la crianza de las vacas y en la venta de leche.

Así con la crianza y la venta de la leche poco a poco ha ido incrementando las cabezas de ganado hasta llegar al centenar. «Este negocio tiene mucho trabajo pero también tienes que estar todo el día invirtiendo, y con lo que ganas por la leche tienes que comprar más animales». Comenta Judith que es así como se ha hecho con toda esta cabaña.

En los inicios apuesta por la raza de la tierra, y también mestizas con frisonas, pero enseguida se da cuenta de que «las de fuera» producen mucha más leche. Por cada vaca puede pagar hasta unos 2.000 euros, y muchas veces las compra hasta preñadas. Aunque dispone de un toro en el establo, lo cierto es que no siempre logra fecundar a las vacas, porque también es verdad que «no siempre se dejan. Un asunto que por ahora en su caso, y en el de muchos ganaderos de la isla, se resuelve a través del programa de inseminación que financia el Cabildo grancanario, y que parece que está resultando efectivo.

«La leche la pagaba la industria a 0,44 céntimos, y la bajaron a 0,40. En muchos litros, son muchos euros»

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Mientras hace un descanso en su jornada del viernes, que arranca, como cada día del año, a las seis de la mañana, primero toca el reparto de alimento, y después el ordeño, y apenas pasan unos minutos de las nueve, y le queda repetir lo mismo en la jornada de tarde, detalla la procedencia de los ejemplares de su ganadería: Alemania, Austria, Holanda o Francia. Aunque se imponen las frisonas, explica que tiene ejemplares de fleckvieh, que se trata de una raza de ganado de «doble propósito» porque son las idóneas para la producción de leche y carne, y también de la francesa montbéliarde reconocida por la primera cualidad. De todas, dice que su preferida es la austríaca porque «es muy tranquila» y sobretodo porque es muy productiva. Revela además, que la leche es muy buena para hacer quesos, mientras que con «las del país antes siempre notaba que se saca más suero que cuajada».

Aprovecha Judith para quejarse de la bajada de precios que han aplicado las industrias queseras a raíz de la crisis económica provocada por el coronavirus. La caida en el consumo de queso, sobre todo del fresco este último año, hizo se produjera un exceso de producción, y como por se aplica ley de la oferta y la demanda, caen los precios. De los 0,44 céntimos que le pagaban por el litro de leche a los ganaderos han pasado a abonarle 0,40 céntimos. «Eso puede parecer poco, pero son muchos céntimos y en muchos litros, es mucho dinero», subraya.

«Ha sido un año complicado este porque te bajan el precio de la leche pero sube el del pienso, y no es sencillo con esos números salir adelante pero de momento no queda otra», añade.

«En este negocio trabajas mucho, y hay que invertir lo que ganas por la leche en comprar animales»

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Y mientras muestra uno de los establos donde están las terneras, entre las que se encuentran las gemelas que ha bautizado como Naranja y Limón, porque prefiere nombres de frutas que el de Pili y Mili, y a otra que llama Fresa, su marido, que se afana en retirar todo el estiércol de uno de los establos, entra en la conversación y sentencia: «las vacas no dan lingotes de oro, el pienso está muy caro, y si se rompe una pieza de la ordeñadora o del estanque de la leche también te gastas un dineral».

Pero Jonay insiste en que hay empresas que se han montado otro negocio con el alimento del ganado. Esta cabaña de mil cabezas consume unos 900 kilos al día de una mezcla de millo molido que compran, y que se sirve como una gran bola que deben consumir en unos días para que no fermente. El precio de una tonelada es de 123 euros sin ayuda del REA y de 75 euros si llega con la subvención.

«Mi preferida es la de Austria, porque es muy tranquila, da buena leche, y se nota mucho en los quesos»

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Lo que preocupa, aparte del encarecimiento del pienso, a esta pareja de jóvenes ganaderos de Valsequillo son las pocas ganas que tienen las nuevas generaciones de dedicarse a las tareas agrícolas y ganaderas. «Ahora solo quieren tener delante un ordenador o un móvil y ser influencer» señala Jonay. Revela así Judith que en 20 años de vida pareja sólo se ha ido una semana de vacaciones y porque se quedó su cuñado al frente de la finca. «Es lo que tiene dedicarse al ganado», reitera.

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