En muchas pequeñas empresas familiares que viven del sector primario, el lamento de sus impulsores suele ser que no tienen quien siga con el negocio que con mucho sacrificio han puesto en marcha. Pero tanto José González, apicultor que elabora miel en El Carrizal de Ingenio, como Matías Suárez, que produce aceite en Temisas, en Santa Lucía, lo han podido resolver colocando al frente de sus producciones a sus hijos. En ambos casos, sus herederos han aprendido antes los secretos de sus productos.
«Siempre estoy pegado», remarca José González, con 77 años, 17 en las ferias del Sureste. Empezó con la miel, pero ha ido creciendo en su negocio, y ya comercializa vinagre de miel, aceitunas, licores, y hasta galletas de almendra y mantecados, o jabones. En estas tareas se ha implicado primero su mujer Isaura, pero también poco a poco lo ha hecho su hija, que se llama igual.
De aprender primero cada paso del proceso de elaboración de la miel, o implicarse directamente en el de las galletas, o los jabones. Isaura González se muestra entusiasmada con tomar las riendas de todas producciones. También cuenta con la ayuda de su marido Andrés, y ya distribuyen en tiendas aunque a veces se acercan a su casa los clientes.
A Airam Suárez le ocurre igual, aunque para hacerse cargo del negocio aceitero de la finca de Los barros de su padre Matías va a estudiar ingeniero agrónomo en La Laguna el próximo año. A sus 18 años ha aprendido cómo funciona la almazara, ha compartido jornadas con los agricultores para conocer mejor todo sobre el cultivo de olivos, y ayer se puso al frente del puesto porque su familia tiene además un restaurante. La producción del aceite virgen extra la comercializan en los mercados de abastos, y a través de las ferias que se celebran en los distintos municipios.
