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Análisis

Las fiestas del agua de Teror

Estos festejos sustituyeron en el siglo XIX las bajadas de la Virgen a la capital para pedir o agradecer las lluvias | La creación de la romería cambió el sentido tradicional

Salto del Pastor con motivo de las Fiestas del Agua de Teror. La Provincia

Las Fiestas del Agua eran desde el siglo XIX, celebraciones votivas o rogativas que sustituyeron en su fin primordial al que motivaba las Bajadas de la Virgen a Las Palmas de Gran Canaria durante las dos anteriores centurias. Fiestas de víspera y misa con procesión de la imagen, que a partir de 1903 se vio acompañada en dichas procesiones por dos imágenes que eran elegidas por sorteo entre las existentes en el templo terorense.

En el primer tercio del pasado siglo, cuando Teror vivía convulso la enfermedad del párroco Juan González que desde 1908 dirigía con mano firme y voluntad implacable los caminos del Pino; en una reunión de las que tanto abundaban en los escondidos vericuetos terorenses se trató el tema de revitalizar las fiestas Votivas, tal como se denominaban las Fiestas del Agua, por parte de los comerciantes y políticos y en las que se decidió inaugurar una nueva forma de entender las mismas.

Estas fiestas habían venido a sustituir en el siglo XIX a las Bajadas del Pino a la capital para pedir o agradecer las lluvias del año. Cuando no llovía o lo hacía en demasía, el remedio era poner a la Virgen en rogativas. Como resultado de aquellas reuniones, el sábado 16 de julio de 1927 en acción de gracias a la Virgen del Pino, la víspera de la fiesta concurrida y animada cumplió con las expectativas. El domingo fue solemne y rebosante de fieles que venían a «pedir y agradecer las aguas del cielo» a quien durante siglos lo había hecho: la Santísima Virgen del Pino.

La función a toda orquesta, protocolaria y ceremoniosa como solía hacerse todo en la Villa Mariana, tuvo un aditamento anecdótico que ya era un aviso de quien llegaría a dueño y señor de parroquia y pueblo unos meses más tarde. El panegírico fue realizado por el capellán del Hospital de San Martín, un joven de Tafira llamado Antonio Socorro Lantigua que destacaba como seductor orador y que pronunció una hermosa oración, teniendo al auditorio que llenaba la Basílica, tal como afirmara un cronista del día, «pendiente de sus labios en todo el tiempo que duró su elocuente discurso». Y tal como establecía el programa al final se cantó el Te Deum y luego la Salve que fue la señal para que desde el techo cayera una lluvia de estampas de la Virgen enrolladas en lazos, que sirviera como recordatorio de aquella inauguración de la fiesta votiva anual que pretendían ofrendar a la Virgen del Pino con carácter fijo desde entonces. La preceptiva y esperada feria dio final a aquel domingo festivo.

Pero habría que esperar otro año más hasta que en 1929, la extraordinaria solemnidad de la celebración de las Fiestas del Agua marcara un momento culminante de las mismas y significara paradójicamente también el inicio de su declive. Ese año comenzó en Teror con todos los parabienes que pudiera tener una villa agrícola de las medianías canarias. A fines del año anterior, el general Primo de Rivera, Dictador y presidente del Consejo de Ministros de España por entonces, había visitado el pueblo y de aquí había trasladado a las altas instancias políticas requerimientos e históricas peticiones de las islas.

Una de ellas, surgida desde el consistorio terorense y avalada por el párroco Socorro Lantigua, era la de que sus fiestas contaran con la representación del Rey (ya ostentada en 1914 por el subdelegado gubernamental Manuel Luengo Prieto, con motivo de la concesión del Patronato de la Virgen sobre la Diócesis de Canarias).

A instancias de Primo de Rivera, se estaba formando un expediente relacionado con ello por el coronel de Infantería Rafael de Castro Caubín, que se trasladaría al Consejo de ministros de 26 de julio de 1929; y éste, presidido por el Rey, aprobó lo solicitado por el alcalde de Teror «...en representación de todo el pueblo, ya que desde tiempos muy remotos había hecho un sinnúmero de milagros y había sido nombrada recientemente Patrona de la Diócesis de Canarias».

Además, el 12 de mayo de aquel mismo año, Mariano de Cáceres Martínez, el segundo Gobernador Civil que tenía nuestra provincia creada tan sólo dos años antes, la consagró a la Virgen del Pino, como luego repetirían otras veces alguno de sus sucesores.

Procesión de las fiestas con las dos imágenes acompañantes en la década de 1920. LP/DLP

Todo ello, hizo que las Fiestas del Agua celebradas en julio de 1929 revistieran de esa gran solemnidad. El sábado 20 de aquel mes y en «acción de gracias por la lluvia» caída el invierno y primavera, los terorenses y grancanarios que aquí llegaron pudieron contemplar a las cuatro de la tarde y por segunda vez, la Bajada de la Imagen por el sistema de rampa estrenado en las fiestas del Pino del año anterior. Posteriormente, salve e himnos cantados por el pueblo, y al toque de oración, Maitines, Laudes y sermón a cargo del claretiano don Heriberto Negrín, del Inmaculado Corazón de María y hermano del que años después sería presidente de la República.

El domingo, 21 de julio, amaneció espléndido y con el resonar de los fuegos y voladores de la noche anterior que animó aún más la Plaza del Pino, iluminada especialmente para el evento; y con el pertinente paseo que acompañaba todas las buenas celebraciones festivas.

A las 10 y media de la mañana se inició gran función en la Basílica, con asistencia del Obispo de la Diócesis Miguel Serra, del Gobernador civil de la Provincia y demás autoridades, y en la que predicó el terorense Miguel Suárez Miranda, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral Basílica de Canarias. Después, gran feria de ganado, adjudicándose varios premios a los mejores ejemplares que se presentaron. Y a la 1 de la tarde, procesión precedida de varias cruces parroquiales y de todos los niños de las escuelas de la jurisdicción acompañando a la Virgen del Pino, escoltada asimismo de varias bandas de música. El acto lo presidieron también el Gobernador, el Prelado y las autoridades locales con su alcalde José Hernández Jiménez. Nadie visto hasta entonces unas Fiestas del Agua como aquéllas.

De la Virgen a San Isidro

Las Hermandades surgirían tras el largo paréntesis de la república y la guerra civil, a partir de 1944. Tenían su origen en el desarrollo legislativo del Fuero del Trabajo y eran de obligada sindicación para la gente del campo. Precisamente por su relación con todo el mundo agrario fueron a partir de esta década las entidades organizadoras de las fiestas en honor a San Isidro en prácticamente toda España.

La de la Villa de Teror se constituyó el 30 de julio de 1944, en el Casino y presididos por Cesáreo Bento Díaz, delegado sindical provincial. Su estructura organizativa quedó casi invariable desde aquel año y en los siguientes: el palmarense Florencio Naranjo Lantigua fue nombrado su prohombre, término utilizado como reminiscencia de aquellos que en los antiguos gremios eran nombrados sus gobernantes «por su reconocidos probidad y conocimientos».

Y a partir de entonces fueron los miembros de la Hermandad, los encargados de la organización de estas fiestas por acuerdo del Ayuntamiento de la Villa, aunque dejando clara su intención: la acción de gracias de los labradores a su Patrona por la protección otorgada durante el año a sus cultivos, a la que anualmente ofrendaban las primicias de sus tierras que colocaban en una mesa ubicada para tal fin en el pórtico de la Basílica.

Poco después se instalarían en el edificio que les cobijó durante una década en el Paseo González Díaz junto al Cine de la Villa: la «Cooperativa del Campo»; aunque ya desde 1947 comenzaron a moverse para construir una nueva edificación que culminaría el 25 de julio de 1956, cuando entre otras obras y celebrando la onomástica del Patrono de España, el Gobernador Civil Honorato Martín Cobos acompañado de alcalde, concejales, y otras autoridades isleñas, inauguraron en la calle Calvo Sotelo, la Casa Sindical que albergaría desde entonces la Hermandad Sindical Mixta de Labradores y Ganaderos. Dos años más tarde, en el mismo edificio, se instalaría la primera Agencia de Extensión Agraria de la provincia.

Su decaimiento se produjo sobre los años 60, pero volvieron a resurgir en los 90 al recuperarse la carreta y el acompañamiento de las autoridades

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Pero sería un hecho ajeno totalmente a la Hermandad lo que variaría ya para siempre el sentido tradicional y secular de las Fiestas del Agua: la creación de la Romería del Pino. Quedaron tan impresionados los miembros de la directiva de la Hermandad por la vistosidad de la misma, por su entronque campesino que, aprovechando una visita a la península y a Roma por parte de Antonio Socorro, su presidente le encargó que les trajera una imagen de San Isidro para encabezar a partir de entonces las Fiestas.

La imagen fue pagada por don Florencio y bendecida por Monseñor Juan Alonso Vega delante del edificio ocupado posteriormente por la ferretería de la familia González, el 26 de julio de 1953. El carpintero Manuel Henríquez y su eterno ayudante en estos menesteres Prudencio Alfonso, prepararon la primera carreta de San Isidro y ahí comenzó el nuevo camino de estas fiestas y su desarraigo de voto a la Virgen del Pino, la intención primigenia que las había creado siglo y medio antes.

No fueron fiestas de gran vistosidad, pero sí de masiva participación de los agricultores y ganaderos que veían en ellas su momento de gloria. Estuvieron siempre aderezadas con solemnes sermones, encuentros de fútbol, conciertos, voladores, alguna que otra conferencia, la pequeña romería a la que se unía toda la chiquillería del pueblo y algún que otro acto, como el de la inauguración en 1956 de la lápida de mármol que cambió el nombre de La Alameda por el de Pío XII, o el del homenaje al futbolista Luis Molowny celebrado al año siguiente. O varios pregones como el pronunciado por Manuel Lantigua en 1957 o el del abogado Jaime Quintana Nicolau al año siguiente.

Aquello ya era demasiado: carreta, pregones, conciertos, asustaron al ayuntamiento y, sobre todo a Monseñor Socorro Lantigua, que retiraron el encargo de organizar las Fiestas del Agua a la Hermandad y las unieron a las del Pino, como un acto de rogativas previo a las mismas. Ello significo su progresivo e inevitable decaimiento a partir de la década de los 60. Florencio Naranjo se quejaba de esta intromisión político-religiosa años más tarde y reivindicó hasta su fallecimiento la vuelta a la Hermandad. Algo ya prácticamente imposible ya que las Cámaras de Extensión Agraria fueron asumiendo poco a poco sus funciones hasta dejarlas prácticamente en la nada.

Sería veinte años más tarde, cuando casi honoríficamente, se recuperó la carreta, el acompañamiento de autoridades, y ya en la década de los 90 su recuperación total, transformada en algo ya muy diferente a lo que fueron en sus inicios. Pero quedó San Isidro y toda la magnífica vitalidad de la que gozan estas fiestas en la actualidad.

En esa década se produciría progresivamente el afianzamiento de estas fiestas para convertirlas en lo que el pueblo ha venido a considerar con el paso del tiempo como el Pino Chico; el momento en que los habitantes de la Villa y pocos más podemos disfrutar de unas celebraciones festeras que en septiembre su carácter insular, casi regional, y la masiva afluencia de visitantes, lo impedían.

Feria de ganado. La Provincia

Por eso, a la fórmula tradicional usada por la Hermandad: pregón, víspera con fuegos, feria, algo de música, procesión de la carreta con San Isidro con algún que otro grupo folclórico acompañante más los miembros de la corporación y Ofrenda de acción de gracias a San Isidro a las puertas de la Basílica fueron uniéndose año tras año diversos actos, encaminados a ennoblecer una fiesta, por otro lado, de tan profunda tradición y enraizamiento en las esencias terorenses.

Durante esa década, las Fiestas del Agua se ampliaron y se enriquecieron con representaciones teatrales; música de cámara; la presentación del cartel anunciador de las Fiestas del Pino; actuaciones folclóricas; el Memorial Néstor Álamo; conciertos de la Banda de Música de Teror; el Festival Latino; Fiestas Cubanas; verbenas; catas de quesos artesanos; etc.

La traslación desde las Fiestas del Pino a las del Agua del Beñesmén dotó a las mismas de una serie de eventos singulares en toda la isla. Celebradas en el Pino desde el año 1991 a 1993, comenzaron al año siguiente en las del Agua y llenaron la Villa con temáticas inherentes a nuestras tradiciones y valores más esenciales del pueblo canario no desarrolladas hasta entonces con la profundidad que merecían. Los deportes autóctonos, la pelea de carneros; el salto del pastor, el levantamiento de piedra o el de arado o la oportunidad de ver in situ ejemplares de presa y podenco canarios, bardino o majorero, pastor garafiano, cochinos negros, pájaros canarios, gallos de pelea, palomos deportivos canarios, vacas, cabras y caballos de las islas hicieron singulares y únicas las noches del Agua en la Villa.

Las Fiestas del Agua tuvieron un último punto de desarrollo en el año 2000. La romería, la comida compartida y el baile de taifas que representaron a partir de aquel año a todos los barrios del municipio, terminaron por configurar una de las celebraciones festivas más peculiares de toda la isla.

Quede como cierre de estas líneas mi ruego de no dejar en el olvido el sustento, la raíz, la tradición que originó el que en la Villa Mariana de Teror se celebren fiestas en honor al líquido elemento y la razón histórica que las ocasionó: las Votivas a Nuestra Señora del Pino.

Porque, tal como afirma tajantemente el refrán algo tendrá el agua cuando la bendicen, y de eso saben mucho las gentes del campo cuyas vidas dependen de ella.

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