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Teror

Cuando en Teror se raya un millo

La villa acoge este viernes la emocionante

final del retomado Torneo de Envite El Pino

Dos equipos en pleno torneo de envite. | | VICENTE HERRERA

Este viernes tiene lugar la gran final del Torneo de Envite El Pino, retomado tras la pandemia, y que cumple su 21 edición en una villa que se ha hecho célebre por sus emocionantes encuentros. 

Gustavo Suárez Nuez, nacido en 1955 en La Fuentecilla, a las faldas del Pico, en el interior de la finca de Osorio, tenía doce o catorce años cuando se le estampó la primera postal de baraja.

En la obra El juego del envite, de la que es coautor junto con Gonzalo Ortega, rememora el momento, que tiene lugar tras la trasquilada de un rancho de cabezas de ganado y el conduto posterior de carne de oveja y mojo cochino, en una cocina ahumada «con paredes de barro y techo de caña».

Retirada la vajilla y la cacharrería de la mesa, y servidos unos piscos de ron, se sentaban ocho hombres, con un puño de millo en el centro. «Los chiquillos nos situábamos detrás de aquellos sombreros negros y aquellas boinas del mismo color».

Gustavo Suárez, mandando. | | VICENTE HERRERA

En la obra El juego del envite, de la que es coautor junto con Gonzalo Ortega, rememora el momento, que tiene lugar tras la trasquilada de un rancho de cabezas de ganado y el conduto posterior de carne de oveja y mojo cochino, en una cocina ahumada «con paredes de barro y techo de caña».

Retirada la vajilla y la cacharrería de la mesa, y servidos unos piscos de ron, se sentaban ocho hombres, con un puño de millo en el centro. «Los chiquillos nos situábamos detrás de aquellos sombreros negros y aquellas boinas del mismo color».

Repartido el juego, «los hombres de pronto silentes y concentrados comenzaban a hacer muecas para transmitirse las cartas que le habían tocado en suerte: levantaban las cejas, se mordían el labio, arrugaban la nariz, cambaban la boca, picaban un ojo, sacaban la lengua, encogían el hombro, enseñaban el dedo índice, movían a la vez dos dedos como les hubiera dado un temblique, cerrando los dos ojos o inflaban la boca», y del montón de millo «se rayaban un grano, a veces tres y alguna veces seis».

Para cuando hablaban se decían con fuerza ¡envío!, o suben dos, baja una, o el más enigmático, cierta carta, sin obviar el sin par «que se rayen un millo».

El propio Gustavo vino a sentarse en una mesa a hacer muecas a la sorrúa mucho tiempo después.

Vino siendo cuando su hermano José Vicente, del equipo Los Pinochos, lo cogió al lazo para suplantar a un jugador que le faltaba para echar una partida de envite. Ese fue su parto de naipes, en 1982, en un garaje sin encalar de un miembro de la asociación de vecinos del barrio de El Pino. Hoy, 40 años después, y sentado en el fresco de una huerta del casco de Teror relata que «ese fue el primer campeonato grande que se hizo», una forma de entretener pero también de sacar fondos, vía cantina, para sufragar las sedes de las propias asociaciones, en un momento crucial, en plena explosión del movimiento vecinal.

Es así como se suceden por los barrios los campeonatos, entre otras porque de cada encuentro salían 20 sacos de cemento para avanzar el local, o un buen equipo de música.

Gustavo, en los años 80, entra en la directiva de la asociación del barrio del Pino, y junto con su irremplazable amigo ya desaparecido, Manolo Verona, que la preside, organiza unos encuentros en los que comienzan a invitar a equipos de fuera, primero de Valleseco o San Lorenzo, hasta que con el buen andar de la perrita ya incluyen a personal de Arucas, Firgas, Santa Brígida o la capital, adquiriendo los certámenes de Teror gran fama y predicamento a partir de los 90, al punto que más de 40 casas comerciales han participado a lo largo de estas cuatro décadas esponsorizando unos encuentros que en aquella época llegó a repartir 80.000 pesetas en premios.

En esos años de finales de siglo, Gustavo Suárez organizaba con la compaña de José Manuel Guerra, de Valsendero, justas tanto en Teror como en Valleseco, donde a día de hoy aún se conserva un campeonato que lleva el nombre del marchante de ganado Juan Henríquez, señor que hasta los 93 años ofreció jugosas anécdotas jugando al envite. Sus torneos duran dos meses, ya que participan hasta veinte equipos de diferentes pueblos.

En la villa de Teror, tras el parón pandémico, se retoman en este 2022 sus dos grandes certámenes. El de las Fiestas del Agua, que lleva el nombre del mítico jugador de envite Moisés el de la Peña, y el que este viernes tiene su final en el Bar Paco del centro de la villa, el Torneo de Envite El Pino, que cumple ahora su 21 edición.

Suárez detalla que éste último es uno de los más importantes de la isla. «Porque, en primer lugar, representa a la Virgen, a la patrona de todos los grancanarios, y también porque lo sacamos a jugar a la calle; en la plaza de Sintes, en el Club de Mayores, en el Bar Iris, en el Bar Diego», para terminar este viernes en el de Paco. En el encuentro participan equipos de muchos puntos de la isla, y en momentos puntales ha llegado a inscribir a cuarenta formaciones, que están compuestas por cuatro jugadores y un suplente.

Desde el pasado 15 de julio, cuando iniciaron la partida los contendientes de los Viejos Pinochos y Cuesta Falcón, se han batido en duelo 28 equipos, procedentes de Arucas, Teror, Valleseco, Firgas, Moya, Santa Brígida, Las Palmas de Gran Canaria y Gáldar, y mañana se la juegan a la perica y la malilla los ocho últimos equipos finalistas a partir de las nueve de la noche.

Gustavo Suárez sentencia que el envite «es un juego de caballeros que se juega entre mentirosos, porque el fin último es que intentamos engañarnos», pero el apelativo de caballero, como género, va perdiendo peso por la irrupción de cada vez más mujeres.

De hecho, si se le pregunta por qué equipos hay que temer en la presente final destaca dos: El Pagador, de Moya, cuyo capitán es Lorenzo Benítez, también autor de la obra El Envite. Mucho más que un juego, en el que recoge el conocimiento de 40 experimentados jugadores de todas las islas; y el grupo Naysa Canteras, compuesto por cinco mujeres que, según Suárez, «son unas máquinas y que encima se explotan de la risa». Gustavo les tiene pánico. «Me ganaron en 2018 y quedaron campeonas del Pino. Cuando perdí, los demás me decían que las mujeres me habían cogido la nalgas».

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