Honorio Rodríguez, el último cestero de Teror, murió ayer a los 79 años de edad. Era vecino de Los Llanos.

En toda Gran Canaria, afirmaba él. De los antiguos cesteros de Teror, los Suárez de Las Rosadas, aprendió de pequeño. Y como tantas artesanías, los objetos que hacía pasaron de transportar verduras, el pan o el estiércol de las vacas a ser elementos de moderno diseño. Pero como en tantas artesanías también, el arrasador empuje de las mercancías baratas y mal hechas, hacía que sus precios, correctos, justos y adaptados a las muchas horas de trabajo que tienen detrás, espantarán a una parte de la clientela.

Y tenía hasta modelos de cestas; antes para cada uso que la población, sobre todo rural, les daba. Ahora, pequeñas obras de arte con que decorar y recordar.

No vivía de esto. Nadie puede vivir de la artesanía, por desgracia. Vivió de complementarla con otras cosas: desde agricultor a repartidor de agua de Teror. Hasta un grupo folclórico, Los Cesteros, se formó a partir de ellos.

Fue de los primeros artesanos terorenses, fieles a ir donde los organismos públicos hiciesen promociones, ya fuesen ferias o muestras. Aunque volviese casi con lo mismo que llevaba. Pero iba.

En entrevista que le hiciera hace un tiempo, Cristóbal Peñate, decía que en la isla no quedaba nadie “no hay más cesteros de mimbre como yo. También trabajo la caña, pero prefiero el mimbre porque es más suave para trabajar…hay que coger los mimbres y luego meterlos en agua en el estanque para que se vaya suavizando. Si los dejas quince días en el agua se quedan morositas y ceden; si no, estalla el mimbre. Yo los podo. Si me regalan la vara yo les doy un cesto grande a cambio. El proceso consiste en cultivar el mimbre, podarlo, recolectarlo, enjuagarlo unos días para que se suavice y esté listo para su manipulación, pelarlo y trabajarlo hasta convertirlo en la pieza deseada. Esto es el diablo, perdone por la palabra, pero es que me gusta, tengo mi rinconcito, estoy entretenido y, mientras, no estoy en los bares”

Todas las veces que hablé con él daba la misma queja. La queja que dan la mayoría de los artesanos. Es trabajo no pago; y los políticos o los que controlan los dineros no saben agradecer lo mucho que hacemos por nuestras tradiciones. 

Honorio Rodríguez en su sencillez, decía que el trabajo parecía fácil, pero era muy duro. Pero él continuó hasta que le llegó la enfermedad.

Honorio es otro de los terorenses con los que la Villa pierde un archivo de saberes. Cada vez que fallece una persona como Honorio Rodríguez es como si ardiera una biblioteca.

“Puedo hacer un cesto con los ojos cerrados”, decía. Y era verdad.

Velatorio e incineración

El duelo está instalado en el velatorio del Cementerio Municipal de Nuestra Señora de los Dolores. La incineración se realizará este miércoles después de la celebración de la palabra en la Capilla del Cementerio Municipal de Nuestra Señora de los Dolores, a las 14:30 horas

El funeral se oficiará mañana, jueves 18 de agosto en la Basílica del Pino (19.00 horas).

Su esposa es Juana Francisca Dávila Navarro y su hijos: Honorio, Sabina, Vicente, Aarón y Aythami Rodrīguez Dávila. Era hermano de José(fallecido), Álvaro(fallecido) y Aurelio Rodríguez García.