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Jinámar: una historia de exclusión

El Valle pertenecía al Conde de la Vega Grande, que lo vendió para invertir en el sector turístico

El Valle de Jinámar visto desde el yacimiento arqueológico Los Barros ANDRES CRUZ

Sin colegio, centro de salud, agua o luz. Los primeros habitantes del Valle de Jinámar accedieron a sus nuevos hogares en un barrio muerto, asolado y desconectado. Este año se cumplen 55 años de la formación del proyecto de Jinámar como nuevo espacio urbano, su creación estuvo llena de errores por parte de las administraciones públicas de la época, que convirtieron el lugar en una zona de exclusión.

La creación de un nuevo espacio urbano supone un plan integral en el que tener en cuenta muchos factores. En el caso de Jinámar la mayoría no se cumplieron, se construyó un gran número de viviendas sin tener en cuenta la movilidad de las personas y la cobertura de sus necesidades básicas. El sociólogo, Federico González, autor de la tesis doctoral, ‘Polígono de Jinámar. La isla interior. La producción de espacios socio urbanos y habitus educativos de exclusión (1967-1987)’, lo resume: "Se creó un estanque". No había colegio ni centro de salud, los habitantes tenían que desplazarse para cubrir sus necesidades pero el servicio de transporte público tampoco era una opción.

El Valle ha sido habitado desde el siglo V. Durante el período de construcción del Centro Comercial El Mirador descubrieron uno de los yacimientos más importantes de la Isla, con tres casas prehispánicas. Pero en su historia reciente el Valle de Jinámar fue propiedad del Conde de la Vega Grande hasta la década de los setenta y era una zona dedicada a la explotación agrícola, sobre todo destinada al cultivo del tomate. El Valle tenía un gran valor ecológico y natural. González lo describe como un "paraíso", en su costa se podía encontrar la especie vegetal protegida lotus kunkelii, un edificio volcánico y un frondoso palmeral. Todo ello, resguardado por la Casa de la Condesa y la Noria, esta última utilizada para extraer el agua del regadío. Sin embargo, el paraíso comenzó a desaparecer con la cada vez más notoria falta del agua.

La administración justificó la compra del terreno por la existencia de 7.500 personas en exclusión

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El 2 de noviembre de 1967 el director-gerente de la Gerencia de Urbanismo comunicaba el comienzo del encargo del proyecto para la delimitación y expropiación de la nueva zona residencial. Las negociaciones comenzaron en 1965 por parte del propietario del Instituto Nacional de la Vivienda pero la compra finalmente no fue realizada hasta dos años después, en plena expansión turística. González explica que "el Conde de la Vega Grande quería realizar su proyecto de Maspalomas Costa Canaria y necesitaba dinero, por esa razón vendió el Valle".

La administración pública de la época justificó la compra del terreno a través de un informe que desvela la existencia de 7.500 familias en exclusión en la capital grancanaria. También se incluyeron otras razones como el crecimiento que estaba experimentando la ciudad o el fácil acceso y transporte de los futuros habitantes del Valle al encontrarse cerca del aeropuerto y el puerto. El informe también destaca la cercanía con las plantas potabilizadoras de la Punta de Piedra Caballera que proveerían de forma inmediata de agua a los vecinos. Incluso se llega a añadir un proyecto de ampliación de la zona industrial de Telde para manufacturar productos a África, lo cual ofrecería puestos de trabajo a los nuevos habitantes.

La realidad no fue tan bonita como en el papel. "Los vecinos no tenían agua cuando llegaron, el transporte público no funcionaba y evidentemente nunca se realizó ningún proyecto para vender productos al mercado africano en el que pudieran trabajar los habitantes", desmiente González.

Los arquitectos del proyecto frente a un mapa de la zona. Adolfo Marrero

El sociólogo asegura que este fue el primer caso de expulsión y exclusión. La gentrificación es un proceso de desplazamiento de los habitantes originales de una zona de la ciudad por colectivos con un poder adquisitivo mayor. Este fenómeno es habitual y también se produce en la actualidad. Sin embargo, la exclusión producida en Jinámar tuvo como característica el asolamiento de su nueva población.

Las consecuencias son varias pero la más destacada es el fracaso escolar que se produjo. "A nivel educativo los jóvenes desplazados a Jinámar pasaron de un 60% de éxito educativo a un 16%", explica González. "Los jóvenes no querían seguir estudiando si no tenían un instituto al que asistir tras finalizar el colegio", pone como ejemplo el sociólogo. Añade que los adultos también sufrieron consecuencias: "La tasa de paro aumentó del 14% al 50%".

La población prevista era de 52.470 personas, distribuidas en 11.660 viviendas. Las primeras familias en llegar en la primera fase fueron 634 oriundos de Las Palmas de Gran Canaria, 417 de Telde y 65 familias evacuadas del Sáhara.

La firma de la compra de terrenos. LP / DLP

"A la hora de otorgar las viviendas tras la primera fase de adjudicación se reformó el baremo existente", explica González. "Con anterioridad, uno de los aspectos que más puntuaba era vivir en una infravivienda pero en el caso de Las Palmas de Gran Canaria era muy común que las personas vivieran en casas cuyo origen era una cueva", comenta. Por lo que cambiaron este requisito y puntuaron más a aquellas personas que llevaban esperando más tiempo por una vivienda y a la población infantojuvenil, "incluso se aumentó la edad de los 14 a los 18 años", recalca.

La consecuencia fue la creación de un espacio con una gran bolsa de personas dependientes. La mayoría de habitantes eran personas mayores que habían esperado durante años una casa y la población infantojuvenil en un espacio sin centro de salud ni colegio. "Ellos pensaban que estaban cumpliendo un gran logro al proteger a aquella población que llevaba más tiempo esperando por una vivienda social y a los niños y jóvenes pero no había suficiente población activa", comenta el sociólogo. González, en su tesis, crea un perfil de los primeros adjudicatarios de las viviendas que corresponde con el cambio de baremo. Eran personas perteneciente a la clase obrera de alrededor de 42 años, con una media de 3 hijos o en adelante y que anteriormente vivían en casas con seis personas o más.

En la imagen de archivo, bloques de la Fase I en construcción en el año 1976. LP / DLP

La lucha vecinal

Blas García Rodríguez fue presidente de la asociación de vecinos El Corredera y fue uno de los primeros en recibir una vivienda en Jinámar. Se mudó en 1980 a los 23 años con su mujer y su hija. Rememora todas las dificultades que vivieron al mudarse al nuevo barrio. "Tuvimos que luchar mucho para conseguir que las necesidades más básicas fueran cubiertas porque las administraciones renegaba de Jinámar para no hacerse cargo de todos los problemas que habían", comenta. "Lo pasamos mal pero la necesidad era tan grande en aquella época que no quedaba otro remedio, así que decidimos luchar", explica.

"Conseguíamos el agua a través de cubas que traíamos nosotros mismos, vigilábamos los coches por la noche porque no había luz en las calles, la compra la hacíamos a través de vendedores que se desplazaban en su coche", comenta García que aclara que Jinámar ha conseguido lo básico pero "aún queda mucho por hacer".

Nuevos vecinos muestran su júbilo por la entrega de llaves de sus casas en el barrio, en 1986.

Nuevos vecinos muestran su júbilo por la entrega de llaves de sus casas en el barrio, en 1986. LP / DLP

En la actualidad se ha puesto en marcha el Plan Integral del Valle de Jinámar, un proyecto que pretende mejorar la calidad de vida de la zona con un presupuesto de 83 millones de euros cofinanciado por el Ayuntamiento de Telde, el Cabildo de Gran Canaria, el Gobierno de España y la Unión Europea. El Plan propone proyectos de rehabilitación de viviendas y equipamientos públicos, la cohesión comunitaria y convivencial, la mejora de la seguridad, la apertura y acondicionamiento de centros sociales hasta el desarrollo de programas formativos y de inserción laboral.

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