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Teror | Fiestas de la Patrona 2022

Teror sube la bandera de la gran fiesta grancanaria

El pueblo vivió ayer el emotivo acto que marca el inicio del programa religioso de

la Virgen del Pino | La cita es el primer enyesque de los encuentros por venir

Los papagüevos, en el centro de la plaza del Pino, ayer, rodeados del numeroso público que asistió a la Subida de la Bandera. | | LP/DLP LA PROVINCIA

Se ponen a macerar dos papagüevos con unas pocas gotas gordas de lluvia. En los bordes se colocan otras dos cajas de turrones, una de La Moyera, y otra la del inolvidable Elías. En lo alto de la Torre Amarilla, con su fuste de siete octógonos y de 314 años de antigüedad, se organiza una cuadrilla para darle al badajo del campanario de la basílica, mientras que a ras de suelo, Banda Isleña prepara el instrumental.

Con todo bien mixturado al baño María del propio bochorno de la onda africana y su pejiguera, se tira un volador en la misma raya del mediodía. Y cuando el volador jala del señor que iza la bandera elevando el paño de la Patrona hasta la punta del asta se desata El Pino, en un enrale mañanero que augura fiesta en Teror, y por extensión en la isla toda, hasta ya casi finales de mes.

De nombre oficial Subida de la Bandera, el acto materializa el inicio oficial del programa religioso de la fiesta madre, una cita que con los años se ha convertido para los terorenses un poco en el zaguán de los reencuentros que se sucederán en los próximos días, una suerte de ligero enyesque de lo que está por venir, pero que ayer, a cuenta de que «desde hace dos años no nos vemos el jocico», como exclamaban dos amigas separadas por pandemias, confinamientos, volcanes, invasiones, inflaciones y subidas de la luz, pues se hizo especialmente emotivo en que según que partes del aforo.

Guitarras y parrandas

El campaneo, acompañado de más voladores y el cancionero más verbenero del repertorio de la tierra, dura una media hora, en la que media decena de valientes van turnándose para seguir un misterioso ‘pentagrama’ en el que entran en vibración las campanas esquilón, fundida por Campanas Quintana en 2021; mediana, obra de Juan María Acosta y que data de 1829; y grande, firmada por el catalán Josep Calbetó en 1855, y que merece el apelativo, con su más de media tonelada de peso.

Las tres, en su peculiar morse, desgranaban de alguna forma la cadena de rosarios, misas, procesiones y liturgias inherentes a la celebración de la Virgen del Pino a lo largo de las próximas semanas, «en unas fiestas patronales y diocesanas tan entrañables», como escribe el párroco, Jorge Martín de La Coba, «donde se unen devoción y emoción religiosa, fervor y fe, canariedad, tradición, alegría interior y exterior: canciones, timples, guitarras y parrandas.»

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