Desde la ciudad arzobispal

Luis Doreste Silva, el fiel escudero

Luis Doreste Silva

Luis Doreste Silva

Antonio González Padrón

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en el seno de una familia acomodada perteneciente a la alta burguesía insular, el 12 de julio de 1882. Desde muy niño recibió una esmeradísima educación, tanto de sus padres y entorno social como en las aulas del prestigioso colegio San Agustín, en donde ingresa con apenas once años, en 1883. En este centro escolar contará con un elenco de profesores de gran altura académica, lo que haría relativamente fácil que el joven Luis adquiriera un excelente nivel intelectual. Tanto en las asignaturas de letras como en las de ciencias destaca sobre el resto de sus compañeros. Su primera vocación fue la medicina, lo que le hace trasladarse a Salamanca para estudiar allí dicha carrera universitaria, que continuará hasta licenciarse en Madrid. Al mismo tiempo que asistía con asiduidad a todas y cada una de las clases, también lo hacía a encuentros y tertulias literarias, ya que desde muy joven dedicaba parte de su talento a escribir, derivando esta faceta creativa hacia el periodismo y la poesía. Como poeta militó en el Modernismo, junto a Tomás Morales y otros canarios de entonces, teniendo gran facilidad para la composición de bellísimos poemas.

A partir de 1901, es cuando inicia su trayectoria periodística publicando, en la capital grancanaria, en los diarios La Mañana y Ecos; mientras también lo haría en Madrid, en los rotativos El Globo, El Imparcial, la Revista España y La Lectura.

Su relación con Alonso Quesada, Agustín Millares Carlo, Ignacia de Lara Henríquez, hacen de él un defensor a ultranza de la canariedad, tanto dentro como fuera del Archipiélago.

En un momento determinado, don Luis se traslada a Paris para trabajar como secretario particular de don Fernando León y Castillo (a la sazón Embajador del Reino de España en aquella capital), momento en el que comienza a colaborar en las revistas Nouvellle Revue y L’Amèrique Latine. Un tiempo más tarde y durante años les dio forma definitiva a las memorias de don Fernando, que aunque escritas por éste, necesitaban de cierta composición expositiva. Éstas fueron publicadas tras la muerte de aquel bajo el título de Mis Tiempos con prólogo del por entonces Conde de Romanones y dedicadas, como no podía ser de otra manera, a la Reina doña María Cristina de Augsburgo y Lorena.

Vinculado a Telde, ciudad en la que tenía orígenes familiares, la visitó en numerosas ocasiones, llegando a pasar alguna que otra larga temporada en nuestra costa. Allí departió gratamente con los poetas de la Escuela Lírica de Telde, especialmente con el noble Montiano Placeres Torón (1885-1938), con quien le unía una antigua y muy sincera amistad.

Al ser albacea testamentario del I Marqués del Muni, convenció a su viuda e hijo para que donaran a Gran Canaria todo lo que hoy conforma el rico legado patrimonial de su Casa-Museo (inaugurada por el Cabildo de Gran Canaria en 1954), por lo que podríamos calificarlo de Alma Pater de dicha institución, a la que dedicó empeño y tiempo, hasta convertirla en una realidad palpable.

Aunque su ciudad natal lo nombró Hijo Predilecto y Cronista Oficial, los teldenses quisimos hacerlo nuestro, así que el Consistorio de nuestra ciudad arzobispal lo nombró Hijo Adoptivo y le dedicó una de las principales calles del sector de El Quinto, aledaño a la Zona Fundacional de San Juan.

El fiel escudero de don Fernando, como le gustaba autotitularse, dejó una extensa obra periodística y poética, que espera ser contenida en algún libro para gloria de nuestras Letras y deleite de cientos, miles de lectores, que hoy lo buscan con ahínco, entre las paredes de la Biblioteca de la Sociedad Científica El Museo Canario y otras de todo el Archipiélago. Tras su muerte, ocurrida el 8 de mayo de 1971, parece como si un tupido velo cubriera su memoria. El Cabildo de Gran Canaria y los Ayuntamientos de Las Palmas de Gran Canaria y Telde, jamás podrán pagar la deuda contraída con don Luis Doreste Silva. No estaría de más que la ciudad de Telde le recordara colocando un busto de él, no muy lejos de su querido don Fernando.