Artenara.

«¡Adiós, muchachote…!»

Jerónimo Saavedra celebró en julio su 87 cumpleaños en las Montañas Sagradas de Gran Canaria invitado por los cronistas oficiales de los municipios Tejeda y Artenara

«¡Adiós, muchachote…!»

«¡Adiós, muchachote…!» / José A. Luján

José A. Luján

José A. Luján

Había entrado el verano y el calendario se dirigía raudo hacia el 3 de julio, cumpleaños de Jerónimo Saavedra. Pocos días antes, habíamos iniciado el periplo de la presentación de su libro Diez Paseos por Triana que tendría varios puertos de recalada en centros culturales de Las Palmas de Gran Canaria, La Laguna, Santa Cruz de La Palma y Plaza de Santo Domingo en Vegueta. Los amigos de la cumbre grancanaria, capitaneados por Fina Suárez, cronista de Tejeda y el cronista de Artenara, tuvieron la iniciativa de que su ochenta y siete cumpleaños lo podría celebrar en Las Montañas Sagradas de Gran Canaria, propuesta que Jerónimo aceptó con bastante agrado.

Fue el sábado 1 de julio y allá nos fuimos aquel grupo de amigos que queríamos agasajar a Saavedra en aquellas alturas de la Isla. El día estaba luminoso y se mostraba la geología del paisaje, con los roques que constituyen el santuario de la canariedad. Las hendiduras de las rocas mostraban el alma volcánica de catorce millones de años y el Teide rutilante en la lejanía. Tras subir por la endiablada carretera, el escultor Manolo González hizo escala en la casa del cronista donde, junto al alcalde, Jesús Díaz, esperaban algunos vecinos del pueblo. Allí, entre sorbos de café, bizcochos de Moya, bollos de Teror y otras viandas mañaneras, se armó una tertulia que giró en torno a la economía y supervivencia de los pueblos pequeños, carentes de recursos propios, con una población envejecida y una demografía en continuo descenso.

Se formulan diversas propuestas en las que destacan las aportaciones de Jerónimo y su conocimiento de varias zonas del país donde el fenómeno se conoce como la «España vaciada». Este hecho objetivo está delante de nuestros ojos en los municipios de Tejeda y de Artenara que, por otro lado, acaban de alcanzar la Declaración como Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Tras dar por concluida la tertulia, los asistentes visitan la casa cueva del cronista y observan la muestra de tosca que, a modo de pieza plástica, queda como testimonio del lugar en el que se abre la vivienda y que por su forma y contenido geológico se podría atribuir a un cuadro de Kandinsky. En el patio de la vivienda, Jerónimo Saavedra y el alcalde Jesús Díaz proceden a descubrir un busto realizado en bronce por el artista polifacético Teo Mesa. A pesar de ser un ámbito privado, el hecho se considera como un acto de amistad.

Seguidamente, el grupo de amigos acompaña al cumpleañero a la visita al centro réplica del yacimiento arqueoastronómico Risco Caído ubicado en el mismo casco del pueblo. Al finalizar la visita y haber escuchado las explicaciones oportunas sobre el ámbito de las Montañas Sagradas, la comitiva visita las Casas Consistoriales donde son recibidos por el alcalde, Jesús Díaz, quien expresa unas palabras de bienvenida, agradeciendo a Jerónimo que haya escogido este ámbito de cumbres para celebrar su ochenta y siete cumpleaños, a la vez que le entrega un cuenco de barro elaborado en el centro de alfarería de Lugarejos por la artesana Mary León. La cronista de Tejeda, Serafina Suárez, ofrece una bella semblanza del ilustre visitante, a la vez que muestra el libro Triana ruta de la memoria. Diez paseos con Jerónimo Saavedra, escrito por el cronista de la localidad. Tras la firma en el Libro de Honor, se culmina con un almuerzo en el restaurante Arte Gaia, regentado por Juanate Gil y ubicado en la Alameda municipal. Son muchas las personas, transeúntes de fin de semana, que al conocer que Saavedra se encuentra en aquel lugar, se acercan a expresarle la felicitación por su aniversario.

Escribir un libro sobre Saavedra, el tercero de la colección Triana ruta de la memoria, (precedido por las confesiones del profesor Antonio de Bèthencourt y por las del artista Pepe Dámaso), es una responsabilidad ética y moral, que trasciende el ámbito de un pueblo y de una isla. Con una mentalidad «pancanaria», el cronista, con nombramiento muy posterior al conocimiento del personaje, está poniendo en valor su formación académica en un ámbito que ha definido a muchos personajes que configuran la historia de Canarias.

La Laguna es el patio donde confluyen jóvenes de todas las islas, por donde corre el conocimiento de las materias científicas y por donde transita la libertad de las ideologías que configuran una colectividad. Por ello, la ciudad universitaria se convierte en la máxima cota a la que aspiran los muchachos estudiosos con capacidad para armar la superestructura que hace caminar a los pueblos y ponerlos al nivel del lenguaje que se maneja en otros ámbitos estatales y europeos. Con la universidad, Canarias supera la etapa del Antiguo Régimen y de la Restauración, jugando la carta de la Ilustración de la modernidad. El cronista ve pasar a su lado a personajes preclaros a los que quiere fijar no solo para el momento presente sino sobre todo para un futuro indeterminado que toma carta de naturaleza en las páginas de un libro. Así fijamos el compromiso con Jerónimo Saavedra.

La Laguna universitaria es un indiscutible referente de vitalidad que ofrece múltiples iconos que son puestos en valor por la pléyade de jóvenes que empiezan a conocer las cualidades del vino abocado que se trasiega en el bar de La Artillería. El icono del Paseo Largo, donde se ensaya la dialéctica de los amores compartidos; los trajes romeriegos y coloristas del día de San Benito Abad que se adueñan de la calle La Carrera; las papas fritas con salsa de carne en el «Dos y uno», o las garbanzas en «Casa Hortensia», en Tegueste, donde la madrugada incita a lanzar al viento alegres estrofas que saltan de isla en isla.

Y en los pasillos de la universidad, frente al bar de Don Salvador, los largos carteles que ocupan todo el pasillo para reforzar la reivindicación de los guagüeros, con incitación a una concentración en el parque García Sanabria, en Santa Cruz, tras haber llegado por los arcenes de la carretera de La Cuesta y azuzados por las porras de «los grises» que con diligencia bajan de sus «lecheras».

Entre memorias y recuerdos que se entrelazan en el cumpleaños de nuestro insigne amigo, transcurre la jornada y regresamos al centro de Vegueta, en el lateral de su casa que da a la Plaza de Santo Domingo. Tras un día rico en vivencias inéditas, Jerónimo, espontáneo, con aires de canariedad en su expresión, nos dice ¡¡¡Adiós, muchachote…!!! Las campanas de Santo Domingo se alzan al vuelo para la misa de las siete, y Jerónimo cruza el umbral de su casa, con la pupila llena de una isla que ofrece las perspectivas de la mirada alta y larga.

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