Honores y distinciones del Cabildo | Premio Roque Nublo en el ámbito

Andrés Megías: «2022 fue el ejercicio más complicado de La Isleña, pero salimos con humor»

El presidente de La Isleña, Andrés Megías (Las Palmas de Gran Canarias, 1945), ha sido distinguido por el Cabildo de Gran Canaria con el premio Roque Nublo en el ámbito económico

Tomó las riendas de la empresa en 1986, pero asegura que el ejercicio «más complicado» de su historia como directivo no llegó hasta 2022, cuando se dispararon los costes de producción. «Salimos con voluntad, paciencia y humor», recalca

Andrés Megías esta semana en su residencia de la capital grancanaria.

Andrés Megías esta semana en su residencia de la capital grancanaria. / Juan Carlos Castro

¿Qué supone para usted y para su empresa recibir el premio Roque Nublo en el ámbito económico del Cabildo?

Es una satisfacción enorme. Es un premio a la labor que hemos hecho no porque quisiéramos conseguirlo, sino porque era lo que teníamos que hacer. Lo hemos hecho mejor o peor, y que el Cabildo de Gran Canaria reconozca todo ese esfuerzo, pues es de agradecer.

¿A quién se lo dedica?

Se lo dedicaría a la gente que trabaja conmigo. Y dentro de mí, a amigos que se han ido recientemente, a dos amigos importantes para mí: Jerónimo Saavedra (expresidente del Gobierno de Canarias) y Guillermo García-Alcalde (compositor y periodista).

Usted es la cuarta generación de...

Más o menos. Yo sería la quinta porque entre mi hermano mayor, que ocupó este mismo cargo, y yo hay diez años de diferencia. Llevo ya mucho al pie del cañón porque él murió joven, pero entre nosotros hay casi medio salto generacional. Mi padre también estuvo muy poco tiempo al frente de la empresa.

Entonces, podríamos decir cuarta generación y media.

Exacto (risas).

Después de cuatro generaciones y media de Megías a la cabeza de La Isleña, ¿cuál es el secreto para mantener una empresa a flote tantos años?

Fuerza de voluntad y entender que cuando se hereda una empresa, que vamos a llamar, sin mayores pretensiones, histórica, se adquiere la obligación de mantenerla. Ha sido una cosa natural, un esfuerzo enorme que hemos tenido bastante claro todas las generaciones. Las cuatro y media. Y esa responsabilidad de preservar el legado también la veo en mis sobrinos.

Entiendo que hay relevo en el negocio.

Sí, aunque siempre he sido partidario de que las empresas familiares las lleve un gerente externo. Evita muchísimos problemas, y permite que se escuchen todas las voces. En cuestión de ambiciones, creo que es lo más alto.

Actualmente, ¿La Isleña funciona de esa manera?

Sí, tiene un director.

En un principio, no se imaginaba de presidente.

Claro que no, tenía un hermano muy brillante y muy simpático que ocupaba el puesto. El pobre murió muy pronto y me cayó. Yo ya estaba aquí, en la empresa, pero en un carguito de poca monta (risas).

Si pudiera volver atrás, ¿elegiría el mismo camino?

Sí, por supuesto. No cambiaría mi vida por nada en el mundo.

Al igual que el liderazgo de su empresa, el consumo de sus productos ha pasado de abuelos a nietos. ¿Nota que los canarios valoran la marca?

Afortunadamente es así. Nuestros productos son conocidos, valorados, y sobre todo comidos. Al final eso es lo más difícil, que sean comidos, porque para eso se deben cubrir las distintas necesidades que van surgiendo a lo largo de los años. Aparte, el mercado va cambiando y la empresa adaptarse a cada situación.

¿Cuál ha sido el último salto de adaptabilidad de la firma?

Los productos naturales, los llamados bio. Todo lo que implica salud en la alimentación. Eso sí, sin dejar lo tradicional.

De alguna manera, dar saltos hacia adelante, pero manteniendo la esencia.

Por supuesto.

En los últimos años, ¿cómo ha afectado a La Isleña el encarecimiento de los costes de producción?

Por ejemplo, el ejercicio de 2022, fue un año enormemente difícil. Se dispararon las materias primas de una forma incontrolada, tanto el trigo como el azúcar para el chocolate. Los fletes, hubo que hacer actualizaciones salariales... En fin, todo. Fue, para mí, el año más complicado de la historia, de mi historia con la empresa, pero salimos con voluntad, paciencia y humor

¿Es importante el humor para dirigir una empresa?

Muchísimo, y transmitirlo a las personas que trabajan contigo, también.

Después de ese bache de 2022, ¿puede decir que el negocio está funcionando bien?

Sí, puedo decirlo con absoluta certeza.

¿Cuántos empleados tiene y cuál es su volumen de negocio?

Entre Gran Canaria y la fábrica de Candelaria, 46 trabajadores. El volumen de negocio es de 10 millones de euros anuales.

¿Y en ascenso?

Los negocios ascienden por cifras brutas, porque suben los precios, una subida desafortunada; o por lo importante, vender kilos; y sí, en lo segundo hemos tenido una mejora correcta.

¿Invierten en sostenibilidad?

La fábrica de Arucas es moderna, con una parte antigua que es de finales del siglo XVIII y principios del XIX, y un jardín, un pulmón verde, del que hemos tenido que sacrificar parte para meter energía fotovoltaica. Queremos ser todo lo autosuficientes que se pueda.

¿Estudian introducir inteligencia artificial en el proceso de producción?

No estudio la inteligencia artificial. Ni siquiera me conozco bien a mí mismo. Todo avance me parece bien, pero yo ya estoy en otra liga. No es algo que haya pensado implementar.

La Isleña es conocida en Canarias, pero ¿y fuera del Archipiélago?

El chocolate, desafortunadamente, no. Somos una fábrica pequeña, con un punto artesanal, digamos, buscado, así que tenemos muchísimas complicaciones para exportar. Nunca se va a vincular a las Islas Canarias con el chocolate. No es un tándem que funcione. Este producto para nosotros es como el hijo más pequeño, al que mimas y quieres más.

Es una empresa hecha por y para los canarios.

Una empresa canaria que hace salidas a África, a la zona de Mauritania, Guinea Ecuatorial y Cabo Verde. Eso en lo que se refiere a pasta, porque el chocolate, por nuestra situación geográfica, con el calor, es difícil de manipular. También hemos intentado exportar a Senegal, incluso hubo un intento de abrir empresas mixtas en Ghana. Casi ningún experimento de este tipo ha resultado efectivo.

En el presente, ¿cuál es el mayor reto de la empresa?

El mayor reto siempre es que continúe. En cada comienzo de año, no se puede decir: bueno, este ha salido bien, ya no me preocupo. Al contrario, hay que preocuparse el doble. Ojo, no es estar asustado, es estar preocupado.

¿Y en futuro?

Mi futuro ya está muy contado. Siempre le copio la frase a Juan Cruz: A mí se me ha engrasado el futuro. Esos retos serán para los que vengan detrás de mí, que lo harán bien, lo llevan en el ADN. 

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