San Bartolomé de Tirajana

La familia del hotel Tamarindos se reúne por su 50 aniversario

Más de 90 empleados y exempleados del emblemático establecimiento de San Agustín organizan un almuerzo de confraternización.

Las muros del Tamarindos guardan miles de vivencias de los trabajadores y atesoran una larga lista de celebridades que han pasado por el hotel en sus casi 50 años de historia. La magua por aquellos «años dorados» hace que parte de los empleados vuelva a encontrarse para celebrar una comida.

Manolo González tenía 24 años cuando Horesa, la empresa para la que trabajaba en Las Palmas de Gran Canaria en el departamento de servicio técnico de varios hoteles, lo mandó para San Agustín como jefe de mantenimiento del que sería el hotel Tamarindos -hoy rebautizado como Paradisus Gran Canaria-. Era 1972 y al llegar al sur se encontró con una parcela de 25.000 metros cuadrados totalmente vacía, pero donde se iba a edificar un hotel de cinco estrellas lujo con 246 habitaciones dobles, 31 suites y 43 habitaciones individuales cuya inversión superaba los 1.000 millones de pesetas, según reflejan las crónicas periodísticas de la época.

Durante dos años su trabajo consistió en representar a la propiedad en el control de las obras, hasta que el complejo abrió al público en noviembre de 1974. Por entonces alcanzó los 350 empleados pero en 50 años han pasado por allí miles de empleados. Ahora, cerca de un centenar de trabajadores y extrabajadores se reúnen este para celebrar en el Burro Safari Las Tirajanas una comida de confraternización, un reencuentro que ensalza al emblemático Tamarindos en su cincuenta aniversario.

Fotografía de un grupo de trabajadoras del establecimiento.

Fotografía de un grupo de trabajadoras del establecimiento. / Cedida por los trabajadores.

Vinculado al hotel durante 40 años hasta que se jubiló en 2012, Manolo explica que la obra del hotel «fue rápida porque solo se hizo de construcción la primera planta, pero de la segunda a la última se levantó con una estructura metálica y luego se adosaron los tabiques». El día de la apertura, que se celebró la boda de un familiar de uno de los socios inversores, fue un día de importante ajetreo y de mucha tensión. «Debía estar pendiente del equipo técnico de 12 personas y cuidar hasta el más mínimo detalle en el alumbrado y el sonido», recuerda el extrabajador, «todo salió bien, porque el hotel se abrió con buenos profesionales en todos los departamentos».

Como curiosidad, Manolo rememora que debido a la potencia que consumía el hotel y como Unelco aún no había llegado a la zona, Horesa instaló tres grupos electrógenos de 500 caballos cada uno para tener autonomía eléctrica, hasta que ocho meses después pudo engancharse a la red. Con los distintos cambios de propiedad se fueron introduciendo mejoras técnicas y Manolo llegó a dirigir a un equipo de 20 técnicos. «El hotel ha sido mi vida, una vida que echo de menos, siempre digo que entré soltero y salí abuelo», rememora.

El hotel abrió en el mes de noviembre del año 1974 como el primer complejo de lujo en la zona de San Agustín

Un mes después de la apertura, en diciembre de 1974, el hotel incorporó a la plantilla a un joven Guillermo Guedes que con 17 años trabajaba en el restaurante La Rotonda pero un cartel que anunciaba la búsqueda de personal lo animó a pedir trabajo en el Tamarindos, donde permaneció 44 años hasta que se jubiló en 2018. Comenzó como camarero en el restaurante, pero rápidamente fue cambiando de áreas y categorías hasta que en los últimos 10 años de su vida laboral ocupó el puesto de jefe de bares y restaurantes. «Disfruté de todo lo habido y por haber dentro de la hostelería», señala. Para él era un trabajo «muy ameno» y se relacionaba con un perfil de cliente «muy educado y de poder adquisitivo con el que teníamos un trato muy respetuoso, con discreción y tacto».

Guillermo reconoce que por aquella época muchos trabajadores andaban«escasos» de idiomas, pero su empeño por mejorar lo llevó a apuntarse a la escuela de idiomas. «De oírlo repetitivamente se te iba quedando», relata, «incluso los turistas, como veían que yo tenía inquietudes por aprender, me ayudaban con la pronunciación». Ahora, habla inglés y alemán a la perfección. Para este trabajador, el Tamarindos fue una segunda casa donde «me hice como persona y como profesional, estoy muy orgulloso de haber trabajado para esa empresa y de haber conocido a la gente a la que conocí y de la que aprendí. Aunque luego la situación se dio la vuelta y era yo quien enseñaba a otros». Ya jubilado, Guillermo no se ha desvinculado de la hostelería porque preside la Asociación de Barman Aborigen Canarias, colectivo que desarrolla actividades como concursos de coctelería.

Varios camareros junto al actor David Hasselhoff.

Varios camareros junto al actor David Hasselhoff. / Cedida por los trabajadores

Los trabajadores coinciden en describir los primeros años del hotel como una «época dorada» de la que disfrutaron un jeque árabe que se desplazaba en helicóptero desde su hospedaje en Monte León a San Agustín, el rey Huséin I de Jordania, el que fuera presidente argentino Carlos Menem, Laura Valenzuela, Chuck Norris, Antonio Ferrandis, Manolo Escobar, El Fary, Lola Flores, Rocío Dúrcal o David Hasselhoff, entre otras personalidades que durante años se alojaron en este establecimiento y que recurrieron a trabajadoras como Lucía Ceballos, quien durante años fuera una de las telefonistas que ponían en contacto a los clientes con los destinatarios de sus llamadas.

Una llamada, 300 pesetas

Llegó al hotel en septiembre de 1976 con 16 años para ocupar uno de los puestos de telefonista en una sala que ya había dejado atrás las clavijas y era de teclados. «Había teléfonos en las habitaciones, pero no había línea con la calle, por lo que todos los turistas tenían que pasar por nosotros», recuerda, «nos daban el número, marcábamos y les contactábamos». Se desenvolvió tan rápido que a la semana de estar trabajando la dejaron fija. «Solo sabía lo básico de inglés para copiar el número o preguntarles si era a cobro revertido, lo esencial para mi puesto». Al principio cobraba unas 7.000 pesetas pero pocos años después alcanzó las 12.000 pesetas mensuales. «A veces cobraba más con propinas que con el sueldo porque una llamada a Inglaterra costaba 300 pesetas los tres primeros minutos, pero a veces el turista solo hablaba un minuto y encima me pagaba mil pesetas», recuerda la telefonista.

El establecimiento fue testigo de la firma del primer convenio de hostelería de Las Palmas en 1978

Tres años después intentó cambiar de departamento y acceder a las oficinas para no quedarse siempre en el teléfono, pero su petición fue atendida 11 años después, cuando le dieron la oportunidad de bajar como administrativa a las oficinas del casino. «No sabía nada, pero le eché horas y aprendí», señala, tantas horas que en poco tiempo ascendió a jefa de personal del casino. Después, años después de que abriese en 1987 la Sala Scala, el hotel decidió unir ambas administraciones y Lucía asumió todo ese personal.En sus mejores tiempos llegó a dirigir un equipo de 216 personas. Con el traslado en 2013 del casino al hotel Buenos Aires de Playa del Inglés, Lucía trasladó su puesto de trabajo hasta que se jubiló parcialmente en 2020.

Lucha sindical

La cocina del hotel era un espacio clave para el servicio a los turistas y hasta ella, con 15 años, llegó Jesús Villullas en 1974, aunque luego se marchó y regresó un tiempo después. Entró como ayudante de cocina, disminuyendo la categoría de cocinero que tenía en un trabajo anterior, «porque quería aprender». Y tanto que aprendió porque le «echaba más horas que un reloj, de nueve de la mañana a once de la noche». «Eran los años dorados de la hostelería con un servicio inglés siempre exquisito», recuerda el extrabajador, que por entonces cobraba unas 7.000 pesetas, «en cocina nos guiábamos por la Guía del Gastrónomo y los platos se basaban en las recetas francesas e inglesas, pero también había comida española».

Jesús estuvo en el Tamarindos 46 años y en sus inicios, al igual que muchos compañeros, vivía en los apartamentos Alhambra que la empresa ponía a disposición de los trabajadores. Se jubiló siendo jefe de partida. «En lo personal estoy muy agradecido de haber trabajado en ese hotel y profesionalmente me curtió mucho», relata.

Ya jubilado, Jesús se enorgullece sobre todo de su faceta sindical. Formó parte del comité de empresa desde 1979 hasta que se retiró en 2022. Recuerda especialmente la firma, en el Tamarindos, del primer convenio de Hostelería de Las Palmas en 1978. «A las puertas del hotel se concentraron trabajadores de todo Playa del Inglés», destaca, «éramos pioneros en muchas cosas y eso hacía que muchos hoteles se fijaran en nosotros para hacerlo igual». En la década de los 80, parte de los trabajadores participaron en varias huelgas contra la reforma de las pensiones y la reforma laboral. El comité consiguió en 1999 que no entrasen en el hotel trabajadores de empresas de trabajo temporal.

La telefonista Lucía Ceballos en su puesto en una imagen en 1977.

La telefonista Lucía Ceballos en su puesto en una imagen en 1977. / Cedida por Lucía Ceballos

En esa lucha sindical también estaba Isidro Artiles. «Hice muchos amigos, pero también me costó muchos enemigos», recuerda. Empezó a trabajar con Horesa como botones y luego como administrativo en hoteles de la capital, y en 1974 se marchó al Tamarindos. «Vivir la inauguración por dentro fue emocionante, todo tenía que estar bien preparado, cocina, restaurante, servicio de habitaciones y economato; tal fue el éxito que cuando llegó la Navidad el hotel ya estaba completo». Como oficial administrativo, Isidro se encargaba del inventario de todos los departamentos, algo «muy complicado», un puesto que ocupó hasta que en 1980 fue nombrado jefe del economato hasta que abandonó el hotel en 2007. «Trabajar allí fue lo mejor que me ha pasado en la vida tanto a nivel profesional como de compañeros; me marché con mucha pena porque se crearon lazos muy buenos». Esos lazos se estrecharon en las distintas excursiones y giras que la empresa organizaba con los trabajadores, e incluso se llegaron a celebrar misas en el complejo cuando fallecía algún empleado.

El hotel fue construido por Horesa, pero en este medio siglo de brillante historia ha pasado por varias manos: en 1978 fue vendido a Hotasa, compañía del Grupo Rumasa, y en 1983 pasó a manos de Meliá, grupo hotelero que lo ha mantenido hasta ahora y que en 2023 invirtió 43 millones de euros para convertirlo en el Paradisus Gran Canaria.